“Esencia del macrocosmos” - Autora Carmen Muñoz

Y elegimos la permuta del guarismo anual como momento mágico para empezar un nuevo estilo de vida o tomar la decisión que durante tanto tiempo hemos postergado. Luego el año pasa y nos encontramos de nuevo en el punto de partida, tal vez, para nuestra fortuna, hemos resuelto ya el problema o alcanzado nuestro deseo un día de mayo, una noche de junio o durante las vacaciones de agosto. Es decir, cuando tuvimos la suerte, el valor o la ocasión para resolver nuestras cuitas y lo que queda pendiente será nuestro nuevo propósito de fin de año.

Dice un antiguo proverbio árabe: Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo”. La filosofía está llena de erudiciones que indican cómo seguir por los caminos de la vida, que nos enseñan que, muchas veces, querer no es poder, pero que somos capaces de cambiar nuestra proyección si así lo deseamos. Dedicar esfuerzos a objetivos de futuro está muy bien, pero disfrutando el momento que es lo único real que tenemos. Pintando día a día el presente, como si de un gigantesco mándala se tratara, nos daremos cuenta de que lo importante era el camino no el destino. Asumamos que somos capaces de influir en nuestro microcosmos, de disfrutarlo, y por ende de participar en la esencia del macrocosmos. No vean en ello ninguna cuestión mística o un recurso semántico, se trata, simplemente, de reclamar el bello ejercicio de vivir.

Ya sé que me dirán ustedes que eso se lo cuente a quién ha perdido la salud, el empleo o la esperanza. Pues precisamente, a todos ellos, van dirigidas mis palabras y mi escrito. Somos lo que proyectamos, he tratado de explicar un poco más arriba, y aunque decisiones externas influyan negativamente en nuestro devenir, la culpa, como decía Shakespeare,  no  está en las estrellas… y tampoco la solución a nuestros problemas.

Cuentan que Oda Nobunaga, un famoso señor feudal de los períodos Sengoku y  Azuchi-Momoyama, considerado como uno de los grandes unificadores de la historia de Japón, tuvo que luchar a la muerte de su padre  contra otros miembros de su familia por el control del clan.  Allá por el año de 1560 tenía que enfrentarse a un numeroso ejército de 40.000 samurái al mando de su pariente, que no amigo, Imagawa Yoshimoto. Él disponía de tan sólo 3.000 fieles, pero atemorizados soldados. Nobunaga sabía de las dudas de su tropa y al pasar cerca de santuario de Shinto entró a rezar. A su salida los soldados le rodearon expectantes. Oda Nobunaga, con mucha tranquilidad dijo: Arrojaré esta moneda al aire, si sale cara significa que la victoria caerá de nuestro lado y por tanto atacaremos; si por el contrario sale el sello del clan, significará que la batalla será para el enemigo y por tanto, nos retiraremos. La moneda dio varias vueltas en el aire antes de caer a los pies de Nobunaga mostrando cara. Un grito de júbilo escapó de las 3.000 gargantas.

Decidieron preparar un ataque por sorpresa al campamento enemigo. Seguros de su superior fuerza, los centinelas del ejército de Yoshimoto no estaban en sus puestos o dormitaban tranquilamente. El cielo se quebró y una fuerte tormenta ocultó al ejército de Nobunaga mientras se acercaban. Al amanecer, se disiparon las nubes y Nobunaga ordenó el ataque al desprevenido acantonamiento enemigo. La victoria fue total y Yoshimoto perdió la cabeza durante el combate. “Nadie puede cambiar la mano del destino”, le dijo su ayudante a Nobunaga al terminar la batalla. Él sonrió y mostró al entusiasta asistente una moneda con dos caras. Nada habían tenido que ver los rezos, la suerte o el destino; había sido la astucia, la naturaleza, la arrogante confianza del ejército enemigo y la seguridad de Nobunaga ante una situación desesperada. No le hizo trampas al destino ni se dejó vencer por lo que parecía evidente, creyó en sí mismo. Ese era su secreto.

El tiempo pasa, nos guste o no, y con él los sinsabores y también los momentos felices, por todo ello hay que aprender de los primeros y disfrutar de los segundos. Cada momento, cada minuto, esconde muchos días en su interior. Dejar de vivir por lamentarse o por imaginar que el futuro será mejor es un ejercicio baldío. Nada de esperar al próximo año, dadle un mazazo a la vida, no a vuestra existencia. Ante la duda lanzad una moneda para ver si dais el primer paso, pero aseguraros antes  de que  tenga dos caras.

“En un minuto hay muchos días”

William Shakespeare


Por Jordi Siracusa