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Una década después de que los observadores vieron por primera vez signos récord de la peor mortandad para la especie, de acuerdo con la Wildlife Conservation Society (WCS).

Sin evidencia de enfermedades infecciosas o toxinas mortales en las muestras de tejido de las ballenas, los científicos están luchando para determinar la causa de la muerte. Algunos incluso están señalando con el dedo a las aves que se alimentan de la grasa de las ballenas.

Las ballenas llegan a las tranquilas bahías del Atlántico alrededor de Península Valdés a lo largo de costa patagónica de Argentina para dar a luz y criar a sus retoños. Desde 2003, se han contabilizado en la región al menos 605 ballenas francas muertas, dijeron  los funcionarios de WCS. De ellas, 538 eran crías recién nacidas. El año pasado el evento de mortalidad fue especialmente grave, con un récord de 116 muertes de ballenas, 113 de ellas crías.

“En 2012 perdimos casi un tercio de todas las crías nacidas en la Península”, dijo Mariano Sironi, director científico del Instituto de Conservación de Ballenas de Argentina.

“Las ballenas francas australes tienen en promedio su primera cría a los nueve años de edad. Esto significa que no será hasta dentro de una década que vamos a ver una significativa reducción en el número de crías nacidas, ya que todas las que murieron no podrán contribuir con nuevas crías para aumentar la población”, agregó Sironi en un comunicado, quien también es asesor del Programa de Vigilancia de la Salud de Ballena Franca Austral.

Sironi y su colega Vicky Rowntree, que es co-directora del programa de monitoreo, han estudiado unos extraños fenómenos que podrían estar estresando a las ballenas francas australes. Dicen que las gaviotas cocineras en Península Valdés arremeten contra las espaldas de los cetáceos para comer la piel y la grasa.

“Los ataques son muy dolorosos y causan grandes y profundas lesiones, sobre todo en la parte posterior de los jóvenes de 2 a 6 semanas de edad”, dijeron los investigadores en un comunicado de WCS. “Este acoso puede durar por horas. Como resultado, las madres ballenas francas y sus crías están gastando mucha energía preciosa durante una época del año cuando las madres están en ayuno en un lugar donde está disponible poco o ningún alimento para reponer las reservas de grasa”.

La situación es desalentadora para una especie que habían hecho una significativa reaparición desde que descendió su población por la industria de la caza de ballenas.

“La población de ballena franca austral es todavía sólo una pequeña fracción de su tamaño original, y ahora tenemos razones para preocuparnos por su recuperación”, dijo Rowntree.

A pesar de que la ballena franca austral no está en la lista en peligro de extinción, los conservacionistas advierten que las poblaciones hermanas de la especie podrían extinguirse si fueran atacadas en este momento por alguna misteriosa mortandad. Por ejemplo, se cree que solo quedan 500 ballenas francas del Atlántico Norte.

 

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