Conchita no le iba a la zaga y amén de una gran actriz era una persona extremadamente culta que, muy poca gente lo recuerda, elaboraba para “La Codorniz” El damero maldito, una suerte de crucigrama tremendamente complicado puesto que las repuestas se repartían en casilleros, como sus homólogos, pero la dirección de las letras podía tomar la trayectoria de cualquiera de las piezas de ajedrez. Verdaderamente peliagudo. Hoy resucito el título de la novela de Neville y el damero de Conchita, para hacer una analogía con los candidatos de los distintos partidos a las próximas elecciones.

Se dirán ustedes, amables y pacientes lectores, cuán complicada es la puesta en escena de mi reflexión pero verán, conforme avanza el artículo, que era la mejor forma de exponer mi pensamiento. Y para que nada les confunda hablaré siempre en genérico obviando repetir: el candidato y la candidata, las ciudadanas y los ciudadanos…  refiriéndome siempre a ambos sexos.

Nada más liquidarse esta legislatura, incluso antes, todos los partidos se apresuraron en la búsqueda de candidatos que hicieran atractiva y creible su lista. Al principio juraron que esta vez la cosa sería distinta a los que habíamos visto en anteriores elecciones y que sería la ciudadanía, los simpatizantes o la base de los partidos quienes escogerían a los más idóneos para confeccionar sus elencos. Entre las promesas y las proposiciones estaba la de que ningún candidato imputado, sospechoso o abiertamente corrupto, estaría entre los nombres de ninguna formación. Algunos aseguraban que no recogerían a los excedentes y prófugos de otros partidos y casi todos se juramentaban para no incluir en sus propuestas ni a los inútiles ni a los tontos útiles.

candidatos-20DEl Pueblo y los militantes de los partidos se frotaron las manos esperanzados. ¡Al fin había llegado la cordura!, los más honrados, capaces y responsables ocuparían los puestos, haciendo tan sugerentes las listas de unos y de otros que nos sería difícil a los votantes saber a quién votar. No importaría si el descolocado de turno fuese un barón del partido, un octopus de ocho brazos, un trepa o el niñato a quien su padre consigue meter en las listas mediante una importante donación al partido. Tampoco los amigos ni los compañeros de colegio, si no tenían las cualidades ni la honradez suficiente para representar a los votantes. Pero en cuanto empezó el baile todo cambió.

Las promesas han sido convenientemente matizadas y de nuevo han aparecido las fuerzas ocultas de los que tienen agarrados por los cataplines a los primeros espadas de sus respectivos partidos; los trásfugas; los amiguetes; los compañeros de colegio; los incombustibles; los socios, y otras especies del mundo político. Y no pasaría nada si fuesen dignos de llevar la candida, es decir, la toga blanca que lucían los candidatos al senado y a las magistraturas romanas, y que significaba honradez. Sin embargo, las togas de muchos de estos “amigos” son de otro estilo y no precisamente de color blanco.

Y como en el damero maldito de Conchita, saltan de ideología y de formación política según conviene. Hoy pueden ser fervientes nacionalistas o regionalistas y aparecer en las listas del PP y de Ciudadanos. Corruptos enmendados que, no obstante, no devuelven ni un duro. Los hay que militaron en partidos de izquierda y terminan en la derecha más recalcitrante, y viceversa. Abundan los que se integran en partidos que hace un año ponían a parir y les exigían renovación y transparencia. Y todo esto es entendible: hay que seguir “chupando teta”. Lo que ya es incomprensible es que los partidos que los recepcionan lo hacen colocándoles en sus listas sin consultar a sus bases y menos a sus votantes, en los lugares y cabeceras que decide el líder de turno, el único apto para saber lo que más le conviene al Pueblo.

Por supuesto que hay nuevas incorporaciones de gentes capaces que pueden transformar la política y eso es aplaudible, siempre que sean aceptados por el conjunto de los militantes y no por el dirigente o las ejecutivas, porque si el candidato es válido y honesto, no tendrá muchos opositores. Solo hay una formación política, que este articulista conozca, cuyos candidatos han sido elegidos realmente, y sin subterfugios, por votación popular abierta a todos los ciudadanos que han querido participar en ellas y se trata de las candidaturas y las coaliciones electorales de Izquierda Unida. Pero, en general, tendremos listas de personajes colocados por la puerta de atrás – luego nos extrañamos de que salgan por puertas giratorias – y de viejos militantes con las manos manchadas por especulaciones y corrupciones; personajes que hacen el salto del caballo, el recorrido del alfil o el enroque de la torre, incluso que tienen la versatilidad de la reina. Todos bailando sobre el tablero de siempre y protegiendo al rey. Invariables.

Empezó el baile queridos amigos, no sean cándidos. Ni el propio Edgar Neville se libraba, había estudiado en el colegio del Pilar de Madrid. Sin embargo, se trataba de un hombre culto e inteligente que nos hizo reír con sus comedias y llorar en sus dramas, igual que algunos candidatos que ocultan bajo sus blancas candidas los más grises pensamientos y lo digo en su doble acepción de oscuros y simples. Mientras tanto, ellos siguen saltando por el tablero y ustedes y yo escuchándoles con escepticismo.