Con la cabeza nublada de turbios pensamientos, sentía un dolor punzante en el alma. Le faltaba el aire, le temblaban las piernas sintiendo como se repetía una vez más la misma situación; la humillación presa e inerte ubicada en un pequeño rincón de su gran corazón.

Necesitaba correr, evadirse y empezó a callejear reflexionando y mirándose a sí misma, patética, desecha de dolor.

Horas más tarde, recibía la llamada de su amado con excusas bien diseñadas, con mentiras perfectamente hiladas y Carol a pesar de ser conocedora de que todo era una farsa, como una pieza de sainete dramática y  jocosa, de nuevo le aceptaba.

Ella, era una mujer atractiva, sensible, paciente, llena de alegría y color; pero cuantos días le acompañó el silencio.

Saturada por el vacío que asediaba  su casa, le llamaba, pero él no contestaba. ¿Y ahora donde estará? ¿Pero por qué no contesta? ¿Por qué no me llama? Incesante y hasta casi enloquecer, una y otra vez se lo preguntaba.

¡Pobre Carol! Qué bien disimulaba su tristeza ante el resto de los ojos que, incrédulos a su aparente bella historia de amor, la observaban.

Hoy, después de mucho tiempo le ha dicho adiós. Aquella tarde, Carol decidió cerrar esa puerta que día tras día abría con la esperanza y cerraba con desilusión. Hoy, por fin ha cerrado esa gran puerta de realidad irreal a pesar de su contradicción.

Pobre de aquel hombre de doble vida llena de mentiras que dejo, presa tras esa puerta que Carol cerro, la gran oportunidad de su vida. “El verdadero amor”.

La verdad es dolorosa, pero a veces se necesita para poder avanzar.

Cerrar puertas a sueños fallidos es necesario para abrir nuevas ventanas que hagan entrar la luz y así nos empujen e irradien para caminar hacia un futuro mejor.

 

María del Carmen Aranda es escritora y autora del blog mariadelcarmenaranda.blogspot.com