En una coyuntura de bajos tipos de interés, la rentabilidad de los proyectos ligados al desarrollo de infraestructuras sostenibles resulta extremadamente atractiva.

El tipo de interés medio a largo plazo en las economías de la OCDE viene situándose en los últimos 5 años en la horquilla entre el 0% y el 4%. Frente a esta situación, contrastan las rentabilidades medias de los proyectos de la nueva economía verde. Por ejemplo, si tomamos el sector energético como referencia y consideramos las tecnologías solar y eólica, la rentabilidad media de los activos alcanza sin dificultades niveles de 7% a 12% de rentabilidad sobre fondos propios (excluyendo el efecto de cualquier apalancamiento financiero).

Es decir, existe una substancial prima de rentabilidad por cada euro invertido en el sector verde frente a los tipos de interés de referencia en el mercado a largo plazo. La principal razón del incremento en la rentabilidad de estos activos es sin duda el alto grado de competitividad de las tecnologías sostenibles. El caso del sector energético resulta paradigmático. Las energías renovables se han visto obligadas a hipercompetir en un mercado extremadamente difícil, plagado de barreras de entrada y con no pocas dificultades exógenas.

Esta hiper-competencia ha tensado de tal modo a la industria renovable que ha tornado el contexto de hiper-competencia en hiper-competitividad. Los costes de inversión se han reducido drásticamente conducidos por dos factores fundamentales, el avance tecnológico y el incremento de la oferta.

Como consecuencia, el crecimiento en las inversiones ha sido imparable. Ya desde 2010 las inversiones en energías renovables superan a las inversiones en energía convencional a nivel mundial. Las energías renovables muestran el mayor crecimiento en capacidad instalada, siendo las tecnologías de mayor consolidación y crecimiento a futuro. Obviamente, este crecimiento lleva aparejado una ingente movilización de recursos financieros. Según datos de Bloomberg New Energy Finance, a pesar del sostenido abaratamiento de los costes de inversión, la inversión anual en 2015 en energías renovables ascendió a 329bn de dólares.

De otro lado, la propia naturaleza de los proyectos de infraestructuras juegan a favor en relación con los otros dos factores de la ecuación: el plazo y la volatilidad. Las inversiones verdes están ligadas a sectores como las infraestructuras energéticas, transporte, gestión y tratamiento de aguas, etc… En esencia, estos sectores se soportan sobre activos a largo plazo y con baja volatilidad subyacente. Pero es que además, los sectores donde se juega el partido de la economía verde son intensivos en capital.

Es aquí donde, volviendo a la actual coyuntura, se genera un circulo virtuoso que estimula la inversión. Dado que la ecuación ‘rentabilidad – plazo – volatilidad’ parece jugar a favor de las inversiones verdes, si le sumamos la coyuntura actual de bajos tipos de interés y alta liquidez en los mercados de capitales, el futuro parece aún más proclive para la inversión en infraestructuras sostenibles.

Manuel Gómez Gutiérrez-Torrenova es coordinador académico del Programa Directivo Finanzas para la Sostenibilidad y el Cambio Climático del IEB.