Junto al creciente liderazgo de Juán Domigo Perón surgió una mujer que complementó ese liderazgo iluminando la esperanza de los humildes, de los trabajadores, y de quienes la oligarquía señalaba despectivamente como los cabecitas negras.

Evita partió hace 66 años pero nunca se fue, está presente y es luz de esperanza para aquellos que tenemos memoria. Sabemos de sus luchas para que los “queridos descamisados” tuvieran el lugar que les corresponde, una vida justa y digna, el derecho como ciudadanos/as a la educación, la salud, el trabajo, el voto y el derecho de enviar a sus hijos a la Universidad en bien de ellos y del país. Lucho para dignificar la vida de los trabajadores y su participación social, cultural y política.

Quiero compartir con todos ustedes un hecho personal que me vinculó con Evita cuando yo era un niño, y que siempre tengo presente. En ese momento vivía en un conventillo de San Telmo con mi padre ciego y mi hermano, y vendíamos diarios para vivir. Un día, un compañero de la escuela me dijo:

– Por qué no le escribes una carta a Evita para pedirle que te ayude a conseguir la jubilación para tu viejo que está ciego y no puede laburar.

– ¡No sé, no me va a dar bola! soy un pibe más y tiene muchos otros problemas que atender.

– Mirá… el no ya lo tienes! ¿quién te dice? tal vez lee tu carta y te da una mano. Tal vez se produzca un milagro y te dé bola.

No muy convencido arranqué dos hojas del cuaderno Rivadavia de la escuela y le escribí. Más o menos la carta decía así:

Querida Señora Evita:

Perdone que le escriba esta carta, se que tiene muchas otras cosas importantes que atender, pero siento la necesidad de decirle que vivo con un hermano y mi padre en el barrio de San Telmo, en el conventillo de la calle Chacabuco 655, mi padre es un viejo pescador gallego de Pontevedra, del pueblo del Poio, en Combarro. Vino como inmigrante a la Argentina, como tantos otros y aquí trabajó en lo que pudo. Con el tiempo y las desgracias quedó ciego y no puede trabajar.

Sabe que los pescadores tienen una comunicación grande con la mar y saben muchas historias y cuentan sus dichos. Dice que en el mundo hay dos clases de personas, los que nacen con estrella y los que nacen estrellados y que él pertenece a la segunda clase, a los estrellados. Otro de sus dichos es: ‘cuando la suerte se inclina, hasta los perros te mean’, pero hay que cargar la tristeza sin desesperar.

Le cuento esto para que lo conozca un poco. Yo trabajo y estudio, con mi hermano somos canillitas, vendemos diarios y no nos alcanza para cuidar a nuestro padre y pagar el alquiler de nuestra pieza, por eso le escribo para ver si es posible que pueda tener su jubilación, y le pedimos ayuda.

Gracias y que Dios le guie en todo lo que hace por los pobres.

A la semana de haber entregado la carta en la Fundación Eva Perón, llega al conventillo una señora muy elegante que me busca y me dice:

– ¿Tú eres quien le escribió esta carta a la Señora Evita?

– Si, soy yo.

– Soy su secretaria y la Señora Evita me envía a conversar contigo y ver a tu padre.

– Está en la pieza, espere que le enciendo la luz.

– ¿Puedes dejarnos unos minutos solos?

Salí al patio y esperé aproximadamente más de media hora. Cuando salió me dijo:

– Voy a informar a la Señora Evita de la situación de tu padre, creo que en una semana tendrás respuesta.

A la semana llegó un señor con un coche de la fundación y llevó a mi padre a hacer los trámites para su jubilación. En pocos días el viejo tenía su jubilación. Mi hermano y yo no podíamos creer que todo haya salido bien y rápido.

Los milagros existen y en este caso, quien lo hizo posible fue la abanderada de los pobres que está en el corazón de nuestro pueblo. Sin esa ayuda probablemente mi vida y la de mi familia hubiese sido bastante diferente.

Con esta pequeña historia de vida quiero contribuir al homenaje que todos los 26 de julio realiza el pueblo argentino a la memoria de Evita. Una contribución de ese pibe que ya a sus 87 años, no olvida la grandeza de corazón de quien luchó por la dignidad de nuestro pueblo, por la justicia social, los derechos de los trabajadores, de las mujeres y los niños. Evita partió pero no se fue, esta presente en la mente y corazón del pueblo en estos momentos que vive el país, donde una dictadura de mercado impone el hambre, el desempleo y la marginalidad bajo la amenaza del uso de la fuerza policial o militar.

Los argentinos y las argentinas tenemos memoria, y la debemos poner en acción.