En una sociedad cada vez más multicultural y donde a las diversidades propias se añaden las recientes emigraciones fruto del desequilibrio económico global, la diversidad religiosa es un fenómeno – nada nuevo – pero que debe tenerse muy en cuenta, no como un aspecto de marginación o de separación sino como un elemento de cotidianidad y de comprensión mutua.
Para ello es preciso un mínimo conocimiento de las otras creencias con las que convivimos y un elevado nivel de tolerancia y respeto. Sirvan estas líneas para desvelar lo que por desconocimiento o rechazo consideramos misterioso y extraño y que no es más que una creencia filosófica y religiosa distinta y, a la vez, apasionadamente cercana y familiar.