Los chicos que delinquen son víctimas de una sociedad injusta.

La seguridad no es sinónimo de poner más policías y endurecer las leyes penales. Llevar militares a hacer tareas de gendarmes y llevar gendarmes a hacer tareas de policías diciendo que eso es seguridad, genera mayor inseguridad y malestar. Es fortalecer un Estado represivo por sobre el Estado de derecho, atentando contra las funciones para las cuales fueron creadas esas instituciones. La seguridad es proteger derechos y penar al que los violan más allá de su clase social, siempre dentro del Estado de Derecho. Los militares están formados para destruir al enemigo, no para proteger derechos civiles.

El Evangelio es muy claro para los creyentes, los no creyentes y los pertenecientes a otras religiones: “Lo que le hagas a uno de estos niños, a mi me lo haces”.

Lamentablemente hay funcionarios que quieren bajar la edad de imputabilidad de los chicos, a quienes acusan de delincuentes, y guardan silencio al ver que esos niños son víctimas de una sociedad injusta que los margina, los persigue, los explota y denigra.

Desde la Fundación Servicio Paz y Justicia (SERPAJ),  que represento, llevamos  muchos años de trabajo junto a jóvenes en estado de riesgo social y hablamos desde la práctica cotidiana. Junto con otras organizaciones sociales, formamos un espacio para la vida y la esperanza, con educación y participación. Estas son las Aldeas de jóvenes para la Paz, que brindan capacitación laboral, educación y recreación.

Por eso invito a los legisladores y otros funcionarios a que se levanten de sus cómodos sillones del parlamento, y recorran los barrios no muy lejos de donde se encuentran, y verán a los chicos abandonados durmiendo en las estaciones de trenes y las calles o siendo forzados a delinquir por redes de crimen organizado como el narcotráfico.

¿Acaso algunos de ustedes les preguntó a esos chicos cuál es su seguridad?

Ningún chico quiere vivir en la calle. Ellos necesitan del amor y la ternura de su pueblo, de sus familias y la comunidad.

Parte de nuestra sociedad ve con indiferencia el sufrimiento de esos chicos que hacen hasta lo imposible para sobrevivir en una sociedad que los castiga, simplemente por ser pobres. Esa actitud indiferente es igual a caminar en la oscuridad social, sin posibilidad de conocer el rumbo.

Hace un par de años, publiqué una nota sobre los “barrios privados” de Tucumán, los que como muchos otros en el país, están privados de escuelas, de asfalto, de centros de salud y de viviendas dignas. Más privados, imposible. Pero eso sí, con mucha seguridad, siempre rodeados de policías y gendarmes. No para protegerlos sino para reprimirlos, y que no molesten a “la gente bien” (con dinero). Todo en nombre de la “seguridad”.

En este sentido quiero recordar al querido hermano que tanto hizo para compartir su vida con los niños, el padre Carlitos Cajade, con los “Chicos del Pueblo”, junto a tantas organizaciones que día a día viven y acompañan a los niños; que  reclaman al Estado Nacional y las provincias que implementen políticas públicas y que no cierren sus puertas por falta de recursos, que paguen las becas adeudadas a las organizaciones para continuar el trabajo con los niños.  Organizaciones que están sufriendo la falta de atención desde el Estado y que afecta a los niños.

Dentro de esa lucha también está la solidaridad de las madres de los barrios, que unidas tratan proteger a los chicos y procurarles lo poco que tienen.

No podemos desconocer que el gobierno nacional avanzó en algunos aspectos, como es la asignación universal por hijo, que es un avance. Pero aún es insuficiente, hay que generar más espacios educativos y deportivos de contención para los niños y jóvenes, estar abiertos al dialogo, y escucharlos.

Una sociedad que no protege a sus niños, es una sociedad que hipoteca el presente y pierde el futuro.

¿Quién o quienes son responsables de la violencia contra los niños y jóvenes?

Es necesario visibilizar la situación de los jóvenes que son víctimas de las redes de crimen organizado. También es necesario que los padres y educadores, como toda la sociedad, observen la imposición de una cultura de la violencia a través de los medios de comunicación, la falta de valores y el desprecio a la vida.  Para los medios, pareciera que las buenas noticias, no son noticia.

Algunos también ejercen violencia al hablar de seguridad buscando sólo el rédito electoral y su propia seguridad. Dejan indefensos a quienes, como los niños y jóvenes, necesitan contención para que se protejan sus derechos con políticas preventivas, en vez de promover encerrarlos en lugares deshumanizantes que sólo fortalecen prácticas delictivas, en vez de desalentarlas.

A ningún niño o joven se le debe robar la esperanza para que pueda sonreirle a la vida. Las alternativas existen, simplemente hay que asumirlas y ponerlas en práctica.

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