En el siglo XVIII un imperio ruso en expansión, comenzó a explorar Alaska fundado factorías dedicadas principalmente al comercio de pieles llegando a bajar hasta la Alta California.

La consecuencia inmediata fue que ante la amenaza de perder unas tierras consideradas como propias pero sin presencia española, el Rey Carlos III encargó al Virrey Carlos Francisco de Croix y al Visitador José de Gálvez la organización de una expedición para explorar y colonizar la zona. El 6 de mayo de 1768 se reunieron José de Gálvez y el presidente de las misiones franciscano fray Junípero Serra con varios oficiales y pilotos para organizar el plan colonizador. Decidieron que serian cuatro las expediciones en las que participarían soldados, misioneros y colonos además de ganado (caballos, mulas, vacas y cerdos). Partirían dos por tierra y dos por mar encontrándose en la bahía de San Diego. Pensaban que si una expedición fracasaba las otras tres seguirían adelante. Una vez reunidas fundarían una Misión y un Presidio (el objetivo de la misión era convertir y evangelizar a los indios y el del presidio “fuerte”, el baluarte militar encargado de proteger las misiones y la población).

El elegido para comandar la expedición es el capitán del Regimiento de Dragones de España, Gaspar de Portolá i Rovira, que en ese momento era gobernador de la provincia.

Portolá nacido en Balaguer (Lérida) había sido el encargado de expulsar a los Jesuitas, orden que dio Carlos III mediante “Pragmática Sanción de 1767”, al pensar que se inmiscuían en las labores de gobierno del Reino, inmediatamente fueron sustituidos por los frailes franciscanos y dominicos. Los franciscanos después de hacerse cargo de las misiones de la baja California recibieron el encargo de participar en la expedición de Portolá para evangelizar a los indígenas de estas tierras encabezados por fray Junípero Serra como Presidente de las misiones.

Portolá disponía de dos tipos de tropa:

Dragones de Cuera

Los Dragones de Cuera.  Tropa de caballería llamada así por las protecciones de cuero con la que iban equipados. “La cuera”  era una coraza sin mangas compuesta por diez capas de cuero de unos 10 kilos de peso, aun así era ligera y sustituye a la de metal siendo además muy eficaz frente a las armas de los indios.

La tropa se compone de españoles, mestizos e indios, estos soldados se reclutaban principalmente entre habitantes de las Provincias Internas, se alistaban por un periodo de 10 años, estaban acostumbrados al fuerte clima de la región, eran jinetes expertos y grandes rastreadores conocedores del terreno. Para una población en general muy pobre, la soldada era un gran atractivo además tenían derecho a asistencia médica un lujo en aquella época y región y la posibilidad de una pensión al retirarse así como en muchos casos tierras en los alrededores del presidio. También existía la posibilidad de promoción y ascenso hasta el grado de capitán.

Voluntarios catalanes

La Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña.  Soldados provenientes de la infantería ligera catalana. Al principio esta fuerza de infantería fue  creada para reforzar la guarnición de La Habana. Pero el empeoramiento de la  situación con los indios de Sonora hizo preciso más tropas en Nueva España, de modo que la compañía fue asignada al Virreinato. Eran tropas de cazadores de montaña, como infantería iban a pie pero el Comandante General de las “Provincias Internas” Teodoro Croix, sobrino del Virrey, pensaba que en Sonora no se iba a ningún sitio si  no era montado, por lo que a cada soldado se le asigno dos mulas una como montura y otra de carga convirtiéndose en una fuerza muy versátil capaz de actuar montada o a pie allá donde fueran necesarios de ahí su nombre de “Compañía Franca”.

José de Gálvez que en ese momento estaba en Baja California, se encargó de revisar el cargamento de los barcos. La nave capitana era el bergantín “San Carlos”, al mando del capitán Vicente Vila. La tripulación contaba con un medico, un ingeniero y cartógrafo, 23 marineros, 2 grumetes, cuatro cocineros, dos herreros  y una compañía de 25 Voluntarios de Cataluña a las ordenes del teniente Pedro Fages y el misionero Fernando Parrón. Zarparon el 9 de enero de 1769  desde el puerto de La Paz. Llevaba toda clase de alimentos, ganado y hasta mil pesos en moneda.

La segunda expedición zarpo del puerto de La Paz en el bergantín “San Antonio” comandado por el capitán Juan Pérez y con 28 hombres de tripulación y dos misioneros le acompañaba el paquebote San José, embarcación destinada a llevar correo y pasajeros entre puertos.

Gálvez designo al capitán de la Compañía de Cuera de Loreto, Fernando de Rivera y Moncada para conducir la primera expedición terrestre, encargándole recorrer la península de Baja California para hacer acopio de todo el material (ganado, grano, etc.) que pudieran necesitar para la expedición y fundación de misiones y presidios,  a cambio de lo recibido debería dejar un vale para reponer lo aportado más tarde, algo que nunca ocurrió. Rivera actuó despóticamente exigiendo a las misiones de Baja que aportaran casi todo lo que tuvieran, por ejemplo en la misión de Guadalupe tan solo dejo unas pocas mulas viejas. La expedición llevaba unas 200 cabezas de ganado, 38 caballos y 144 mulas además de trigo, azúcar, carne y vino. Contaba con 25 soldados de cuera de la guarnición de Loreto, 42 indios cristianos armados con arcos, 3 arrieros (muleros) y los frailes Juan Crespí y Fermín Francisco de Lasuén. Partieron el 24 de marzo de la misión Rey Fernando de Velicatá (Baja California), guiados por el cosmógrafo José Cañizares.

La cuarta y última  salió el 21 de mayo mandada por Gaspar de Portolá y en la que iba fray Junípero Serra. El contingente humano estaba formado por el sargento José Francisco de Ortega con 10 soldados de cuera también de la guarnición de Loreto, 44 indios cristianos, 4 muleros y dos sirvientes llevando 170 caballerías.

El orden de la marcha lo componían unos hombres en vanguardia despejando el terreno, Portolá y Serra a la cabeza seguidos de los soldados y los indios, el resto en el centro y un grupo de coraceros en retaguardia.   Llegan a San Diego el primero de julio estando ya allí las otras tres expediciones y reuniéndose todos bajo su mando.

Al llegar a San Diego se encontraron con que gran parte de los expedicionarios habían enfermado de escorbuto. Fray Junípero que se había retrasado dos días por problemas en una pierna, se pone inmediatamente junto con fray Juan Vizcaíno y fray Fernando Parrón a atender a los expedicionarios ya que los barcos estaban atestados de enfermos, algunos muy graves, y el San Carlos era un verdadero cementerio pues había fallecido toda la marinería.

Habiéndoles faltado el agua potable en el camino, determinaron bajar en una isla, donde se surtieron de agua abundante; pero ésta estaba contaminada y toda la tripulación se enfermó. El mismo médico, Dr. Pedro Prat, se encontraba tan débil que no podía bajar a buscar remedio entre las hierbas del lugar para los enfermos de a bordo. El padre Serra y sus compañeros se pusieron a construir chozas para albergar a los enfermos, ayudado de los soldados abrió pozos para sacar agua sana y limpia. Transportaron a los enfermos a sus improvisadas viviendas y los cuidaron dándoles medicinas y alimentos a pesar de lo cual, murieron tantos hombres que faltaba tiempo para enterrarlos. El cementerio donde descansan aquellos hombres se llama hasta hoy día La Punta de los Muertos (Dead Man’s Point).

Expedición de Gaspar de Portolá y Fray Junípero Serra.

Después de enterrar a los muertos y de atender a los enfermos, se pusieron los padres a construir una pequeña capilla que estaría dedicada a San Diego, nombre dado ciento sesenta y siete años antes a este lugar por Sebastián Vizcaíno. Cuando la terminaron colgaron las campanas que habían traído de la misión de Velicatá. El padre Serra celebró una misa solemne, repicaron las campanas y todos cantaron un Te Deum de acción de gracias inaugurando la primera de las misiones californianas el día 16 de julio.

Los indios cuya primera reacción fue huir aterrorizados ante la llegada los españoles, poco a poco se fueron acercando e intercambiando regalos aunque se negaban a comer la comida que les ofrecían los misioneros, en cambio se interesaban por la ropa teniendo que llegar estos a esconderla para que no la robaran. El 15 de agosto los indios atacan a los colonos siendo repelidos fácilmente. A pesar de este incidente los misioneros continuaron con su labor evangelizadora. Mientras, Portolá continúo hacia el norte buscando la bahía de Monterrey que Sebastián Vizcaíno había descrito tan magníficamente en 1598, buscaron por tierra no llegando a encontrarla seguramente al pasar de largo confundidos por la descripción de Vizcaíno que hablaba de una montaña. Subiendo más al norte llegaron a la bahía de San Francisco, Portolá hubo de reconocer que no habían encontrado la bahía de Monterrey y el 11 de noviembre ordena regresar a San Diego llegando en enero del año siguiente.

El propio padre Serra comentó sarcásticamente que: “don Gaspar había hecho un viaje a Roma sin descubrir a San Pedro”.

Sin embargo Portolá estaba satisfecho ya que escribió en su diario: “Resulta para mí un éxito el haber explorado todo el territorio desde San Diego a San Francisco, incluyendo las poblaciones indígenas en el estrecho de Santa Bárbara. En realidad, es posible que Monterrey nunca haya existido”.

Como todas las provisiones traídas por mar habían quedado total o parcialmente dañadas durante la travesía y solo quedaban las que habían traído los expedicionarios que lo hicieron por tierra tras dos meses de viaje hasta San Diego, Portolá envia al capitán Rivera a Baja California en busca de más suministros para continuar con la expedición.

Como Rivera tardaba en regresar con las provisiones, Portolá decide abandonar el proyecto encontrándose la firme oposición de fray Junípero que dijo que ni él ni los otros misioneros volverían aun cuando tuvieran que quedarse completamente solos en California.

La discrepancia entre frailes y soldados a partir de ahora será constante. Se reunieron para debatir el caso y coincidieron en que dejar solos a los frailes entre los indios equivaldría a una muerte segura. Así, pues, decidieron que todos deberían regresar.

Reunidos todos en una junta fray Junípero propuso esperar hasta el día 19 de marzo fiesta de San José, bajo cuya protección había puesto Gálvez el proyecto. Si para ese día no llegaban los auxilios necesarios, todos regresarían, la idea se aceptó por unanimidad.

El 19 de marzo llego y como al caer la tarde no se viera ninguna vela en el mar, comenzaron a hacer los preparativos para levantar el campamento, anochecía ya cuando ante la mirada expectante de los frailes, apareció en alta mar una sombra que se agrandaba y se acercaba a la playa. Era el San Antonio que llegaba justo a tiempo.

De Baja salieron dos naves el San José zarpo primero, pero jamás volvió a puerto debiendo haber naufragado. El San Antonio había andado perdido buscando  el puerto de San Diego a lo largo de las costas de California, hasta que ya de regreso a  Baja California, los marinos lo encontraron, esto confirmaba la dificultad de navegar en aquellas aguas de vientos y corrientes contrarias.

Hay  que resaltar como pudo fracasar la expedición por falta de alimentos estando en una tierra donde abundaba la caza, la pesca y gran cantidad de plantas comestibles que sustentaban a la población indígena.

Tras la llegada de Rivera se organizó una segunda expedición para buscar el puerto de Monterrey. Fray Junípero se embarco para participar en ella y fray Juan Crespí acompañaba por tierra la partida de Pedro Fages y los voluntarios de Cataluña. Esta vez el éxito fue total encontrando la bahía y fundando el 3 de junio el presido de Monterrey y la misión de San Carlos Borromeo del rio Carmelo.

Cumplida la primera parte del proyecto Portolá se embarcó para regresar.

Cuando la noticia llego a Ciudad de México, el visitador José de Gálvez y el virrey Carlos Francisco de Croix decidieron  fundar 10 nuevas misiones en la línea costera entre San Fernando de Velicatá y San Diego. Ambos urgían a Serra a fundar más misiones pero la escasez de provisiones  lo impidió y quedo olvidado con la llegada del nuevo virrey, aun así en julio de 1771 se establecía la misión de San Antonio de Padua, en agosto la de San Gabriel Arcángel  y el 1 de septiembre de 1772 se funda la misión de San Luis Obispo de Tolosa.

Al marchar Portolá queda  al mando en Monterrey  (capital desde ese momento de Alta California) Pedro Fages ascendido a capitán, las desavenencias y enfrentamientos con fray Junípero son constantes, tanto, que el padre decide ir a ciudad de México a hablar con el nuevo Virrey Antonio María Bucareli y exponerle las quejas acusándolo de exceso de autoridad con los soldados; incompetencia en su cargo; rechazo en colaborar en nuevas fundaciones e interferencia y excesivo control de los frailes. El virrey decide sustituirle por Rivera y Moncada. Serra también le redacta un informe que titula “La Representación” este texto ha sido llamado «Carta de los Derechos» de los indios; una parte decretaba que «el gobierno, el control y la educación de los indios bautizados pertenecerían exclusivamente a los misioneros».

La comunicación  entre el Virreinato y la Alta California  era por vía marítima por lo tanto, imprevista, escasa y lenta dada la capacidad de carga de los barcos de la época y a las dificultades que planteaban los vientos y las corrientes marinas.

En 1772 Juan Bautista de Anza se dirigió al Virrey planteándole lo favorable que sería abrir un camino por tierra desde la provincia de Sonora hasta la de Alta California, ofreciéndole costear la de expedición el mismo. Además coincidía en el proyecto con el fraile franciscano Francisco Garcés que ya había llegado hasta el territorio de los indios Yuma. Aunque el Virrey prefiere abastecer por mar las misiones y presidios de California acaba aceptando la empresa.

Anza había nacido en el presidio de Fronteras en el estado de Sonora, criado en la frontera del Oeste se alisto a los 15 años como cadete de caballería siendo teniente en 1556 y capitán de caballería del real presidio del pueblo de Tubac, al sur de Tucson (Estado de Arizona) en 1559.

Una vez aprobada la propuesta por el rey de España la expedición partió el 8 de enero de 1774. Mandada por Anza, la formaban 1 cabo, 19 soldados, Fray Juan Díaz y Fray francisco Garcés, 5 arrieros, 2 sirvientes, 35 mulas, 65 vacas  y 140 caballos, además Anza había oído hablar de Sebastián Tarabal, indio californiano huido de la misión de san Gabriel que terminó en Sonora al que cogió como guía.

La empresa casi no llega a comenzar ya que dos días antes de comenzar una partida de apaches asaltaron Tubac y robaron 130 caballos, lo que le obligo a dirigirse al presidio del Altar para reponer los animales robados.

La expedición atravesó los actuales territorios de Sonora y Arizona a traves de la cuenca del rio Gila en su vertiente sur para evitar los ataques de los apaches. Entraron en territorio de los indios Quecha (Yuma) entablando buenas relaciones con ellos gracias al padre Garcés y recibio su adhesión y vasallaje al rey de España los indios le ayudaron a cruzar el rio Colorado alcanzando la misión de San Gabriel Arcángel el 22 de marzo donde le recibieron con gran alegria y repicar de campanas.

Anza acababa de demostrar que la ruta por tierra era una realidad. Tras descansar dieciocho días manda de vueta al padre Garcés con la tropa quedando el con seis soldados con los que continuó hasta Monterey, a donde llegaron el 19 de abril siendo recibido por el gobernador Fages.

Anza empleó unos 74 días para hacer este viaje inicial de reconocimiento para establecer una ruta por tierra hasta California. En su viaje de regreso, volvió sobre su camino hasta el territorio Yuma en el río Colorado y luego siguió aguas abajo por el corredor del río Gila hasta alcanzar el corredor del río Santa Cruz y continuar hacia Tubac. Estaba de regresó a finales de mayo y solo le llevó 23 días, dado que ahora había encontrado una ruta con agua suficiente para hacer que el acceso por tierra a California fuese posible.

El Virrey recibió el diario de Anza y le encargo una segunda expedición pero esta vez el objetivo era más ambicioso, deberían de ir al norte de Monterrey  y fundar el presidio y la misión de San Francisco en la bahía que ya había explorado Pedro Fages pero además debería llevar colonos para fundar un pueblo.

La primitiva Misión de San Francisco junto a la actual Basílica.

Ascendido a Teniente Coronel Anza comenzó a reclutar colonos desde la villa de Culiacán a Tubac. El 23 de octubre de 1775 salió de Tubac con los frailes Garcés, Font y Eixarch, al padre Pedro Font le escogió como capellán por su habilidad para fijar coordenadas. El teniente Moraga, el sargento Grijalva, 10 soldados que debían de volver y 28 soldados que quedarían como guarnición, 29 mujeres, esposas de dichos soldados, 136 miembros de las familias de los soldados y de cuatro familias civiles voluntarias, 15 muleros, 3 vaqueros, 3 sirvientes de los frailes, 4 sirvientes de Anza, 5 intérpretes de las lenguas Pima, Yuma, Cajuenchi y Nifora y  un responsable de intendencia Mariano Vidal.  En total de 240 expedicionarios, aunque llegarían más de los que salieron la partida ya que nacieron dos niños por el camino.  Conducirían, 340 caballos, 165 mulas y 302 vacas.

Anza se puso en vanguardia con cuatro exploradores los frailes y los colonos, Moraga en retaguardia y los mulos de carga los caballos y el ganado al final. La cabalgada se haría sin carros  con todos los pertrechos cargados en mulas para ir más rápido. La ruta fue más directa ya que siguió el camino que había descubierto en la vuelta de su primera expedición, es decir: siguió el curso del rio Santa Cruz hasta su unión con el rio Gila y aguas abajo de éste hasta su desembocadura en el río Colorado llegando a la misión de San Gabriel el 3 de enero de 1776.

Envió tres soldados a San Diego con un mensaje para Rivera que había sustituido a Fages como gobernador de Alta California. Estos a su vuelta le informaron que la misión había sido atacada por los indios la noche del 15 de noviembre incendiándola y muriendo en el ataque el padre Lluís Jaume.

Anza se adelantó con diecisiete soldados para ayudar al gobernador con los indios. Ante estas circunstancias Rivera estaba en contra de colonizar la bahía de San Francisco e intentó que Anza volviese a San Diego y desde allí regresara a Sonora a lo que se oponían el propio Anza y el padre Font.

Anza toma la decisión por cuenta propia de volver a Monterrey de donde parte con Moraga, Font y once soldados hacia San Francisco alcanzando la ensenada el día 28 buscando un buen lugar donde fundar la misión de Dolores. El padre Font escribió:

“El comandante decidió erigir la sagrada cruz bendecida después de celebrar la santa misa en la cima de un acantilado blanco en el interior de la bahía y a las ocho fui con cuatro soldados para colocarla a la altura adecuada de manera que pudiera ser vista desde la entrada a la ensenada. De vuelta, ascendimos una pequeña colina hasta alcanzar una meseta cubierta de violetas salvajes desde donde el panorama era muy hermoso. Desde la altura podíamos ver la bahía con los islotes y el mar abierto. Pensé que si este lugar pudiera ser poblado a semejanza de otros sitios en la península Ibérica no habría nada tan bello en el mundo. El estuario seria idóneo para construir astilleros, muelles y una gran ciudad.”

A pesar de las buenas noticias Rivera se niega en rotundo a la fundación de San Francisco con lo que Anza regresa a San Diego y desde allí a Sonora.

Al final Rivera se decido a establecer la nueva colonia encargando al sargento Grijalva la escolta de la doce familias de Sonora que se habían quedado en San Gabriel mientras el teniente Moraga lo haría con los doscientos colonos que esperaban en San Carlos. Serra encargo a los padres Palóu y Cambón unirse a la expedición con ganado para la misión.

Misiones y Presidios en la actual California norteamericana.

Moraga llego a San Francisco el 27 de junio estableciendo el campamento en la playa mientras esperaba al buque San Carlos que venía con todo lo necesario para comenzar la construcción del presidio y la misión, ante la tardanza de este decidió comenzar la construcción de la misión que constaría de iglesia y vivienda para los padres. Cuando por fin llego el San Carlos comenzó la construcción del presidio siendo la inauguración oficial el 17 de septiembre, el padre Serra llego el 10 de octubre.

En la primera expedición a la Alta California Portolá y fray Juan Crespí divisaron un valle desde la cima de una colina, atravesado por un rio al cual bautizaron como “Río de Nuestra señora, la Reina de los Ángeles de Porciúncula”, doce años más tarde Felipe Neve gobernador en ese momento las Provincias Internas de Occidente recomendó al Virrey la fundación de un Pueblo en dicha zona así como en San José de Guadalupe. El objetivo era fundar unas villas que dieran origen a una población estable dedicadas a la agricultura y ganadería para poder abastecer a los presidios y futuras expediciones que se pudieran realizar. Neve viajo a la población de Álamos en Sonora donde recluto un total de once familias de origen humilde (44 personas entre hombres, mujeres y niños),  conocidos como “los pobladores”.

El 4 de septiembre de 1781 escoltados por cuatro soldados se asentaron en lo que sería el embrión de Los Ángeles. El pueblo por ley tenía una superficie de cuatro leguas cuadradas y sus calles se trazaron de noreste a sureste y de noroeste a sureste. Junto con San José serian los primeros asentamientos civiles de la Alta California gobernados por un alcalde y dos concejales.

Poco a poco se fundaron más misiones hasta un total de 21, separadas entre sí por 48 kilómetros distancia equivalente a una jornada a caballo y unidas por “El Camino Real”, un camino que los frailes abrieron a lo largo de 996 kilómetros  limpiándolo y manteniéndolo llegando a sembrar incluso semillas de sésamo en sus orillas para señalizarlo con sus flores amarillas.

Las misiones junto con los cuatro presidios y los tres pueblos fundados conformarían la presencia española en la Alta California.

Hoy en día todas las misiones se pueden visitar ya que en su mayoría están restauradas y reconstruidas, en sus muros y tejados se puede ver la herencia española, arquitectura que ha conformado  mucho del paisaje californiano.

Llegaron a ser grandes centros económicos  en la zona llegando a reunir grandes rebaños tanto de caballos como de ganado e introduciendo y desarrollando la agricultura, siendo el embrión de las grandes ciudades que hoy en día forman la costa oeste de los Estados Unidos.

España se retira de California tras la independencia de México En 1821 tras un periodo de 53 años de un esfuerzo sin precedentes hecho por unos hombres de su tiempo con ideas revolucionarias y sumamente preparados que a pesar de tener una moral cristiana católica discuten el poder de la iglesia y el enriquecimiento de algunos de sus miembros, lo que traerá como consecuencia la expulsión de los jesuitas y las constantes disputas de los gobernadores con los franciscanos ya que estos veían a los indígenas como si fueran niños y ellos sus padres y no deseaban que estuvieran bajo el poder de los militares o alcaldes.

Hombres que modernizaron la administración, el ejército y la marina sacando al imperio del hoyo en donde se estaba sumiendo dándole un último  momento de grandeza.

Hombres como los misioneros franciscanos que consiguieron una simbiosis con los indígenas como no había ocurrido antes en América llegando incluso a aprender su lengua para enseñarles.

Hombres que consiguieron engrandecer hacia el noroeste la frontera occidental de la cultura hispana en una epopeya digna del mejor film de Hollywood.