A los niños les regalan bicicletas, pelotas o bates de béisbol, para que salgan afuera, a las niñas les ofrecen muñecas, escobas o cocinitas, para que se queden en casa.

Esta es la realidad que Eva lucha por cambiar. Desde hace años trabaja para avivar las consciencias de mujeres, y también de hombres, para conseguir equilibrar la balanza de género y llegar a una situación más justa, en la que ellas sean escuchadas y participen en la toma de decisiones en el hogar. Junto con Aldea Global, la cooperativa agrícola en la que colabora, organiza charlas y talleres de reflexión que ayudan a las mujeres a avanzar en su proceso de autoafirmación y a dejar de pensar que todo el trabajo que hacen es natural.

A Eva le llena de satisfacción cada vez que una mujer llama a su puerta para sumarse a los talleres. Para ella es clave llevar a cabo este proceso de empoderamiento y ayudar a las mujeres a que puedan implicarse cada vez más en la economía familiar. Como bien dice: “una manera de combatir la pobreza es que tanto el hombre como la mujer participen en la toma de decisiones, que los dos puedan ser dueños de algo”.

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