Varios informes recientes, han demostrado que el carbón mata, desde que se extrae hasta que se quema y no sólo porque contribuye al cambio climático, también por las malas condiciones en los que trabajan algunos mineros o por la contaminación de las emisiones derivadas de la quema de carbón.

Algunos ejemplos:

En India sólo la contaminación de la quema de carbón ha causado entre 85.000 y 115.000 muertes en 2011 y 2012 y ha costado al Gobierno entre 3.300 y 4.600 millones de dólares. En China, además de agravar significativamente el problema de contaminación ambiental, el carbón está destruyendo la biodiversidad de las áreas mineras y generando graves problemas de gestión de residuos. En Australia la quema de carbón está acabando con la gran barrera de coral que, por el ecosistema al que da apoyo y por su belleza inigualable ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad.

Pero los impactos del carbón no sólo suceden lejos, el último estudio presentado por Greenpeace pone de manifiesto que la contaminación derivada de las 300 mayores centrales térmicas de la Unión Europea se cobró 22.000 vidas humanas en 2010 y que, en España, el carbón causó 500 muertes en 2010  a pesar de ser uno de los peores años para el sector que no consiguió la presencia deseada en el mix energético.

Cuesta creer que países como el nuestro, pioneros en la producción de tecnologías renovables, sigan produciendo electricidad mediante el carbón, pero así es. Y no sólo con las plantas existentes, a base de subvención. Lo más grave es que España, lejos de aprovechar la sobrecapacidad instalada para ir cerrando las viejas centrales de carbón planea construir nuevas “fábricas de cambio climático”. Un ejemplo de ello es un nuevo grupo de generación a base de carbón que quiere instalarse en la Central Térmica de Los Barrios (Cádiz) algo que desde Greenpeace trabajamos para impedir, como lo hacemos, también, en otros países como Alemania o Polonia, en los que los gobiernos siguen permitiendo la instalación de nuevas plantas de quema de carbón.

El Día de Acción Global llega en un momento clave: los imperativos climático y económico marcan una senda de reducción de emisiones que el sector -con gran poder económico y polítco en el mundo- se niega a aceptar. Pero en algo hemos avanzado: la ciudadanía tiene cada vez más claro que las barreras a la [R]evolución Energética no son ni técnicas ni económicas y sale a la calle para denuncia que Gobiernos como el de España supediten sus derechos a la vida o a la salud a los intereses económicos de los grandes empresarios del sector.

 

greenpeace.org