Los jóvenes por jóvenes y los mayores por mayores, todos andamos anclados en esta dinámica.  Sin embargo la crisis nos está situando a cada uno en lugares poco deseables. Los jóvenes porque pierden su trabajo o ven reducir sus ingresos drásticamente y la orla de oro que les envolvía se va desvaneciendo. Los mayores porque su ansiada paz a la hora de  su jubilación se ve truncada por los esfuerzos que tienen que hacer para ayudar a los hijos y nietos física y económicamente, y ello con recortes en sus  pensiones que los dificulta su merecido vivir. El resumen es que existe una gran bola de nieve o mejor, de piedras pesadas. Y ello provoca mucho descontento porque el cinturón aprieta demasiado a las clases medias y a las menos favorecidas.

Y añado a todo lo anterior la injusticia, porque es injusto que tengamos que padecer unos los errores de otros. Cualquier Gobierno debe tomar decisiones profundas pensando en quienes  van a sufrir las mismas y dar soluciones reales pensando en el pueblo que representan. Porque son unos meros representantes elegidos por el pueblo y para el pueblo. Nos deben dar explicaciones y no subirse al podium del poder; tocar tierra, tener sueldos moderados, estar preparados para el sacrificio que conlleva poner la vida al servicio de los demás, al servicio de la “cosa pública” para no desembocar en un callejón sin salida.

Y es que  no alcanza el dinero para vivir y eso es determinante. Las instituciones y organismos públicos están al borde de la quiebra, endeudados hasta “las cejas” y la solución de nuestros gobernantes no tiene que ser aumentar la presión sobre la masa social con más impuestos, más multas…,  o demostrarnos un día sí y otro también casos de prevaricación, engaño,  gastos inentendibles con el dinero publico, nuestro dinero. Conseguir mejoras es un desafío grande y lo digo dejando de lado todo partidismo político. Y es injusto porque  existe ese pequeño porcentaje de personas que se enriquecen con negocios extraños, o no pagan sus grandes impuestos porque están muy asesorados para no hacerlo e incluso dominan el mercado por su poder económico. Eso si, si luego tú, hombre o mujer de la media nacional,  no pagas una multa ¡¡¡ prepárate!!! Y es injusto porque incrementan nuestras obligaciones y nos restringen  los derechos. Y es que tenemos derecho a vivir dignamente, en libertad y sin tantas presiones que enfermen una sociedad.

Cualquier persona que trabaje decentemente, tanto en su propia empresa como en la de otros como empleado, ve como cada día la situación económica está llegando a impedir que continúe  su actividad. De eso saben muchos las pequeñas y medianas empresas del mundo entero que no especulan con nadie, que quieren ser estables y no ver subir los precios de tantas cosas, que llega a no ser apto para cardíacos.  Los servicios básicos como luz, gas, agua, gasolina e incluso alimentación,  están a la cabeza del encarecimiento del costo de vida.

Por esto, entiendan aquellos que se den por aludidos mis comentarios y recuerden el dicho de “poner las barbas en remojo” ya que a muchos nos gustaría poder pedir responsabilidades políticas y legales contra todo tipo de actuación ilícita. Exigir como pueblo una profesionalidad a nuestros políticos, con estudios y carreras adecuadas, con unos títulos, un doctorado y  especializaciones  que les den capacidad para dirigir un país, que es mucho más que dirigir una empresa. Sin embargo, aquella sí exige a sus directivos la acreditación  de sus capacidades y títulos con responsabilidad. Ojala que todo esto acabara bien como en la Casa de la Pradera. No queremos más corrupción,  y menos sentir que se nos toma por tontos.

Por todo ello, sería necesario: No agrandar el círculo vicioso en el que llevamos atrapados varios años. Si tenemos menor consumo ello nos lleva a menos actividad económica, más cierre de empresas y más paro por tanto. Conseguir Gobierno y Oposición un pacto de Estado, cosa que tuvo que haberse conseguido ya hace tiempo cuando veíamos las colas del INEM, y dejarse de dar espectáculos bochornosos y más con el dinero de todos. Los agentes sociales no pueden seguir sobreviviendo gracias a las inyecciones millonarias del dinero público que reciben en forma de subvenciones directas y ayudas a cursos de formación, etc. Deberán apretarse el cinturón, como todos.

¿De verdad que es tan difícil reducir subvenciones a sindicatos, patronal, partidos políticos y Ongs subvencionadas de dudosos fines sociales?

¿De verdad que es tan difícil rebajar las retribuciones de los políticos un 30%, igual que lo han hecho gran parte de las empresas o recortar la plantilla de la función pública?

¿De verdad que es tan difícil que adelgace  la Administración?

¿De verdad que es tan difícil que acaben con la corrupción, venga de donde venga,  y las cuentas claras y diáfanas?

¿De verdad que es tan difícil reconocer los errores que se cometen?

¿O es que todo esto es un largo sueño de años y años y vemos fantasmas donde no los hay?