Conviene clarificar estos términos, señalar sus características más diferenciadas, para que no se queden en una pura cobertura de opciones esquemáticas y simplificadoras de realidades complejas, cuando no en un simple peloteo en que unos y otros se lanzan estas etiquetas como armas arrojadizas.

Ciudad compacta se asocia, en muchos casos y de forma simplista, a ciudad vertical, a ciudad construida con edificios altos (grandes o pequeños rascacielos). Siendo esta asociación de ideas muy intuitiva y realidad en algunos casos, como el paradigma de Nueva York, más exactamente Manhattan, no existe una relación obligada, unívoca, entre compacidad y gran altura de la edificación. Ciudad compacta sí tiene una referencia clara a un desarrollo urbano continuo y denso. Compacidad y densidad sí es una asociación correcta y necesaria en la concepción de esta ciudad.

Hace tiempo, en los años 60 del siglo pasado, los urbanistas ingleses plantearon un ejercicio con el que pretendían demostrar la posibilidad de construir desarrollos urbanos densos y compactos con edificaciones de baja altura. Se conjugaban dos conceptos: low rise/high density. Baja altura y alta densidad. Y tomemos aquí la definición de baja altura como una dimensión relativa, no limitada a las tres plantas más ático que pretende imponerse por ley en la Comunidad de Madrid: los referentes históricos que apoyaban dicha reflexión podríamos encontrarlos tanto en los desarrollos tradicionales norteafricanos, lo que se vino en denominar “casbahismo”, como en los ensanches decimonónicos. Pero no hace falta remontarse a ejercicios académicos anglosajones para encontrar ejemplos claros y próximos de ciudades compactas y densas sin necesidad de edificios en altura. Osuna o Reus, Vitoria o Segovia, son ciudades que responden a dichos conceptos, como lo son el Ensanche Cortázar, en San Sebastián, o el de Cerdá, en Barcelona. Son todas ellas imágenes consolidadas capaces de identificar qué debe entenderse por ciudad compacta, con mayor claridad y fuerza que complicadas descripciones disciplinares.

[Ciudades compactas y densas, pero no apelmazadas y hacinadas]

Ciudades compactas y densas, pero no apelmazadas y hacinadas. Unas tramas urbanas con esponjamientos, con vacíos muy controlados en tamaño y emplazamiento y no un opresivo amontonamiento de edificios sobre calles insanas e ineficaces. Una proximidad vecinal compartiendo unos espacios públicos civilizados, lugares de encuentro y convivencia, y no una masa abigarrada, agresiva y apretujada.

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El concepto de ciudad compacta no sólo se refiere a la fábrica física, a la forma en que está edificada, sino que implica una compacidad de funciones, una mezcla e interrelación de actividades, favorecidas por la densidad, que comparten un mismo tejido urbano, no segregadas por una zonificación unifuncional. La mezcla, la hibridación, la proximidad de la vivienda, el comercio, el teatro, el parque, el colegio, etc. son componentes inseparables de la ciudad compacta y una de sus cualidades más positivas y garantía de una austeridad en el uso de las energías necesarias para su funcionamiento.

Frente a esta ciudad aparece la ciudad dispersa, la ciudad producida por las salpicaduras aleatorias de actividades y artefactos muy diversos (viviendas, centros comerciales, fabricas o colegios) que invaden el territorio de forma extensiva e indiscriminada, arruinando recursos naturales en un modelo despilfarrador de energías. La casi totalidad de los desarrollos turísticos en nuestras costas y, sobre todo, los grandes desarrollos residenciales en el entorno de nuestras ciudades, grandes y pequeñas, trufados de centros comerciales o campos de golf, son ejemplos muy visibles de esta ciudad dispersa. Con o sin edificios en altura. Ciudad caracterizada y dominada por múltiples “urbanizaciones” (parques o resorts) desconexas en las que se asientan miles de pequeñas cajas (Malvina Reynolds) rodeadas de unos metros de césped, como una fraudulenta forma de responder a la apetencia de una arcadia imposible. Porque cabe la posibilidad de responder eficazmente al deseo de “meterse en el campo” mediante una forma acotada de “dispersión concentrada”, de una red de pequeños núcleos compactos y densos, situados estratégicamente en el territorio aprovechando lo mejor del paisaje, sin machacarlo, y apoyados en el sistema de comunicaciones existente y el transporte público. ¿Por qué no aprender de los pueblos de la serranía de Ronda o de los Poblados de Colonización de la época franquista?

[Cabe la posibilidad de responder eficazmente al deseo de “meterse en el campo”]


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En todo caso, hoy no cabe otra opción coherente con la salvaguarda de nuestros recursos naturales, el ahorro energético y la tan reclamada sostenibilidad que la defensa de la ciudad compacta, clarificando sus contenidos, forma y magnitudes. Compacidad y densidad tanto físicas como funcionales. Mezcla de formas (altura incluida) y actividades en un territorio híbrido no parcelado y menos segregado.

Manuel Vicent escribía recientemente, en una pequeña columna periodística, que en la lucha a muerte entre el hombre y la naturaleza la única opción progresista hoy es apostar por el planeta. De cara a los futuros desarrollos urbanos esta apuesta significa oponerse a esa siniestra mancha de aceite, a esa manta que se extiende y ahoga montes, valles y collados y defender la recuperación de la ciudad existente, la ciudad consolidada, rehabilitándola y modernizándola, haciendo ciudad en la ciudad, aprovechando los vacíos existentes y potenciales, o bien proyectando un crecimiento ponderado con la escala de la ciudad que venga a completarla, dando cobijo a nuevas demandas que no tienen cabida en el tejido heredado, pero evitando los desmadrados polígonos que se adhieren como excrecencias adiposas. Quizá así podamos defender el planeta y dejar el campo tranquilo y vivo.