Esta sociedad, caracterizada por una dinámica vertiginosa y competitiva, se refleja en una sucesión continuada de cambios de variada naturaleza que afectan en mayor o menor medida a nuestra forma de vida, de pensar, hacer, enseñar, etc. Con frecuencia el cambio nos sobrepasa, si bien la percepción de estas transformaciones depende de muchos factores, ambientales, psicológicos, sociales… y, por supuesto, no se percibe la misma dinámica en un entorno rural o en uno urbano, en un contexto enriquecido o en uno empobrecido, en una institución abierta al cambio o en una cerrada.

Este mundo en continuo cambio necesita personas creativas, y teniendo en cuenta que la creatividad forma parte del desarrollo cognitivo y está estrechamente vinculada con la inteligencia, los docentes tendremos presente que lo realmente importante y valioso es que la creatividad puede ser educable.

Desde este punto de vista, debemos reflexionar y considerar la importancia que en la tarea educativa adquiere el desarrollo de la capacidad de “aprender a aprender” frente a la de almacenar conocimientos. Los contenidos de tipo procedimental (saber hacer) y actitudinal (saber valorar) ganan terreno frente a los de naturaleza conceptual. La capacidad crítica y colaborativa son la vía de entrada para establecer conexiones intra e interpersonales. Ahora bien, hemos de considerar, que junto al desarrollo de la metacognición “aprender a aprender” es necesario que los alumnos sepan como hacer frente a las nuevas situaciones con las que se encontrarán, es decir, que “aprendan a emprender”. En definitiva parece urgente y necesario prestar atención al desarrollo de la creatividad y el pensamiento divergente para educar en la “adaptabilidad personal” ante las diferentes opciones que se ofrecen en cada segundo de nuestras vidas.

Cuando un niño entra en la escuela posee una inclinación creativa que debemos cuidar con mimo, porque la tendencia es que la vaya perdiendo con los años a causa de los bloqueos emocionales, personales, educativos y socioculturales.

En este sentido, la importancia de las aportaciones que debemos hacer en las etapas de Educación Infantil y Educación Primaria adquieren una singular relevancia.

En general, todos los seres humanos nacemos creativos en mayor o menor grado. En el caso de los niños no es necesario motivarles para que sean creativos, bastaría con suministrarles un ambiente rico en posibilidades, que tengan suficiente libertad y que su curiosidad sea estimulada convenientemente, favoreciendo su necesidad de explorar y de experimentar las cosas. Lo que nos debe preocupar a padres y educadores es cómo evitar las restricciones de estas capacidades, tanto en el orden físico como en el psíquico, tanto en el desarrollo de su personalidad como en la adquisición de valores.

Por ejemplo, una escuela no creativa, racionalista en sus conceptos e ideas, rígida e inflexible en su estructura y disciplina, transmite siempre un mensaje inequívoco de lo que “no se puede hacer”, por encima de lo “que se puede hacer”.

Sin embargo, una escuela dinámica, humana, reflexiva, cooperativa, sensible a las necesidades de los alumnos, estimuladora del juego físico e intelectual, de las interrelaciones y encuentros múltiples, de la actitud positiva y del humor, del gusto por las ciencias experimentales… transmite, desde los inicios, un mensaje centrado más en lo que “se puede crear y proponer” que en lo que “no se puede hacer”. Es una escuela donde se facilita la surgencia de las capacidades creativas.

Una de las primeras consideraciones que hemos de tener en cuenta es que los profesores son únicos e irrepetibles en sus concepciones, ideas, expectativas y creencias y que, no todos tienen conciencia del papel que desempeñan en el desarrollo de la creatividad de sus alumnos.

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Cuando un docente está implementando contenidos tintados de creatividad, valora el “talento creativo” y, como consecuencia, potencia, recompensa y reconoce las producciones y expresiones divergentes, fomenta la comunicación, el intercambio y la ayuda entre unos y otros, en su proceder metodológico intenta crear el clima de clase adecuado y desarrollar en los alumnos las capacidades y cualidades más características de la creatividad: originalidad, expresividad, diversidad, flexibilidad, inventiva, curiosidad, sensibilidad…

La sensibilidad frente a los problemas se revela como una habilidad importante en el desarrollo de la creatividad, la inteligencia emocional de un niño y su capacidad de pensamiento divergente le permiten deducir antecedentes lógicos de una situación, saber ver la totalidad, obtener datos suficientes de la misma y decidir sobre las alternativas ofrecidas.

En el desarrollo de esta sensibilidad lo que se busca es, sobre todo, potenciar la curiosidad, la detección de incongruencias, la carencia de elementos y la incoherencia, en definitiva, estamos formando en capacidad crítica, en el análisis global de un problema y en la pertinencia de nuestras decisiones.

Si la creatividad en la escuela es “necesaria”, debemos hacerla “posible” desde la perspectiva de la enseñanza, proporcionando materiales estimuladores de la imaginación, ofreciendo un tiempo de reflexión y pensamiento para que los alumnos creen, animándoles a que se expresen cuando tienen algo que decir, valorando sus expresiones originales, aceptando la inclinación de algunos alumnos a adoptar puntos de vista diferentes, apreciando su individualidad. De la perspectiva del aprendizaje no debemos preocuparnos, dejemos que los alumnos se expresen y fluyan en creatividad, y pronto observaremos como toman las riendas de su propio destino.

Educar para la creatividad tiene siempre efectos positivos, tanto para cada alumno como para la sociedad, pues, en general, las personas creativas son siempre sensibles a los problemas humanos, distienden y crean climas de paz y solidaridad, son flexibles y fluidas, originales, autónomas e inconformistas, ofrecen alternativas y liberan tensiones, son auténticas lanzaderas de grupos hacia la búsqueda y conquista de nuevos progresos, y son interlocutores empáticos capaces de humanizar las relaciones.

Quizá la verdadera importancia del desarrollo de la capacidad creadora en la escuela se sitúe en lograr todas estas ventajas.

En este contexto la labor de la escuela no es tanto la de fomentar la creatividad con el uso de técnicas creativas específicas (por otro lado indudablemente útiles) sino fundamentalmente la de eliminar todo bloqueo de la creatividad mediante la proporción de un clima de confianza, libertad, sensibilidad, tolerancia, juego, armonía, diálogo y crítica en el que todos los niños se sientan queridos, valorados en sus facetas convencionales y en sus facetas diferenciales y sustancialmente valiosos como personas. Para ello no solo debemos fomentar el respeto y la divergencia sino ser un vivo ejemplo de ello, ya que la creatividad es un núcleo de ideas, conceptos, técnicas y estrategias aplicables a todas las áreas y a todas las situaciones escolares, desde la organización del mobiliario, la decoración de la clase, el sistema de agrupamientos, la metodología empleada, la exposición de los trabajos de los niños, el tipo de interacción alumno-profesor, etc.

Obviamente, aunque parezca una incongruencia, no existe una legislación específica para la aplicación de la creatividad en la escuela, porque entraría en contradicción con el concepto mismo, sin embargo, disponemos de bibliografía y estudios sobre la misma que nos ayudarán en la siempre difícil tarea de defender su incorporación a la escuela, sobre todo si la creatividad no es considerada como posible y necesaria.

Miguel Cendegú