«La educación sexual en los colegios es esencial para la igualdad de género y la salud reproductiva». No lo dice un teórico, un sexólogo ni ninguna institución interesada. Es la conclusión a la que llegó Naciones Unidas, más concretamente la Unesco, en un informe publicado hace apenas tres años. La Organización Mundial de la Salud ya había advertido, a principios de este siglo, de la necesidad de que «los programas de educación sexual se inicien tempranamente, sean específicos para cada edad y constituyan una actividad continua de promoción de la salud durante los años escolares. Deberían empezar en la familia, con los niños en edad preescolar, y estar en conexión con la escuela».

El 80% de los países analizados por la Unesco para su estudio contaba con algún programa que contemplaba la educación sexual como materia en los colegios. España no está entre ellos. Más allá de iniciativas individuales en algunos centros, no existe, en nuestro país, obligación legislativa de incluir en el currículum escolar ninguna asignatura con un contenido relacionado con la sexualidad, bien sea a nivel biológico, social o psicológico.

Respecto a la situación mundial, la especialista principal en Educación para la Salud del Programa de la Unesco, Joanna Herat, declaró en la presentación del análisis que «a pesar del aumento de la voluntad política, sigue habiendo una brecha importante entre las diversas políticas regionales y mundiales vigentes y su aplicación sobre el terreno. Por ese motivo, a los jóvenes se les deniega a menudo hasta la información más elemental sobre su salud y sus derechos en materia de sexo y reproducción».

En España ni siquiera estamos en la fase de «voluntad política», más allá de que algunos gobiernos regionales y municipales organizan charlas puntuales en institutos, dirigidas a adolescentes. En varias de ellas ha participado el sexólogo José Bustamante, que considera estas iniciativas del todo insuficientes: «Son solo un par de horas, y no asimilan lo que les contamos, no se les impregna porque no tienen la continuidad de una asignatura. Además, tienes que luchar contra la otra parte de la balanza, la educación patriarcal de muchas familias, y la televisión».

El especialista cree que impartir una materia así en los colegios es absolutamente necesaria en España, y que en casos como el de La Manada tiene mucho que ver esa carencia. «Es la educación en salud sexual, pero no solo higienista, la que se refiere a enfermedades de transmisión sexual o embarazos, sino la que también abarca el conocimiento y asimilación de la libertad propia y la del otro», matiza Bustamante.

La pocas veces que se ha iniciado un debate en España, los sectores conservadores lo han frenado. «Piensan que educar sexualmente es incitar a practicar el sexo desde pequeños, ser promiscuos, a frivolizar sobre un tema tan serio. Pero ya hay muchos estudios científicos, como los de la propia Unesco, que dicen todo lo contrario», explica este experto.

En España, la educación sexual no ha estado regulada de manera expresa en ningún periodo legislativo. La LOGSE de 1990 lo incluía en la «educación para la salud», una materia transversal. Con la Ley Orgánica de Educación (LOE) de 2006, se incluyeron algunos contenidos sobre sexualidad en la asignatura Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, con el PSOE en el Gobierno. Con la llegada del PP y la siguiente reforma educativa en 2013 (LOMCE), se eliminó todo contenido relacionado con la sexualidad en el currículum académico español.

Bustamante concluye, en este sentido: «Está demostrado empíricamente que quienes reciben educación sexual desde pequeños le cogen más respeto, suelen pensárselo más y, sobre todo, aprenden a respetar la intimidad y la postura de la otra persona. Debemos ceñirnos más a lo que dice la ciencia, y dejarnos de ideologías».