Algunas voces denuncian que la ayuda oficial al desarrollo en España ha descendido a niveles de los años 80. ¿Está tan mal la situación?

En niveles de ayuda oficial yo creo que estamos un poquito por encima, pero en el 2013 estaremos al ínfimo nivel de los años 80 y España, en esos momentos, era uno de los países de Europa a la cola de la cooperación. Esto significa que prácticamente vamos a dejar de hacer cooperación, pero con un montón de estructuras ya montadas y con una inversión inmensa que se ha hecho a lo largo de estos últimos 15 años.

¿Acabaremos tirando dinero?

Se ha tirado por la borda una inversión ingente, proyectos, esfuerzos y además descendemos a niveles de los 80 cuando se tiene una red muy potente con muchísima gente trabajando, que se ha profesionalizado en el buen sentido de la palabra, que sabe hacer cooperación. Además se desmoviliza a toda esta gente en países que tienen un tejido cívico alternativo muy inferior al de otros países desarrollados. En definitiva, se deja de ayudar, se destruye una inversión inmensa y se destroza buena parte del tejido cívico del país con lo cual es un dato terrible. Además todo ello se hace de la noche a la mañana, sin ninguna consideración ni sopesando los efectos.

El último Eurobarómetro revelaba que el 23% de los españoles se muestra partidario a recortar las partidas relacionadas con la ayuda al desarrollo en tiempos de crisis. ¿Demuestra una falta de solidaridad de la sociedad española?

Realmente España es un país muy solidario en situaciones de emergencia y proporcionalmente a su nivel de riqueza es uno de los países de Europa que más se moviliza cuando hay un terremoto en Haití o un huracán como el Mitch en Nicaragua. Lo que pasa es que, como tenemos una estructura cívica muy débil, son esfuerzos puntuales que después no se siguen. En el esfuerzo cotidiano España es un país muy poco solidario. Es decir, aportamos mucho menos al mundo no lucrativo que otros países europeos. Además el nivel de voluntariado y de implicación es mínimo.

¿Qué hay que hacer para que la sociedad civil tome conciencia y se implique?

De muchas formas. No solo es donar dinero, es colaborar con ONG como la nuestra o Médicos sin Fronteras, con asociaciones de barrio, con pequeñas fundaciones… eso que constituye la trama ciudadana y que en otros países aparentemente mucho más individualistas como Estados Unidos sin embargo es inmensamente mayor. Allí la gente participa mucho, lo tiene muy metido en los genes y en la cultura.

¿Qué se puede hacer para avanzar por ahí?

Pues ir creando un tejido, a través de organizaciones, que poco a poco vaya movilizando a la sociedad. Por eso es terrible que se recorte la ayuda de golpe porque eso también va a significar cortar también el impulso a la participación ciudadana que se estaba haciendo. Creo que es un retroceso muy fuerte no solo en términos de dinero sino en términos de hacer una sociedad más solidaria, más participativa y más generosa. Se trata de tener una sociedad civil activa y que no dependa solo del poder político.

Según Spainsif, la Inversión Socialmente Responsable ha crecido un 71% en el período 2009-2011. ¿Cómo lo valora?

En España la ISR todavía es mínima en comparación con los principales países europeos y Estados Unidos. En el Reino Unido, por ejemplo, la Inversión Socialmente Responsable, en proporción a la inversión financiera total, puede estar en torno a un 10% o 12% mientras que en España debemos estar en torno a un 1%. Es cierto que hemos crecido mucho en los últimos años pero ahí el incremento porcentual engaña porque pasar de un 1% a un 2% es un crecimiento del 100%. En España prácticamente el 99% de la Inversión Socialmente Responsable se concentra en los fondos de pensiones de empleo, pero la inversión de particulares es prácticamente nula.

¿Qué hacer para que los particulares inviertan en este tipo de productos financieros?

No se puede romper este círculo sin un impulso muy fuerte de la administración pública porque la sociedad desconoce los fondos de inversión socialmente responsable para particulares. Por otra parte, también es necesario un impulso por parte de las entidades financieras. A pesar de que ahora se ha estancado, hubo 5 o 6 años en los que el creció mucho el número de fondos éticos o de Inversión Socialmente Responsable que sacaban las entidades, pero son fondos que no se comercializan ni se difunden, que los tienen un poco para presumir en sus memorias de responsabilidad social.

¿Por qué esta paradoja?

Las entidades financieras no los difunden porque no se han atrevido y porque, efectivamente, no hay demanda. Les da miedo hacer una inversión fuerte en difusión, en publicidad, en poner objetivos a las oficinas… Este círculo lleva un montón de años sin romperse y yo creo que solo se puede salir de ahí con un impulso fuerte por parte de la administración pública que haga difusión de este tipo de cosas, que ponga condiciones preferenciales o determinadas exigencias a las entidades financieras para que mueva algo que en definitiva es muy positivo para el país.

Y hablando de lo que debería hacer el gobierno, ¿qué opina de la Tasa Tobin?

La tasa Tobin, tal y como se planteó, es un impuesto pequeñito, del 0,01%, al inmenso volumen de transacciones cortoplacistas financieras. Tobin inicialmente lo pensó para transacciones financieras internacionales de corto plazo, pero se puede aplicar a muchos tipos de transacciones. Este tipo de tasa tiene dos principales beneficios porque por una parte permite recaudar mucho dinero sin demasiado perjuicio para las entidades y, por otra, disuade las transacciones cortoplacistas y especulativas. Lo que en España se está estudiando es una mal llamada Tasa Tobin parecida a la que ya funciona en Francia que es una tasa que grava la compra cortoplacista de acciones. Tobin decía que había que meter arena a los engranajes de esas transacciones. Él no lo hacía con efectos recaudatorios sino para frenar esa especulación que es nociva y y que está en el origen de nuestra crisis. El movimiento social que está defendiendo esta tasa, y del que participamos activamente, dice que con fines recaudatorios también puede funcionar, porque sin necesidad de ser un gran impuesto podemos frenar la especulación y recaudar un montón de dinero que puede servir para ayuda al desarrollo, fines sociales en nuestros países…

Los expertos en finanzas auguran una evasión de capitales hacia aquellos mercados donde esta tasa no esté implantada…

Lo ideal es que sea asumida por todo el mundo porque si no sí que es verdad que se pueden desviar movimientos de este tipo a otros mercados, pero hay países que lo están haciendo y no pasa nada. En Suecia, Noruega o Dinamarca hay impuestos altísimos a las grandes fortunas y los ricos no se han ido.

El Reino Unido encabeza el grupo de países europeos contrarios a la implantación de la Tasa Tobin. ¿Va a ser un impedimento?

Creo que esto podría funcionar solo con que un núcleo de países de la Unión Europea quisiera ponerlo en marcha, pero es verdad que sería muy importante convencer al Reino Unido porque el mercado de Londres es muy importante.

¿Cómo valora las políticas de RSC que han emprendido las empresas españolas?

En general la RSC es un fenómeno de las grandes empresas en España y apenas ha llegado a las PYME, salvo honrosísimas excepciones porque, tal y como decía Molière, algunas pequeñas empresas hablan en prosa sin saberlo. En la actualidad, muchas empresas han dejado de entender la RSC en términos de donaciones o de filantropía y lo hacen en términos de RRHH, de productos, comerciales… pero creo que todavía la motivación fundamental es la imagen o la reputación. Es decir, quedar bien en los índices de sostenibilidad, en las memorias de RSC, en los rankings… Hay empresas que invierten mucho en Responsabilidad Social, pero realmente yo conozco ninguna empresa en España que ahora sea sustancialmente distinta a cómo era en el año 2000.

¿Qué papel ha jugado la crisis?

La crisis ha sido un elemento descorazonador en este sentido porque muchas de las empresas que más presumían de RSC y con mejores puntuaciones en todos los rankings mundiales han sido las empresas más depravadas. Solo hay que ver los bancos americanos como City Group o Bank of America. Han sido los que más han especulado con hipotecas subprime y los que más engaños han hecho y eran las empresas que estaban mejor cotizadas. Salvando las distancias, esto también ha ocurrido en España. Muchas de las empresas que más han presumido luego se ha visto que estaban absolutamente enfangadas en un modelo de negocio cortoplacista e insostenible.

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