En el mes de enero se cumplirá un año desde que asumió el cargo de director ejecutivo de Greenpeace. ¿Qué balance hace?

Está siendo muy duro, pero no sólo para Greenpeace sino para todo el mundo. Greenpeace es una organización que aborda temas globales, que busca un cambio de paradigma en lo económico y que dice que no se use petróleo, que no se use carbón, que el cambio climático está ahí… Lanzar este mensaje cuando la gente no llega a fin de mes, se ha quedado sin casa o le están recortando los derechos laborales y sociales es complicado.

La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) pone de manifiesto que la sociedad mantiene su consciencia medioambiental, pero no está dispuesta a gastar dinero en ella. ¿Cómo lo valora?

La sociedad asume que los temas medioambientales son importantes, pero no están en primer plano. Ahora los problemas son de índole económica y política, son temas de mucho calado… La gente percibe que Greenpeace es una organización necesaria y de hecho ahora tenemos muchos más socios que antes, pero pagan menos.

La ciudadanía mantiene su conciencia medioambiental, pero ¿y el Gobierno?

Ha habido algunos momentos en los que alrededor de algún ministro o algún secretario de Estado se ha impulsado políticas medioambientales y esto se ha dado tanto con gobiernos del PSOE como del PP, pero siempre en la primera legislatura. Las segundas legislaturas son fatales porque se pierde todo el impulso y la frescura y llega la real politic, lo que llaman el “Efecto Moncloa”.

¿Qué está pasando ahora?

Ahora la situación es muy grave porque están intentando desmantelar todo el armazón legal que había de protección ambiental. Dicen que quieren simplificar los procesos, pero lo que de verdad quieren es que todas las normas de evaluación de impacto ambiental, las leyes de montes, de biodiversidad, de agua, de residuos… no molesten. Todo lo que tanto tiempo y esfuerzo ha costado construir entorno a la normativa comunitaria, porque si no existiera la Unión Europea aquí no habría una maldita norma medioambiental, se está bajando a mínimos para que no estorbe.

¿Ven la protección del medio ambiente como un problema?

Claro, cuando es al revés. Las leyes medioambientales tienen que ser igual de importantes que las tributarias o las administrativas, pero en España se está produciendo un quebranto y la Ley de Costas es un claro ejemplo. Por mucho que el ministro se empeñe en negarlo, privatizar el litoral como pasaba en los años 60 no es de recibo. En el momento en el que ayuntamientos y políticos se mantienen a costa de proyectos urbanísticos está todo perdido.

¿Por qué?

Porque la labor de velar por el interés general de los ciudadanos se pierde ya sea para financiar un partido, un ayuntamiento o una comunidad autónoma. Y así tenemos un país con aeropuertos sin aviones, carreteras sin coches o puertos sin barcos… ¿Para qué tanto gasto? Lo peligroso es que no se ha aprendido nada de esta crisis y el paradigma que mueve al Gobierno actual, con una oposición muy floja, es que quiere que España sea el basurero y el lugar de vacaciones de toda Europa y no apuesta por el tejido industrial, la investigación y la innovación que es lo que puede generar nuevos empleos. ¿Cómo un país con el 50% de los jóvenes en paro no se plantea fomentar el I+D+i?

Para Greenpeace el medio ambiente no es sólo la protección del oso polar sino una forma de economía sostenible…

La economía verde tiene un componente social y de sostenibilidad que no tiene la economía convencional, pero claro, no sólo es producir electricidad con placas solares o con molinos en lugar de usar carbón. No sólo es eso. La economía verde tiene un componente de no degradar el territorio, de derechos laborales, de justicia social…

¿Qué propuestas hacen?

Uno de los pocos yacimientos claros que tiene España para generar empleo son las energías renovables porque con ellas no sólo generas el servicio sino que generas una industria que no se va a deslocalizar, que es de alto valor añadido, que se puede exportar… es el único sector que estaba avanzando y ¿a cambio de qué lo paramos? De Eurovegas y parques temáticos. ¿Ése es el modelo que queremos para este país? Ser el casino o el parque temático de Europa o ser un país que sea líder en renovables, que sea un ejemplo en pesca sostenible o que aumente las hectáreas de agricultura ecológica. Además, tenemos miles de viviendas construidas, ¿por qué no dejamos de construir y rehabilitamos bajo patrones de sostenibilidad?. Podría generar muchísimo empleo con poca inversión. Esto es lo que tiene que decidir un país y unos ciudadanos: qué gobernantes quieren que nos lleven hacia qué país.

¿Y qué está pasando?

Lo que ahora mismo se está fraguando es un modelo de alto impacto ambiental, poco generador de empleo y que como país y como marca España, que ahora que está tan de moda, deja mucho que desear. En las elecciones americanas de 2008, en el debate presidencial se hablaba de España como ejemplo del desarrollo de las energías renovables y en las últimas elecciones se ha hablado de lo mal que se ha gestionado la burbuja inmobiliaria. Algo no funciona en la marca España.

¿Es necesario un cambio de paradigma?

Yo tengo ese convencimiento. Es necesario un cambio en el rumbo hacia dónde queremos ir como modelo de país que está muy asociado al modelo económico y al modelo energético. El cambio en la forma de transportar y en la forma de producir energía va a ser el catalizador de todo, pero para ello es necesario tener líderes y no políticos mediocres.

¿Qué papel pueden jugar las empresas en este cambio de paradigma?

Todo aquello que vaya destinado al ahorro de energía y a la reducción de recursos es una buena línea, igual que es una buena línea cambiar la dependencia energética hacia energías renovables porque en el momento que las empresas empezasen a demandar energía limpia las eléctricas lo tendrían clarísimo. Sería un motor de cambio importante.

¿Cómo valora las iniciativas que las empresas ponen en marcha para ser más respetuosas con el medio ambiente?

Cualquier iniciativa que suponga la reducción de dióxido de carbono, de consumo de agua, de recursos… es buena, pero debe haber una cierta estandarización, porque ¿cómo compruebas si lo que están haciendo es verdadero? Luego hay otro tipo de iniciativas que son más bien un lavado de imagen como, por ejemplo, cuando una empresa que genera cambio climático dice que va plantar árboles para mitigarlo. Pues no me lo creo. Eso sí que es lavado de imagen. A las empresas no les gusta ser señaladas como contaminadoras, deforestadoras, generadoras de cambio climático, pero todavía hay mucho greenwashing y esto está haciendo mucho daño a las empresas que se lo creen de verdad.

¿Por qué considera que plantar árboles es un lavado de imagen?

Plantar árboles está muy bien y todo el mundo lo sabe, pero es más importante que esa empresa invierta, por ejemplo, en una política de reducción de emisiones que en plantar árboles. No se puede meter a todas las empresas en el mismo saco, ni para bien ni para mal, pero creo que la RSC es una respuesta del sector económico a las demandas ecologistas, a la sensibilidad medioambiental de la sociedad, aunque todavía nos movemos en el ámbito del marketing. Yo creo que las empresas, salvo algunas muy concretas, no se han dado cuenta de que ahorrando energía, siendo eficientes o consumiendo menos, pueden ahorrar dinero.

Entonces, ¿qué deben hacer para que sus políticas de RSC sean creíbles?

Las políticas de RSC de las empresas deben ser más coherentes con su propio negocio. Es decir, una empresa de transporte es más creíble si renueva su flota de autobuses para que contaminen menos o una empresa de distribución puede quitar de sus estanterías especies que estén en peligro de extinción a nivel pesquero. Para mí esto es un buen compromiso de RSC, pero claro aquí entran las cuentas y con finanzas hemos topado.

¿Y cómo se consigue esta coherencia?

El departamento de RSC debe existir, pero sus políticas deben ser asumidas por la totalidad de la empresa. Tiene que haber un departamento con gente especializada, con herramientas y con recursos, pero que además tenga peso político en el contexto empresarial, en el sentido que cuando se reúne el consejo de administración el departamento de RSC no sea la cenicienta.

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