487468421_lhEste consumo “pasivo” se produce a través de gusanos: las aves tienden a alimentarse en zonas de alcantarillado, donde encuentran gusanos que, previamente, han ingerido bajos niveles de Prozac a través de desechos humanos, informa The Guardian. La doctora Kathryn Arnold, ecologista de la Universidad de York, ha explicado que las hembras no estaban interesadas en los machos que les presentó durante el estudio: “se sentaban en el medio de la jaula, sin ningún tipo de interés”.

Por ello, se preguntó sobre lo que podían contener las aguas residuales donde los pájaros acudían en busca de comida: “Si tomamos una píldora para el dolor de cabeza, por ejemplo, una alta proporción de la misma termina siendo excretado”. A partir de aquí, analizaron los niveles de Prozac presentes en los gusanos de tierra que habitaban en dichas aguas residuales: era pequeña, alrededor de 3-5% de la dosis humana promedia, informa The Guardian. Posteriormente, alimentaron a 24 aves captivas con esas lombrices, analizando su comportamiento durante seis meses.

La sorpresa fue que los pájaros comenzaron a mostrar efectos secundarios similares a los que podían acontecer a los mismos seres humanos que tomaban Prozac.”El principal hallazgo fue la pérdida de apetito. En comparación con las aves captivas que no habían ingerido ninguna cantidad de Prozac, comieron menos cantidad de alimento y picaron durante todo el día”. Por ello, concluyeron que estas aves que modificaban sus hábitos podrían tener muchas más dificultades para sobrevivir durante las largas noches de invierno a causa de un déficit en su alimentación. Sin embargo, también concluyeron que el consumo de Prozac en las aves no tiene efectos similares a los de los humanos en relación a su estado de ánimo.

El estudio fue presentado en BBC2 Autumnwatch, donde su presentador, Chris Packham, explicó que la respuesta a este fenómeno no es nada simple y añadió que “este cambio de comportamiento podría tener un impacto negativo sobre su ecología. Sabemos, además, que hemos perdido 50 millones de estorninos en el Reino Unido desde la década de 1960”. Sin embargo, con todo, los expertos declaran que los resultados del estudio no quieren atacar al consumo de Prozac ni a la gestión de las aguas residuales, sólo que la ciencia “debe ofrecer mejores estimaciones de los riesgos ambientales que plantean los productos farmacéuticos”.

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