La indignación llega, así, a los centros de trabajo. Y emulando a David contra Goliat, algunos trabajadores se levantan, en pie, ante empresas y multinacionales todopoderosas. Un poder “supremo” basado en el miedo que ejercen a quienes explotan.

Trabajar más por menos, jornadas irreconciliables con la vida personal y familiar, precariedad, sueldos de miseria, flexibilidad son lo habitual en los puestos de trabajo. Y si levantas cabeza, te quejas, organizas o vas a la huelga, un ejército de parados espera a las puertas de la empresa y ¡adiós muy buenas! Algunos no se resignan y son un ejemplo de lucha, perseverancia y dignidad.

Es el caso de la plantilla de Telefónica-Movistar. Un año atrás una huelga de hambre de seis trabajadores en Barcelona, y que duró 23 largos días, rompió el cerco mediático y puso los focos de la precariedad y la explotación en dicha empresa. Una huelga que exigía la readmisión de Marcos A. Armenteros, despedido por bajas médicas justificadas, y a quien la empresa, aún hoy, se niega a reincorporar a pesar de haber ganado todos los juicios y haber recibido un amplio apoyo social y político. Ayer se cumplió un año del final de esta huelga de hambre, hambre de dignidad. Sus trabajadores siguen allí, exigiendo la readmisión de su compañero, la creación de ocupación digna y el final de la represión laboral y sindical.

Telefónica, fiel reflejo de la “marca España”, aumenta el salario a sus directivos, contrata a personajes de la talla de Iñaki Urdangarín y Rodrigo Rato, y baja, al mismo tiempo, el salario a sus trabajadores, precariza sus condiciones laborales y echa a la calle a quienes combaten estas medidas. Desde su privatización, en 1999, la multinacional ha eliminado 50 mil puestos mediante EROs-chantajes-voluntarios. Su plantilla fija es hoy de 20 mil trabajadores. A la par, sin embargo, aumenta el empleo vía subcontratas, menos costes laborales y ninguna responsabilidad empresarial. Se calcula que, en la actualidad, Telefónica cuenta con más de 100 mil trabajadores subcontratados.

Otro caso es el de HP-Hewlett Packard. En los últimos tres años, la empresa ha puesto fin a 300 empleos. Sus trabajadores no claudican. En junio pasado llevaron a cabo una de las huelgas más importantes en el sector informático con siete días de paro, a causa de los recortes salariales y la precarización de las condiciones de trabajo. Ahora, en noviembre, intensifican otra vez la protesta tras treinta nuevos despidos. Y organizan una importante movilización coincidiendo con la puesta de largo de Hewlett Packard en Barcelona, los próximos 10 y 12 de diciembre, cuando tendrá lugar el evento mundial HP Discover, que se prevé reúna a miles de personas de todo el mundo. La imagen de marca, como es bien sabido, es el “tesoro” más cuidado por estas multinacionales y el objetivo a abatir, o mejor dicho visualizar la auténtica marca, por parte de los trabajadores en lucha.

Panrico es la otra gran empresa a la que sus trabajadores, recientemente, han plantado cara. El centro de Santa Perpetua de Mogoda lleva ya más de seis semanas en huelga indefinida. Se oponen al despido de 745 trabajadores, de una plantilla de dos mil, y a una rebaja salarial del 18%, que se suma a recortes anteriores. Panrico es el claro ejemplo de la usura y la especulación, de cómo entidades financieras, fondos buitres y firmas de capital riesgo se han hecho con el control de la compañía, a la búsqueda del máximo beneficio en el más corto plazo, y donde lo último que cuenta son los derechos de su plantilla.

A menudo, decimos que el miedo empieza, parcialmente, a cambiar de bando. Acciones de desobediencia civil, ocupaciones de viviendas vacías propiedad de bancos… se han extendido en los últimos tiempos, con el apoyo de amplios sectores de la sociedad. Pero el miedo sigue muy presente en los centros de trabajo, en la sala de máquinas del capital. Miedo a perder el trabajo, a no poder pagar el alquiler o la hipoteca, a que te desahucien y te quiten la custodia de tus pequeños. Miedo que nos paraliza.

Tenemos miedo porque, ¿quién defiende nuestros derechos en el centro de trabajo? Las direcciones de los grandes sindicatos han claudicado frente a la patronal y al Gobierno. Han firmado una reforma de la negociación colectiva, de las pensiones, laboral… que ha significado un retroceso importantísimo en derechos que había costado décadas de conseguir. Necesitamos urgentemente un sindicalismo de calle, que tenga su centro de gravedad en la movilización y en la protesta y no en la mesa de negociación. Un sindicalismo abierto a aprender de lo nuevo, a sumar, a tejer alianzas con otros movimientos sociales. Un sindicalismo como estas experiencias nos muestran.

Ante tanta injusticia, solo queda la dignidad de quienes luchan. Gracias por vuestro ejemplo.

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