Volviendo al triunfo de Iglesias, refrendado por una gran mayoría, este le permite conservar todo el poder. Podemos confirma su posición más fundamental y decide no abandonar la protesta en la calle, el grito ciudadano. Nada de pactos que puedan alterar sus objetivos de ideario, Iñigo Errejón ve frenadas sus tesis de abrir el partido transversalmente.

El enroque con el que cierra filas Podemos nos sitúa ante un nuevo escenario político, porque con ello decide ser un partido de masas, pero no de votantes. Y esto le aleja de la ansiada llegada al gobierno. Me refiero al gobierno de la nación, no a logros regionales o municipales. Estamos ante una propuesta política atractiva para muchos sectores, capaz de ganar en lugares puntuales, pero de imposible triunfo general. Tal vez esta sea la intención estratégica de Pablo Iglesias.

Lo cierto es que el Podemos saliente de Vistalegre II, junto o separado de IU, cubre gran parte  de lo que entendemos como la izquierda de este País, pero con pocas posibilidades de seguir creciendo. El PP con su silente congreso es capaz de crecer arañando espacios a Ciudadanos, destinado a ir perdiendo apoyos. En tierra de nadie, hasta que llegue su propio congreso, está el PSOE, capaz, si gana Pedro Sánchez, de disputarle el centro izquierda a Podemos y, con otro candidato, el centro derecha a Ciudadanos. Pero si lo que pretende es no renunciar a sus esencias, las del primer Pablo Iglesias, la primera opción es la más legítima, tal vez la única.

He utilizado las locuciones de derecha e izquierda para aclarar al lector lo que trato de explicar. Sin embargo sé que estos términos, para muchas gentes de la calle, ya han perdido su  intención lingüística. La concepción del votante se ha fraccionado en muchos más espacios sociopolíticos y ahora elije no por sensaciones, razones o ideología sentimental, ahora se rige por logros y concreciones: obras son amores y no buenas razones, piensan.

Ocurre que el ciudadano progresista, mucho más crítico, se ve en ocasiones defraudado, incluso engañado por los errores de sus candidatos y cambia de papeleta. Sin embargo, el ciudadano conservador, menos crítico y más domeñado, adopta una posición práctica e indulgente con las malas actuaciones de sus políticos, en la creencia de que, a pesar de todo, protegerán mejor sus propios intereses… y sus bolsillos.

Ha cambiado este país, ya lo vimos en junio. En los congresos de este domingo Podemos conserva sus raíces, pero renuncia a crecer; el PP conserva las suyas y utiliza la táctica del miedo para volver a engordar. ¿No creen que el PSOE debería ser fiel a las suyas?