Observando sus expresiones de asombro conforme se sucedían las imágenes, recordé la sensación de desasosiego que a mi mismo me inundó cuando lo vi por primera vez. Y es que cuando te exponen con esa crudeza todos los montajes y manejos que llevaron al sistema financiero occidental a provocar la grave crisis actual, pasado el asombro inicial, te inunda un sentimiento de indignación y rechazo a la vez que piensas que resulta necesario hacer algo para ponerle coto a tanta impunidad. Sin embargo es inevitable sentir que hacer frente a ese poderoso establishment económico que rige las finanzas internacionales, escapa a tus posibilidades.

Resumiré la historia relatada en el documental, y que expone las causas de la crisis financiera.

En la pasada década los altos ejecutivos de los bancos de inversiones estadounidenses creyeron ver una oportunidad de negocio que les podía reportar suculentos beneficios, y tras conseguir del gobierno una amplia desregulación del mercado financiero, en clara connivencia con la Reserva Federal  y el Tesoro, tuvieron las manos libres para elaborar “artilugios” financieros con los que obtener beneficios adicionales a su mercado tradicional como prestamistas al uso (hacer préstamos a particulares y empresas  obteniendo intereses por ello), mediante su incursión en el creciente mercado financiero global.

La gran “invención” consistió en los llamados derivados financieros (CDO), cuyo razonamiento a nivel básico es el siguiente:

Con lo exuberante que está la economía en estos años, si yo, banco, tuviera fondos ilimitados para realizar préstamos a terceros, teóricamente la expansión se prolongaría en el tiempo mientras mis beneficios se incrementan exponencialmente, pero sucede que no tengo tanto dinero como quisiera, ya que sólo dispongo del capital de mis balances formado fundamentalmente por las imposiciones de mis clientes. ¿Como conseguir entonces más capital al que sacarle rendimiento?, ¿Y si, dada la abundancia de flujos financieros a nivel global que diariamente buscan rendimientos, yo pudiera captar una parte de ellos con la que hacer nuevas operaciones?, ¿Pero cómo hacerlo?

Surge entonces la idea de los derivados (CDO) consistente en “vender” los propios créditos del banco a terceros para obtener nuevos recursos con los que incrementar el negocio: reunimos un determinado volumen de pólizas de créditos (hipotecas, préstamos personales, para estudios, etc.) concedidos a clientes, cuotas de tarjetas de crédito, etc. que aportan una determinada rentabilidad y pido a una agencia de calificación de riesgos que estudie ese paquete y me certifique si son de buena calidad, es decir, si los clientes tienen solvencia para hacer frente a los pagos. Además, para asegurar al futuro comprador sus rendimientos, asocio a ese paquete un seguro contra posibles impagos.

¿Qué producto estamos ofreciendo entonces? Pues en definitiva un determinado volumen de cuotas de préstamos pendientes de devolver, con sus correspondientes intereses, que se agrupan en paquetes y que han sido analizados por agencias de calificación que certifican su calidad y adicionalmente asegurados frente a impagos, por lo que teóricamente estamos ofreciendo en el mercado financiero un producto con rentabilidad asegurada. Es una innovación genial para los bancos de inversión estadounidenses, que con éste sistema ya no se tienen que ver sujetos a los recursos propios para incrementar su negocio. Acceden a capital de fondos de inversión en derivados y con ellos conceden nuevos préstamos que empaquetan en CDO’s, que posteriormente son revendidos a su vez a nuevos fondos de inversión, y estos a otros y a otros hasta repartirse por todo el mundo, porque todo parece estar bajo control y con las debidas certificaciones y salvaguardas para los intervinientes.

¿Por qué entonces estalla todo este invento hasta provocar la crisis financiera actual, en la que todavía nadie sabe a ciencia cierta hasta donde llega el problema?

Pues sencillamente, porque la avaricia humana no tiene límites. Lo que inicialmente consistía en un innovador producto financiero que expandía los rendimientos a nivel global, se convirtió en realidad en una gran estafa en el momento en el que sus creadores pensaron que todo era poco.

Como ya no hacía falta tener dinero propio porque se conseguía en el mercado financiero con los CDO, los bancos empezaron a conceder préstamos con el dinero de terceros en una especie de barra libre financiera, mientras las agencias calificaban fraudulentamente a estos derivados con sus triple A y las aseguradoras ofrecían sus coberturas. Para redondear más el negocio, desde los simples comerciales de estos bancos hasta sus directores generales, recibían bonificaciones por el incremento en el volumen de operaciones, por lo que se trataba de firmar pólizas de préstamo a toda costa (y sin hacer demasiadas preguntas) para reunir paquetes, ponerles la etiqueta de triple A, asegurarlos y ponerlos en circulación en el mercado global. Es decir, finalmente acabó convirtiéndose en una especie de estafa piramidal a escala mundial, que estalló con los impagos de las llamadas hipotecas subprime.

Entre los bancos de inversión implicados figuraban Lehman Brothers, Goldman Sachs y Fannie Mai, mientras que las principales agencias calificadoras intervinientes fueron Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch.

¿Y qué se ha hecho para remediar este desatino financiero?

Dejando a un lado las soluciones aplicadas en EEUU al problema (emitir de forma masiva dinero para tapar las quiebras de bancos y aseguradoras, a costa de un gigantesco déficit que soportarán durante años sus ciudadanos), en Europa parece que la solución se inclina por la reducción drástica de los déficit de los estados más afectados, para así recuperar la confianza de los mercados sobre su capacidad para devolver la deuda emitida y conseguir  que se vaya refinanciando a sus vencimientos  sin costes excesivos, mientras en paralelo se reduce la necesidad de financiación  a niveles considerados  de bajo riesgo en función del PIB del país, todo ello a sabiendas de que ello implica más recesión, más desempleo y más cargas para los ciudadanos.

Además, ningún país ha aplicado nuevas medidas reguladoras que limiten seriamente nuevos excesos similares en el futuro. Tampoco a los responsables del desastre les ha sido aplicada ninguna sanción, y si acaso han recibido una millonaria indemnización al dejar su cargo, o nuevos cargos de responsabilidad.

Por el contrario, una de las medidas más generalizadas ha sido la de provocar fusiones entre entidades para crear gigantes financieros con capacidad global, que resistan cualquier circunstancia, lo que les dota de un poder de actuación a escala mundial.

¿Cómo ha reaccionado el poder político frente a estos sucesos?

De forma realmente timorata, con miedo y sin ideas, poniendo además al frente de quienes tienen que solucionar la crisis, a personas directamente relacionadas con los causantes de la misma y, como en el caso griego e italiano, sin haber sido elegidos por los ciudadanos para el cargo:

Grecia. Primer Ministro Sr. Papademos, Presidente del Banco Central Griego, organismo que usaba habitualmente los servicios de asesoramiento externo  de Goldman Sachs.

Italia. Primer Ministro Sr. Monti, ex asesor para Europa de Goldman Sachs.

España. Ministro de Economía Sr. De Guindos, ex presidente para España y Portugal de Lehman Brothers.

BCE. Presidente Sr. Draghi, ex vicepresidente para Europa de Lehman Brothers

Así que en esas estamos ahora mismo, sufriendo todavía el colapso financiero (ausencia de crédito a empresas y familias) y colateralmente económico que estos buenos señores (organismos públicos de supervisión, bancos de inversión, agencias de calificación, etc.) organizaron, lo que implica recesión, desempleo y sacrificios para los ciudadanos.

Parafraseando a Lampedusa en su novela “El gatopardo”, ¿no será que la política que se pretende llevar a cabo consiste en que “algo debe cambiar para que todo siga igual”?.

En fin, parece que salvo que hagamos algo a nivel ciudadano, nos tocará pagar  los platos que otros rompieron. ¿Qué opinan ustedes?