Viñeta de Vergara para eldiario.es

Viñeta de Vergara para eldiario.es

Y si bien lo entiendo como una muestra generosa de apoyo al pueblo francés, no puedo evitar pensar que:

– ISIS mató a 40 personas en Líbano hace dos días, y no tuvimos banderas para ellos.
– Boko Haram ha sido capaz de cargarse en Nigeria a más de 2000 personas en un día en enero de este año y no es que no tuviéramos banderas, es que no tuvimos casi ni noticias.
– Las banderas no explican la influencia que ha tenido y tiene occidente en la creación y mantenimiento de grupos terroristas como Al Qaeda o ISIS.
– Las banderas no explican que la política exterior de países occidentales ayuda a ahondar en los conflictos en Oriente Medio, en lugar de solucionarlos (Afganistán, Siria, Iraq…).
– Las banderas no explican que en España y otros países europeos seguimos apoyando y manteniendo relaciones con Gobiernos que directamente financian estos grupos terroristas, como Arabia Saudí, en base a intereses económicos.

Es necesario que entendamos el contexto para poder analizar la tragedia sin incurrir en las típicas simplezas que invitan a creer que 1200 millones de personas son nuestros enemigos cuyo objetivo es la conquista de Europa.
Necesitamos un contrapeso en la información a muchos medios y políticos racistas especialistas en fomentar el odio más sectario y xenófobo, alimentando con ello a los desgraciados que en nombre de Alá, Dios o Yahvé aun siguen derramando sangre de inocentes.
No convirtamos esto en una guerra contra el Islam, y si contra el terrorismo. No le demos el gusto a esta basura de seguir aupando en nuestros países a gobiernos que amparan a dictadores en el tercer mundo y recortan derechos y libertades en nombre de la seguridad nacional.

Esta gente, los fundamentalistas religiosos, son los mismos que obligan a cientos de miles de musulmanes a dejar su hogar y buscar refugio en otros países, en muchas ocasiones jugándose la vida en el viaje, y casi siempre siendo rechazados por muros cuando consiguen alcanzar la frontera de Europa. Todos estamos contra el terrorismo, pero no queremos saber nada de los que son las principales víctimas de él.

Me asquea ver  la bandera francesa de fondo en perfiles de personas que a la vez abogan por levantar más muros mientras llaman a las víctimas asesinos, tan sólo porque profesan una religión.

Tenemos la responsabilidad de informarnos para tratar de entender los diferentes poderes e intereses que configuran los conflictos en Oriente Medio. Si lo hacemos nos daremos cuenta de que el principal objetivo de ISIS no es Occidente (aunque pueda sonar frívolo cuando han pasado apenas unos días de la muerte de  al menos 128 personas en Francia), sino que son los Gobiernos de países árabes que ellos consideran infieles. Entenderemos que esa es la principal amenaza, en primer lugar para los propios musulmanes (el 90% de las víctimas de grupos terroristas islámicos son árabes o de religión musulmana), y en general para toda la humanidad.

Si estudiamos el contexto nos daremos cuenta de que Occidente nunca actúa allí donde realmente está el problema, y que países como Siria (y antes Iraq, y antes Afganistán) son el marco de una doble guerra, la que mantienen las diferentes vertientes y ramas religiosas que allí conviven, y la que libran Rusia y EEUU y sus respectivos aliados por el control de las materias primas y la adquisición de posiciones militares desde hace años. En medio está la población civil. Su muerte es un mal necesario.

Si tratamos de ver más allá, nos percataremos de que el terrorismo islámico no sólo no se combate en Occidente, sino que en ocasiones se fomenta, ya que supone la justificación perfecta sobre la cual las potencias mundiales contruyen su propio apoyo electoral. El enemigo perfecto para legitimar una sangrienta política exterior. Un terror apropiado para erigirse en el protector del rebaño asustado. Sin la amenaza del Islam, la mirada escrutadora de la población pasaría al enemigo interno, a cuestionarse y preguntarse si realmente nosotros (Occidente) somos los buenos, y ellos (el Islam) son los malos, o bien somos todos marionetas en  manos de unos poderes sin más nacionalidad, raza ni religión que el dinero, que se alimentan de la desigualdad económica y social, el odio sectario y el miedo.

Si el problema es que muchos países árabes siguen demasiado anclados a la religión y eso lastra la llegada de la democracia y el desarrollo social, y que deja los gobiernos árabes en manos de terroristas, sátrapas y tiranos ¿Por qué coño no se apoyó desde EEUU y Europa la esperanza que dibujaron las Primaveras Árabes allá por 2013?. Simplemente, porque no interesa.

Tenemos la obligación de indagar en todo esto para comprender que una mayoría amplísima de la población árabe siente el mismo rechazo por el terrorismo que nosotros mismos, especialmente porque es su sangre la que más se derrama. Debemos razonar que la injerencia y el ataque que históricamente han perpetrado países como Rusia y EEUU  en Oriente Medio sólo favorece que la población se refugie en los radicales violentos para protegerse de ambiciones extranjeras.

Es la cultura y el razonamiento el mejor instrumento de integración, y el mejor arma contra el radicalismo. Si queremos contribuir al desarrollo del mundo árabe y el fracaso del terrorismo, debemos entender primero dicho mundo, su religión, su población, su territorio, sus luchas y su historia. Sólo así estableceremos ordenadamente el reparto de responsabilidades y podremos ser justos a la hora de juzgar a un pueblo que, al final no es, en absoluto, tan diferente a nosotros.

No son diferentes las víctimas de París, de las de Siria, de las de Líbano. Su sangre sigue siendo roja cuando empapa la tierra en las calles de Alepo, o las carreteras asfaltadas en las  inmediaciones de un estadio en París. Son víctimas de nuestro fracaso como especie.

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