Y si miramos a los gobiernos europeos (afortunadamente otras áreas todavía no están sufriendo la actual crisis al nivel de Europa, entre ellas Latinoamérica), veremos como todas las medidas anunciadas para solucionar el deterioro económico de sus respectivos países siguen unas directrices análogas, basadas en los mismos fundamentos económicos.

Entre las medidas que las empresas más afectadas están tomando para adaptarse a la nueva situación surgida en occidente, destacan dos por su posible trascendencia futura: la concentración y la reducción de costes. Es evidente que la fusión o absorción de empresas genera nuevos modelos empresariales más capacitadas para resistir la coyuntura, debido a una mayor masa crítica de volumen de negocio, una mayor capacidad de optimización de los costes de estructura y también una mayor capacidad de influir sobre su mercado de destino, gracias a la concentración de la oferta en pocos intervinientes. Esta concentración de poder e influencia sobre la economía global puede acabar resultando perjudicial para todos. La concentración en tres grandes empresas de la capacidad para calificar los productos financieros globales (Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch), nos ha servido de ejemplo al respecto. Más info.

Respecto a la reducción de costes, parece que no hay duda sobre cual es la elección más generalizada a la hora de abordarlos. Las cifras de desempleo en occidente dejan patente muy a las claras que frente a cualquier otra opción, la reducción de plantillas en los países de origen es la medida más aplicada para conseguirlo. Además se liberan inversiones en inmuebles que pueden convertirse en liquidez y rebaja de las cargas financieras.

Con estas dos premisas, las grandes corporaciones tienen capacidad sobre el mercado global, tanto para actuar en él, como para redistribuir sus costes de mano de obra entre las distintas áreas del planeta, trasladando empleos de una a otra en función de su coste.

Y los gobiernos europeos parece que han admitido estas medidas como el camino adecuado para superar la situación de crisis que se vive en el continente.

Por un lado, han empeñado todos sus esfuerzos en sacar adelante el Tratado de Estabilidad para todos los países miembros, por el que se limitan de forma absolutamente rígida los gastos de toda Europa. Es el equivalente a las fusiones empresariales por el que se pretende enviar una señal clara a los “mercados”, en el sentido de que se avanza en más Europa, en más Unión, que por fin existirá una UE más integrada en la que nadie se va a embarcar en más deuda de la debida, pero obviando cualquier otra medida que reequilibre las economías de los países en problemas. Es claramente una medida urgente para frenar el problema de la deuda, pero que poco tiene de política y sí de la ortodoxia que impera bajo las directrices de los tecnócratas. Por eso nadie tiene la impresión de que estemos avanzando en la idea de esa Europa que ha sido la punta de lanza en la integración de países y sociedades.

Por otro, desde Bruselas se repite machaconamente la necesidad de adoptar reformas estructurales que alivien el desempleo rampante en varios países, con graves ejemplos como España. Nuevamente parece una medida urgente y en línea con la ortodoxia, pero que se traducirá en un retroceso sobre el modelo social que ha impulsado Europa desde su fundación hasta nuestros días.

Austeridad y rebaja de las condiciones de los empleos, todo ello impuesto por Ley, para adaptarlos a la competencia de otras áreas económicas. Que pena da ver a Europa, que ha sido el puntal del desarrollo social durante décadas, cediendo a las presiones de los mercados e igualando a la baja con otros ámbitos las condiciones laborales de sus ciudadanos.

Parece que se ha terminado el impulso político que caracterizó a la UE cuando exigía competencia en condiciones dignas a otros países, con respeto hacia los derechos de los trabajadores y hacia el medio ambiente.

¿Dónde queda la lucha contra la corrupción de casos como las hipotecas subprime, la lucha por los derechos sociales y la democracia allí donde no se respetan, la defensa del medio ambiente frente al cambio climático, el impulso hacia a la economía sostenible,..?

Nos han llegado a convencer de que el problema ha consistido en que cada uno de nosotros nos volvimos locos y gastamos sin fundamente lo que no teníamos, y eso nos obliga ahora a la penitencia de la austeridad y orientalización de las condiciones de trabajo. Parece que ya no tenemos memoria del origen de la situación actual, el estallido de los excesos del mercado financiero internacional, en el que poco o nada hemos intervenido los ciudadanos de a pie, y sin embargo estamos pagando (quizás como siempre) con nuestros empleos y condiciones laborales.

Estamos dando pasos hacia atrás y dejando de creer en Europa, por lo que los mercados están consiguiendo acabar con uno de los modelos más sociales de hacer economía. ¿Nos toca hacer algo al respecto?