Y esta es una buena noticia avalada por los datos que ha publicado el Sello FAIRTRADE-Comercio Justo garante de cara al consumidor de que el producto que adquiere ha sido producido y comercializado siguiendo los estándares internacionales de Comercio Justo, cumpliendo una serie de estándares sociales, avalando que en su elaboración se ha cuidado el medio ambiente y que en la fabricación de cada uno de los productos no ha habido implicado ningún tipo de trabajo infantil.

EL consumidor medio de todo el mundo se ha gastado durante 2007 más de 2.300 millones de euros en productos certificados con el sello FAIRTRADE-Comercio Justo del que se han beneficiado alrededor de 1,5 Millones de trabajadores y productores en 58 países distintos.

El crecimiento de todos los productos comercializados con este Sello ha sido abrumador. Las ventas de productos como el café, quizá el más emblemático, azúcar, algodón, etc. han aumentado enormemente, llegando a duplicarse en alguno de los casos.

Los principales beneficiados siguen siendo sin duda alguna los propios agricultores que ven, como además de obtener un beneficio financiero, alcanzan además una estabilidad y un plan de futuro impensable de otra manera. Y es que el Comercio Justo, como principio primordial, aviva las relaciones directas, hoy en día tan intermediarizadas, entre el productor y el consumidor.



La Cooperativa Heiveld en Sudáfrica, o como un grupo de trabajadores de plantaciones se convirtieron en agricultores independientes

En la pedregosa, arenosa y seca tierra de la región Cedarberg, situada a 400Km al norte de Cape Town parece, a simple vista que no podría cultivarse nada salvo polvo, sin embargo es la tierra dónde nace uno de los tés más apreciados del mundo: el té Rojo o té Rooibos.


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Durante años, la única opción de un agricultor sudafricano para obtener ingresos estables era la de trabajar en una de las granjas que los blancos poseían en la región. Recordemos brevemente el marco histórico: déjenme resumirlo con una palabra: Apartheid, es decir, agricultores sin licencia para poder cultivar ni asociarse, obligados a vender sus productos a intermediarios blancos a precios insultantes, sin acceso directo al mercado.

Con ese bagaje histórico, o precisamente gracias a él, un grupo de agricultores decidió en el año 2000 crear la Cooperative Heiveld formada por 14 miembros que se dedicaban a cultivar Rooibos y té salvaje, con la única ayuda de su esfuerzo, su tesón y el apoyo dos ONGs.

Los logros de esta cooperativa, relativamente joven, son notorios desde casi sus comienzos. Las mujeres comenzaron a trabajar pequeñas parcelas y a ganar dinero propio. Un grupo de ellas fundó una iniciativa para coser pequeños sacos de algodón para la venta del té en Sudáfrica y Europa. Y, por primera vez, los propios agricultores y sus familiares asumieron las tareas de gestión, recibiendo formación en contabilidad, procesamiento electrónico de datos y otras áreas. La barrera internacional tenía que ser la siguiente en caer. Con la obtención de un Sello de Comercio Justo, la venta de su producto a importadoras de Comercio Justo se vieron triplicadas.

Un café sostenible por favor


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Solo, con hielo, cortado, con leche ¿porqué no justo? ¿o sostenible?. Cada persona, de media, consume unas 690 tazas de café al año. Un total de 25 millones de personas se dedican bien directa o indirectamente a producir el café que abastece a los bares, máquinas expendedoras o domicilios particulares. Once millones de hectáreas de tierra están dedicadas a la producción de este cultivo.

En la actualidad la producción tradicional de café, aprovechando los nutrientes propios del terreno y en armonía con la flora y fauna local, ha sido sustituido por sistemas de cultivo intensivos gracias a la modernización agrícola y al uso de productos químicos. Y no es solo la biodiversidad la que se ve resentida por este tipo de cultivos, los pequeños propietarios pierden cada vez más su capacidad de producción frente a los grandes cultivadores, abocando a estos pequeños cultivadores a abandonar sus plantaciones y a buscar otras formas de vida.

Así que, si está en su mano, pida un café de Comercio Justo, no ya solo por la calidad de su sabor, obtenido mediante técnicas tradicionales, sin el uso indiscriminado de productos químicos, sino también por el hecho de que estará aportando su granito de arena para lograr alcanzar una sociedad sostenible y justa.