Este mensaje, aceptado como axioma indiscutible por el movimiento anti-globalización y que mueve las conciencias de los que no somos miembros de ese club, merece un análisis más detenido, pues en si mismo encierra afirmaciones, cuando menos, discutibles.

En el nuevo «catecismo» de la anti-globalización se definen los supuestos tres pecados capitales a combatir:

  • El libre comercio y la globalización concentran la riqueza en manos de unos pocos.
  • El libre comercio y la globalización incrementan la pobreza de la mayoría.
  • El libre comercio y la globalización conducen a la insostenibilidad de la producción y del consumo.

Realmente, desde la óptica «antiglobalita», los dos primeros «pecados» constituyen uno solo, puesto que al segundo se le identifica como consecuencia directa del primero: Aumenta la pobreza de la mayoría, porque se trasvasa riqueza de los pobres a los ricos. Los más son cada vez más pobres por cuanto que los menos son cada vez más ricos.

Una medida de pobreza frecuentemente utilizada por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas califica a una persona como pobre si gana menos de la mitad de un salario promedio en el país en que vive

Esto sería cierto si «el pastel a repartir» fuera siempre del mismo tamaño. Pero la realidad nos dice justo lo contrario. La riqueza en el mundo crece y crece para todos. No en la misma proporción, pero crece para todos.

fotoEsta verdad de Perogrullo, nos lleva a una nueva consideración: Los conceptos riqueza/pobreza ¿deben analizarse en términos absolutos o en términos relativos?

Cuando uno lee a los escritores y teóricos anti-globalización percibe que se refieren a la pobreza no como una medición de la miseria, sino como la medición de la inequidad. En lugar de intentar medir cuánta miseria padece un ser humano, se intenta comparar su miseria con la de otros.

Una medida de pobreza frecuentemente utilizada por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas califica a una persona como pobre si gana menos de la mitad de un salario promedio en el país en que vive. Este tipo de medición nos puede llevar a incongruencias tales como considerar acaudalado a una persona en un país pobre, y pobre a otra persona que soporta mucha menos miseria si vive en un país rico.

{salto de pagina}

Aún en el supuesto de que se utilizara un método de medida universal, nos podríamos encontrar ante la paradoja de que una persona que ha visto reducida su miseria pueda considerarse más pobre que antes por el mero hecho de que los demás hayan visto reducida su miseria en un grado mayor.

Únicamente aquellos que consideran a la riqueza como un problema más grande que la pobreza pueden encontrar algo malo en que algunos millonarios se estén convirtiendo en multimillonarios mientras que otros salen de la miseria

Esta cuestión, que puede parecer baladí, es importante porque nos ayuda a centrar el debate. Realmente ¿estamos hablando de riqueza-pobreza? o por el contrario ¿estamos hablando de equidad-inequidad?

La cuestión es fundamental, puesto que en el primero de los escenarios estamos discutiendo de hechos medibles, en tanto que en el segundo estamos discutiendo de planteamientos ideológicos. El primer escenario es científico, en tanto que el segundo es político. Y aplicar métodos de análisis científico a cuestiones ideológicas es, sencillamente, «hacer trampas».

{salto de pagina}

fotoPongamos un ejemplo en el que creo que todos estaremos de acuerdo: China. En las últimas décadas la miseria se ha visto reducida a una velocidad antes inimaginable. Los salarios y el nivel de vida han alcanzado niveles nunca antes vistos. Pero al mismo tiempo la diferencia de ingresos dentro de China se ha ensanchado y, por lo tanto, la pobreza relativa ha aumentado, aún cuando todo el mundo es más rico ahora que antes.

¡Definitivamente debe haber algo malo con una medida que indica que la pobreza está creciendo cuando todo el mundo se está haciendo más rico! Únicamente aquellos que consideran a la riqueza como un problema más grande que la pobreza pueden encontrar algo malo en que algunos millonarios se estén convirtiendo en multimillonarios mientras que otros salen de la miseria.

Si nos centramos en la medición de la pobreza absoluta, el umbral de la pobreza se sitúa en 1 $US al día (1,08 $US para ser más exactos), ajustado al poder adquisitivo de cada país, de forma que corresponda a un mismo nivel de vida. Se escogió esta definición porque era el valor promedio de las definiciones de pobreza en los diez países más pobres en donde el Banco Mundial cuenta con estadísticas detalladas. Y quizás también porque es fácil de popularizar y recordar. Utilizaremos esta definición para profundizar en los cambios históricos en los niveles de pobreza.

{salto de pagina}

En 1.820 el 85% de la población mundial no superaba este indicador (en moneda constante); en 1.910 se redujo al 65%; en 1.950 cayó al 55%.; en 1.970 había bajado al 35%.; en 1.980 a poco más del 30%. En la actualidad se sitúa en torno al 20%.

Si bien es cierto que se ha reducido la proporción de personas en el umbral de la pobreza, no es menos cierto que el valor absoluto de los seres humanos que viven en la pobreza absoluta ha aumentado debido al crecimiento de la población. Sin embargo es alentador contemplar que en las dos últimas décadas no solo se ha producido una reducción en términos relativos, sino que también se ha producido en términos absolutos.

De acuerdo con el Banco Mundial, durante estas dos décadas la población mundial ha crecido en aproximadamente 1.800 millones, pero el número de pobres absolutos ha sido reducido en alrededor de 200 millones de personas.

«Los principales perdedores en el muy desigual mundo de hoy en día no son aquellos que están muy expuestos a la globalización. Son aquellos que han quedado excluidos»

Desde luego hay un hecho irrefutable: el desarrollo material de la última mitad del siglo pasado ha tenido como resultado que el mundo tenga más de 3.000 millones de personas que han sido liberadas de la miseria.

Podemos establecer sin dudar a equivocarnos que contra el «pecado capital» de la pobreza debe aplicarse «la virtud» del crecimiento económico.

{salto de pagina}

fotoSería ridículo olvidar que las más grandes reducciones de la pobreza han coincidido temporalmente con los períodos de crecimiento económico. En su Reporte sobre Desarrollo Humano de 1997, el PDNU (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) señala que la humanidad ha visto dos “grandes avances”. El primero empezó en el siglo XIX con la revolución industrial en Estados Unidos y Europa. El segundo comenzó durante el período de posguerra y se encuentra ahora en pleno apogeo, especialmente con Asia alcanzando logros espectaculares en la lucha contra la pobreza, el hambre, la enfermedad y el analfabetismo. Seis de cada diez asiáticos estaban en la pobreza absoluta en 1975. La cifra hoy en día se sitúa en menos de dos de cada diez.

Y, ¡oh sorpresa!, fueron los dos períodos en los cuales Occidente, y luego Asia empezaron a globalizarse de manera integral.

Podríamos decir junto con el que fue Secretario General de las Naciones Unidas Kofi Annan, en su discurso pronunciado en la conferencia de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) en Bangkok el 12 de febrero del 2000, justo después de las demostraciones contra la OMC:

«Los principales perdedores en el muy desigual mundo de hoy en día no son aquellos que están muy expuestos a la globalización. Son aquellos que han quedado excluidos».

Que todas las personas de buena voluntad queremos un mundo sin pobreza, más justo y más libre, es algo evidente. Que la pobreza solo se combate con crecimiento económico, también lo es. Lo de la justicia y la libertad lo dejo para otra ocasión.

Para terminar quiero decir que oponerse a la globalización, sin más, es condenar a los más desfavorecidos a perpetuarse en su miseria (que no en la nuestra), al eliminar o reducir el crecimiento económico. Y pagar este precio por el prurito de sostener una ideología romántica y, a mi juicio, trasnochada, no puede responder más que a la soberbia, a la ignorancia o a intereses inconfesables.