El retroceso del voto de la izquierda en Galicia y Euskadi, aunque geográficamente nos sitúe en el norte, no tiene trasferencia con mi argumento, porque en una y otra parte existe este sur del que hablo. La democracia es el menos malo de todos los sistemas políticos conocidos y a ella nos debemos y si en ambas comunidades han querido votar a los partidos que representan este norte poderoso y manipulador es porque los llamados partidos de izquierda no han sabido trasmitir el mensaje a la mayoría de esos ciudadanos del sur ideológico y social.

Analizar el proceso es tan complejo como analizar los miles de pensamientos individuales que se han olvidado de que son el sur y hay que recordarles, como anunció Benedetti, la existencia de ese sur filosófico.

Muchas voces se levantan gritonas y comprometidas – con el norte – para que cese la lucha y la izquierda se entregue con armas y pertrechos, de una vez, a las voluntades de los corruptos representantes del norte económico y social. Esgrimen palabros y soflamas para la urgente formación de un gobierno – de ellos – argumentando necesidades de estado y acusando de protagonismo culpable a Pedro Sánchez, arguyendo que antepone sus deseos personales al futuro de las Españas. Olvidando que el empecinamiento de mantener a Rajoy en la poltrona ha evitado un acuerdo de legislatura.

Al parecer, el secretario general de los socialistas tiene  la culpa de todo: del descalabro de su partido; de no poder ser investido; de no acceder a ciertas pretensiones; de decirle que no al norte.

Pero yo les pregunto: ¿Podía actuar de otra forma  sin comprometer al sur? El reto de formar un gobierno progresista sigue en pie y cualquier nuevo secretario general se encontraría con las mismas trabas que Pedro Sánchez, tal vez con más.  Es evidente que un gobierno a tres sería extremadamente difícil: cada ley, cada acuerdo, debería pactarse; cada opinión ser oída. Sin embargo, no olvidemos que este es el objeto de la democracia: escuchar a todas las voces y obrar en consecuencia. Nada hay peor que las mayorías absolutas, salvo las dictaduras. Recuerden el axioma de que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.

Dura papeleta la del PSOE en estos momentos, dura porque muchos son conscientes de que si no hay poder no hay oportunidad de colocarse. Sería más positivo hacer piña contra los excesos de ese norte arrogante y dictador, pensando en el futuro; sin miedos. Tal vez deberían recordar que el primer Pablo Iglesias fue durante una legislatura – 1910 – el único socialista en el Parlamento. Lo que nunca perdió de vista el viejo luchador era que el sur y las minorías parlamentarias también existen.