Era imposible separarlos, pero la dirección de su actuar era la misma que para conseguir el Poder; EL llevaba la vanguardia y ELLA ocupaba la retaguardia cubriendo a su Marido. Nada se sabía sobre su intimidad; algunos decían que estaban muy enamorados, vaya a saber si era cierto; no obstante , eran de orígenes muy distintos .

ÉL doblaba de lejos la edad de ELLA.

ÉL era hijo de español y de india pura tehuelche, tal vez nacida en el corazón de la pampa indomable,  por seca, por los vientos, por el horizonte sin fin .

ELLA tenía un pasado gris, descendiente de inmigrantes, como todos , con ciertos comentarios de ilegitimidad en su nacimiento .

El Presidente era militar .

ELLA era artista de segundo orden, algo de circo, radioteatro, algún rol en teatrillos de bajo nivel, como se dice .

Era claro que ÉL era el artífice de la estrategia, era el conductor del Movimiento y la mente pensante, dejando al enorme corazón  de ELLA y a su amor por los que menos tienen que obrara por su cuenta; eso sí, siempre bajo las ideas de ÉL. Como buen militar, además, organizaba las tácticas en cada situación, en cada batalla de su guerra .

Porque la guerra era la de ÉL.

Llegó el momento de una gran batalla, casi decisiva: La reelección del Presidente .

Todos a la Plaza, donde ÉL siempre impartía sus órdenes, sus leyes, sus mandatos, frente al pueblo enfervorizado. Previamente, las Organizaciones por ÉL creadas le pidieron a ELLA que acompañara a ÉL en la fórmula presidencial. Y esperaron su respuesta .

Allí, en la Plaza, frente al edificio del Gobierno pintado de color rosa, bordeado por la Iglesia Catedral y por El Cabildo Viejo, donde ciento cuarenta años antes se reunieron los Patriotas conjurados para sacar al Virrey y al Virreinato del Río de la Plata .

Allí era la cita, un  día al anochecer .

Temprano, por la tarde, empezó a llenarse la Plaza, poco a poco, hasta alcanzar su límite : doscientas cincuenta mil personas esperanzadas y a la espera de la respuesta positiva de ELLA .

Llegaron con los bombos, con los tambores, con las banderas, con sus cánticos:  “ que grande sos , mi General cuanto valés, gran conductor, sos el primer trabajador “. El alarido dejaba sordo al más pintado .

Era una fiesta popular con elementos de grotesco, de coro de tragedia griega, de retumbos que asustaban, caras pintadas, cuerpos casi desnudos, locura colectiva .

Y entonces surgió un clamor inmenso y caliente .

La Plaza era una tremenda boca gritando: había aparecido en el balcón de la Casa de Gobierno ÉL, el Presidente, quien mandó callar y anunció que de inmediato ELLA vendría dar su respuesta .

ELLA no salió por sus propios medios, la ayudaron desde el interior .

Era un cadáver que hablaba aún, con un vestido  de hombreras muy grandes, maquillada a más no poder; pobrecita, una hermosa y trágica muñeca de treinta y tres años en un ámbito colosal y delirante, que se adoraban mutuamente .

Dijo con voz casi inaudible que renunciaba a acompañar a su marido en la Elección.

Mientras tanto, ÉL sostenía por la espalda ese cadáver anticipado .

Luego, algunos dijeron que un carpintero había fabricado una cruz para sostenerla erguida, de tal manera que no se volcara hasta la barandilla del famoso balcón .

Cayeron las banderas .

Un enorme silencio acompañó a la retirada del gentío .

ELLA murió de verdad poco tiempo después.

Hubo alguien que dijo alguna vez que la cruz de madera con la que ÉL pudo mantenerla en pie , la llevaron a España, a Madrid, a Puerta de Hierro, y que la habían  visto en un rincón de la habitación donde fue a parar el cuerpo momificado, luego de crueles y rocambolescas volteretas por el mundo, sin cuidado alguno de no ofender ni dañar.

Máxima expresión del desprecio de los que nunca entenderán a los necesitados, a los sin techo, a los que tienen hambre y sed de justicia .

Pero ello será motivo de otra historia posterior .

(El relato imaginario está basado en hechos reales ; las personas , también imaginarias , pueden haber existido)