A partir de ahora la consigna oficial es clara y concisa: las cosas empiezan a ir bien. Y va a ser una espesa y pesada manta que tratará de cubrir todo aquello que no encaje con el discurso oficial de Moncloa.

De esa manera, no existe un programa electoral del partido Popular con el que acudió a las elecciones (en el que basó la obtención de su mayoría absoluta parlamentaria), en el cual se aseguraba que no se producirían recortes en sanidad, ni en educación, ni en prestaciones a los desempleados, ni en investigación, y que no se subirían los impuestos y que se crearían 3 millones de empleos en la legislatura. No, no existe porque la nueva versión es que no se ha producido un incumplimiento grave de las promesas a los ciudadanos, sino que en ocasiones la buena fe lleva a decir las cosas que nos gustaría que pasasen, aunque luego no se puedan o quieran cumplir. ¿Qué más explicaciones se pretenden de un gobierno?

De esa manera, no se deberá hablar sobre la dejación total de la acción política del gobierno a favor del seguimiento incondicional de las instrucciones del FMI, la OCDE o Bruselas en materia económica y social, porque no se ha debido a falta de capacidad ante los problemas, ha sido la consecuencia de profundas reflexiones que han llevado a la conclusión de que la única manera de salir del grave problema que vivíamos era acatar las recomendaciones neoliberales de estas instituciones, que clamaban por tomar medidas que tranquilizasen a los mercados. Es decir, que cuando toca pagar la factura de la fiesta financiera, lo mejor es asegurarse de que la pague la sociedad vía subida de impuestos, desempleo y, para la recuperación futura, rebaja severa de las condiciones laborales.

De esa manera tampoco importa dar por perdidos durante años a los 6 millones de personas que se han quedado sin trabajo, porque no se trata de incapacidad sino de que ya veremos cómo van las cosas y que medidas se pueden tomar (o nos indican) en su debido momento.

De esa manera, sobre la presunta financiación irregular del partido Popular durante los últimos 20 años mediante el cobro de comisiones por presuntas adjudicaciones irregulares de dinero público (y presunta comisión de delito en consecuencia), tampoco merece la pena hablar porque todo lo que había que explicar y decir ya se ha dicho y explicado, habiendo sido el ejercicio de transparencia más importante llevado a cabo desde la vuelta de la democracia. Y no es problema del gobierno que nadie se haya enterado de que ya lo han aclarado todo, por lo que ese tema ya está definitivamente resuelto y zanjado.

De esa manera, no tiene mayor importancia el enorme desencanto social que la actuación del gobierno ha generado hacia la labor de nuestros políticos, y que previsiblemente desembocará en futuros parlamentos de compleja composición fragmentada de cara a la gobernabilidad, porque en cuanto los tres de cada cuatro ciudadanos que aún conservan su trabajo perciban que el riesgo de perderlo disminuye, las cosas se irán arreglando poco a poco.

En definitiva, en lo que hay que centrarse ahora es en ofrecer datos económicos parciales que avalen los nuevos vientos de bonanza que están a punto de acariciarnos a todos el rostro, y hacer oídos sordos a todos aquellos cuestionamientos sobre la política gubernamental, que en nada ayudan a la recuperación económica.

Ah, y como medida estrella de la legislatura, dejar que el tiempo pase, que seguro que todo lo cura.