Se trata de un movimiento de personas o instituciones que por algunos es llamado  “la revolución necesaria”, y quien así lo ha definido es el mismísimo Peter Senge. Este movimiento quiebra la tradicional relación entre el sector público, privados y el mundo sin fines de lucro, ya que sus límites se diluyen de manera creciente y de tal forma, que dan nacimiento a una nueva corriente que rompe con la tradicional institucionalidad, la cual ha sido llamada el cuarto sector o empresa social.
 
Esta nueva forma de organizarse, ya sea de personas o instituciones, si bien tienen como fin último el cambio de la sociedad y del modo que estamos acostumbrados a hacer las cosas, es económicamente independiente, competitiva y lucrativa dentro de un parámetro sustentable tanto económica y socialmente, como ambientalmente.
 
Lo interesante de esta nueva tendencia es que ha encontrado en la gestión de su financiamiento una nueva forma de llevar a cabo su labor de cambio social y desarrollo económico. Surge como revelante, el que no sólo prime la eficiencia de su proceso productivo, sino la capacidad de generar estos recursos dentro de un marco ético de sus negocios u organizaciones. Esta gestión, además, tiene valor por sí misma ya que fideliza a clientes y empleados por el sentido y valor que imprimen a su proceso productivo.
 
En breve, la generación de riquezas es para esta “revolución necesaria” o cuarto sector un medio para lograr sus objetivos de sustentabilidad y de respeto por el otro en cada sociedad, y no el fin último de su “hacer”, es decir, el “ser” es el eje de su proceso productivo, sea cual sea.
 
Mientras los sectores tradicionales intentan reinventarse para enfrentar los desafíos crecientes de las sociedades globalizadas, este nuevo sector surge como un híbrido que ha tomado lo mejor de ellos. Funcionan en el libre mercado pero con la finalidad de provocar un cambio social, económico o cultural; y poseen la independencia, solvencia y holgura necesarias para desarrollarse equilibradamente considerando a la sustentabilidad como su eje de gestión y medición de resultados.
 
En Chile, si bien hay algunos ejemplos de este tipo, aún no existe un cuarto sector como tal. Tal vez sea una cuestión de tiempo, pero también se requiere estimular la innovación y la reinvención organizacional, para que actúe como el nido del emprendimiento social, participación ciudadana, conciencia socio-ambiental. Para generar el ambiente para la revolución necesaria, es necesario alimentar la sensación de que es posible provocar cambios en la forma en cómo nos organizamos y, sobre todo, en cómo generamos nuestros resultados sociales y económicos.
 
Por último,  me quedo esperanzada de que sepamos estimular el crecimiento de un cuarto sector en Chile y que, en un futuro cercano, nuestras empresas, organizaciones o movimientos sociales alcancen niveles de impacto que hagan de Chile una sociedad reconocida mundialmente por ser una economía competitiva, pero también con equilibrios sociales dentro de la sustentabilidad y desarrollo humano.

Por Soledad Teixidó – Presidenta Ejecutiva de Fundación PROHumana.cl