La semana pasada el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, se irguió como campeón de la ética en su partido y destituyó de un plumazo al líder de la formación en la Comunidad de Madrid y candidato para los comicios autonómicos, Tomás Gómez. Muchos fueron los que atribuyeron la maniobra a un intento de burlar el resultado de las primarias y colocar en los carteles electorales a alguien con mayor tirón en las urnas, pero la dirección federal descartó ese supuesto y lo atribuyó en exclusiva a las irregularidades en la construcción del tranvía que Gómez promovió en Parla cuando fue su alcalde. Hoy que el PSOE mira para otro lado tras la imputación de los expresidentes de la Junta de Andalucía Manuel Chaves y José Antonio Griñán, quedan claros los verdaderos motivos de Sánchez y la escasa coherencia que impera en ese partido.

Tomás Gómez arrastraba asuntos difíciles de justificar, es cierto, como los sobrecostes en el tranvía o su relación con el alcalde que lo sucedió en Parla, José María Fraile, detenido por su implicación en la trama Púnica. No cabe duda, por tanto, de que era deseable que, por higiene política, se apartara de la primera fila, pero habría que recordar que el ex secretario general del PSM no estaba imputado.

En cambio, desde este martes sí lo están Chaves y Griñán, y a pesar de ello no han dimitido de sus respectivos escaños en el Congreso y el Senado. Ellos, y su partido, se escudan en que, aunque declararán en calidad de imputados, no se les imputa ningún delito, lo cual sin ser mentira, queda muy lejos de la comprensión de la gente, y de su paciencia.

Saben mucho de leyes los corruptos. No las cumplen, pero saben valerse de ellas para escurrir el bulto, y este podría ser un caso más. Sin embargo, el pueblo no es estúpido, y entiende de sobra que nadie declara como imputado sin motivo ni sin un mínimo indicio. ¿Significa esto que Chaves y Griñán son culpables? Por supuesto que no, el tiempo y un tribunal lo determinarán, pero está claro que si no hubiera sospechas sobre ellos, nada de esto ocurriría, y debería ser argumento suficiente para que se apartaran de la política hasta que todo quedara aclarado.

La política española no vive su mejor momento, todo el mundo es consciente, y que los representantes públicos en las Cortes Generales arrastren dudas sobre su honradez sólo complica la situación. Por eso deben irse. Y si no quieren, su partido debe expulsarlos de inmediato. Es una lástima, parecía tan resuelto Pedro Sánchez la semana pasada cuando la víctima de su justicia era Tomás Gómez, pero se diría que Andalucía es otra historia. Al PSOE-A, ni tocarlo.

Allá cada cual, sigan los dirigentes socialistas negando las encuestas y agachando la mirada con cada nuevo estudio demoscópico que los confirma como la tercera fuerza política y un partido en franca decadencia, caminando quizá hacia lo residual.

Ya que gustan tanto de mirar la paja ajena en monederos y coletas, deberían preocuparse de acabar con la viga en el ojo propio que son sus (presuntos) chorizos, no es bueno para su colesterol, ni para el nuestro.