Deber de recordar y contar lo que se ha vivido. Cuando oigo al candidato republicano Trump, pienso en que fue su partido el que impidió que los Estados Unidos formaran parte en 1919 de la Sociedad de Naciones que había creado el Presidente Wilson…

Y recuerdo que fue el Presidente republicano Reagan el que, con la señora Thatcher como indefectible acólito, marginó a las Naciones Unidas en la década de los ochenta, y la sustituyó por ineficaces e inconcebibles grupos plutocráticos (G7, G8… G20).

Y que fueron los “neoliberales globalizadores” los que sustituyeron los valores democráticos –que “deben guiar a la humanidad”, según la Constitución de la UNESCO- por valores mercantiles.

Y que fue el Presidente George Bush (padre) el que en 1989 no suscribió la Convención de los Derechos del Niño… y hoy siguen siendo los Estados Unidos, a pesar de los esfuerzos del Presidente Obama, el único país del mundo que no ha reconocido los derechos de la infancia.

Y que fueron los Estados Unidos republicanos los que crearon en 1993 la Organización Mundial del Comercio (OMC) fuera del ámbito de las Naciones Unidas.

Y que fueron ellos los que, con la inverosímil concurrencia del Reino Unido (Tony Blair) y España (JM Aznar) decidieron en 2003 la invasión de Irak, basada en la simulación y los intereses geoeconómicos…

Y que fueron ellos los únicos que se opusieron, en el año 2003, al reconocimiento del “derecho humano a la alimentación”, propuesto por la FAO…

Y que el impresentable presente candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos ha dicho claramente que no pondrá en práctica los acuerdos de la Cumbre de París sobre el medioambiente… porque “corresponde a la divinidad el cuidado de la Tierra”…

Deber de memoria.

Deber de contar lo que se ha vivido, para contribuir a que no vuelva a suceder.

Deber de recordar a los que apoyan al magnate Trump, en un gran clamor popular, que los anglosajones no son superiores a los latinos ni a los negros.

Deber de la ciudadanía de reaccionar inmediatamente y con firmeza, situándolos fuera de la ley, a los racistas y fanáticos.

Deber de la comunidad docente, científica, artística, intelectual… de liderar la movilización popular en favor de una vida digna para todos.

Deber de informar en todos los niveles educativos de lo que ha sucedido realmente, poniendo acento en la imperiosa necesidad de atajar de una vez por todas la deriva moral y ecológica que proyecta tan sombríos horizontes sobre el futuro común.

Memoria de las generaciones venideras para acelerar la transición de una cultura de fuerza a una cultura de la palabra, de la conciliación, de la paz.