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Me siento orgulloso del interés democrático de los llamados a las urnas porque, jamás se había dado una participación tan masiva – superior al 77% -, lo que representa en la práctica una contribución generalizada, por lo que nadie puede decir que los resultados son sesgados o incompletos. Se debe felicitar al Pueblo Catalán por su sentido de la responsabilidad y su valentía para defender su postura, haya sido la que haya sido.

Y los resultados no han podido ser más contundentes: más de un 47% de los votantes han apoyado las candidaturas que propugnaban la independencia y el 52% se han manifestado en contra, lo que no quiere decir que, todos ellos, estén de acuerdo con el estado actual del panorama y la financiación autonómica, pero sí en continuar juntos y en la búsqueda de un arreglo constitucional. Tomando en cuenta lo expuesto: todos los catalanes, independentistas o no, han ganado las elecciones y por ende, todos los españoles. Todos, menos uno: Artur Mas. Pese a su discurso repetido y cansino de que ha ganado Catalunya, porque cree que él es Catalunya, hoy, Artur Mas es un cadáver político. Analicemos lo que quiero decir.

En primer lugar la coalición JuntsxSí ha obtenido el mayor número de escaños -62 -, nueve menos que la suma de los dos partidos, Convergencia y Esquerra Republicana, consiguieron en el 2012. La mayoría parlamentaria la consiguen con la aportación de la CUP que ha obtenido diez asientos en el Parlament, pero que por activa y pasiva ha dicho que nunca votaría una nueva presidencia de Mas. Una medida muy coherente puesto que los postulados del ideario de la CUP son contrarios a los de los nacionalistas. No debemos confundir independentismo con nacionalismo y menos si les separa un abismo ideológico. De aquí se desprende el primer adiós a Mas.

Podría ser investido Mas en segunda vuelta si, con la abstención de la CUP, le apoyaran todos los 62 escaños de la coalición, pero Esquerra tiene que valorar que con su soporte convierte al heredero de Pujol y de Francesc Cambó en President, sabiendo que ambos antecesores siempre pactaron y ayudaron a la derecha centralista y en el caso de Cambó hasta al golpista general Franco. ¿Renunciará el partido de Jonqueras a una Catalunya republicana y de izquierdas pudiendo presentar a su propio candidato o apoyando a un hombre honrado como Raul Romeva? ¿No sería más razonables decirle adeu a Mas?

Convergencia empieza a cargar con las culpas de sus dirigentes y, además de la fuga de Unió, deberían analizar la pérdida de votos nacionalistas mitigados por los globales de Junts pel Sí, que es lo que pretendía Mas: esconder su indiscutible retroceso electoral bajo las faldas protectoras de la pujante Esquerra Republicana y las de las dirigentes de la sociedad civil catalana. Por lo que tarde o temprano estos socios darán un gran adiós a Mas.

Pero no será el último adiós para el dirigente convergente. Desde el inicio de nuestra democracia, Convergencia fue siempre el genuino representante del centro derecha catalán. Desde ayer Ciutadans ha pasado, con sus 727.000 votos, a exigir ese espacio. No solo teniendo más proyección que los nacionalistas en las próximas generales, sino en la propia Catalunya. Con ello, el centro derecha que lideraba Mas, se debilita con el auge de la joven formación. Su candidata, Inés Arrimadas, “despidió” ayer al convergente. “Con estos resultados Artur Mas debe dimitir e irse a su casa”, dijo.

Ayer Artur Mas desde “el Born” se congratulaba del ¿triunfo? Y aseguraba con desvergüenza que habían obtenido más votos las plataformas del Sí que las que hacían otras propuestas. Todos entendimos lo que quería decir: que la mayoría parlamentaria le permitía seguir con su huida hacia adelante. Era su gesto de despedida porque Catalunya no puede tener un President que ignore la voluntad del 52% de los votantes. Al igual que Madrid no puede ignorar el deseo de cerca del 48%. Ayer en el Born cientos de personas, democrática y libremente, gritaban su derecho a otro futuro; mientras, en otros lugares, otras demostraban también libremente su derecho a opinar distinto. En mitad de los dos bloques está un hombre que no ha sabido estar a la altura de la Historia y de los catalanes y de las catalanas, como él dice. Solo nos queda desearle como decimos en Catalunya: Bon viatge y barca nova; sin embargo, nos consta que antes de iniciar esta singladura resistirá y seguirá rompiendo a Catalunya a su “conveniencia”.