La expedición

Fernando de Magallanes nombrado Adelantado, Capitán General de la Armada para el descubrimiento de la especiería  y Caballero de la Orden Santiago recibe el estandarte real y el 10 de agosto de 1519, da la orden de soltar amarras, las naves suavemente mecidas por la corriente del Guadalquivir se alejan de la rada de Sevilla aguas abajo en dirección a Sanlúcar de Barrameda. En Sanlúcar se completa el avituallamiento de las naves y el propio Magallanes vuelve a Sevilla para hacer testamento nombrando heredero a su hijo Rodrigo y a las criaturas que diese a luz su esposa Beatriz, la cual estaba embarazada. La estancia en Sanlúcar se prolonga un mes, al parecer como maniobra de distracción ya que los portugueses andaban buscando a Magallanes y acechaban a la flota. El 20 de septiembre por fin parten de Sanlúcar en dirección a las islas Canarias a Tenerife.

La Trinidad, la nao capitana al mando del propio Magallanes se coloca rápidamente al frente de la flota, en ella va un personaje que más adelante será principal al finalizar el viaje gracias a su diario, Antonio Pigafetta, un joven noble veneciano al servicio de Monseñor Francesco Chiericati que fue enviado por el Papa a la corte castellana. Durante su estancia en la corte se informó de la expedición que preparaba Magallanes y decidió participar en ella. Así lo dice el mismo en la introducción a su relato, al mencionar las informaciones obtenidas en casa de su protector:

Ahora bien, como por los libros que había leído y por las conversaciones que había sostenido con los sabios que frecuentaban la casa de este prelado, sabía que navegando en el Océano se observan cosas admirables, determiné cerciorarme por mis propios ojos de la verdad de todo lo que se contaba, a fin de poder hacer a los demás la relación de mi viaje, tanto para entretenerlos como para serles útil y crearme, a la vez, un nombre que llegase a la posteridad.”

Tras conseguir el permiso de su señor y el beneplácito real con cartas de recomendación para la Casa de la Contratación y para Magallanes, se dirige a Sevilla para embarcarse con el cargo de sobresaliente puesto destinado por lo general a jóvenes de familia noble enrolados en busca de aventuras o experiencia militar. Su nombre quedará asentado en el registro de navegación como “Antonio Lombardo”, destinado a la nave “Trinidad”.

Tras la nao Trinidad navega la Nao San Antonio, es la de mayor tonelaje y va comandada por orden real como ya hemos dicho antes, por Juan de Cartagena, a su popa va la nao Concepción capitaneada por Gaspar de Quesada y como maestre y segundo al mando  Juan Sebastián Elcano.

El ¿por qué? se permitió a Elcano embarcar y además como maestre, cuando tenía una causa con la justicia, no se sabe, la respuesta de los historiadores es que simplemente en Sevilla no se sabía. La cuarta es la nao Victoria autentica protagonista ya que será la única en regresar tras circunnavegar el globo, su capitán es Luis de Mendoza que además tiene el cargo de “Tesorero de la armada”, por último la carabela Santiago a cuyo mando va João Serrão.

El Atlántico

Tras seis días de navegación llegan a Tenerife en donde hacen aguada y cargan leña y de aquí pasan a otro puerto llamado Montaña Roja a la espera de una carabela llena de pez, material imprescindible para las naves como ya explicamos ya que gracias a él se impermeabilizaba el casco de los barcos haciéndolos estancos. Todo parece indicar que en esta carabela también llego una carta para Magallanes de su suegro Diego Barbosa, en donde le advertía que los capitanes españoles estaban conjurados contra él.

Cuando zarpan de la isla de Tenerife, Magallanes marca rumbo sur, navegando  pegado a las costas de África, evitando el rumbo directo a América, no se sabe si para demostrar su mando sobre los capitanes castellanos o tratando de despistar a los portugueses al elegir una ruta no habitual, en donde no serían esperados, aunque peligrosa al ser área de influencia portuguesa. Esta decisión de cambiar de rumbo la toma solo sin consultar con ningún otro capitán, incumpliendo los dictámenes de rey así como la costumbre castellana de consultar cualquier cosa importante que ocurra en la travesía. Había dado órdenes de como tenían que comunicarse por la noche por medio de luces. La nave capitana, irá siempre delante y encenderá durante la noche un farol en la popa a fin de que no la pierdan de vista. Esta orden en conjunto con otras, hicieron un sistema de señales muy eficaz e ingenioso.

Bajan hacia Cabo Verde y navegan la costa de Guinea hasta Sierra Leona, donde se topan con vientos contrarios, grandes calmas y tempestades lo que hace que los capitanes castellanos se pongan contra él y no estén de acuerdo con el rumbo y la aptitud autoritaria del capitán general. Este, por su parte, desde que salió de Sanlúcar se consideró el dueño de la expedición, ¿No había obtenido el apoyo real? ¿No era él, el que conocía las islas a las que se dirigían? ¿No era él, el capitán general?

Magallanes como vimos antes, era de difícil trato, pero a partir de aquí su carácter se vuelve osco e introvertido, ni consulta, ni habla con los demás capitanes sobre el rumbo a seguir y les obliga todas las tardes a acudir a su nao y los capitanes de cada nave deben saludar al capitán general con la siguiente frase: “Dios vos salve, señor capitán general y maestre e buena compañía”. Esto irrita sobremanera a los capitanes castellanos, siendo el primer motivo de enfrentamiento cuando Juan de Cartagena decide no salir a saludar y en su lugar envía a un subalterno, cuando Magallanes se lo recrimina, Cartagena le contesta que ha mandado al mejor de sus hombres y que si no le parece bien la próxima vez mandara a un paje, dejando claro que no va a seguir obedeciéndole, el rey le ha nombrado “conjunta persona” y se considera igual al capitán general. Magallanes por fin cita a los capitanes para consultar el rumbo y tras una acalorada discusión con Cartagena, ordena detenerlo por insubordinación aunque legalmente no era un subordinado, sino un igual (conjunta persona). Todos están atónitos, solo Luis de Mendoza le suplica que no le ponga grilletes en atención a su rango de nobleza, entonces Magallanes le ordena su custodia y nombra capitán de la San Antonio al contador Antonio de Coca.

Al pasar la línea equinoccial cambia el rumbo en dirección sureste hacia Brasil llegando el 29 de noviembre al cabo de San Agustín. Sabiendo que estaban en la delimitación portuguesa navegan frente a la costa sin tocar tierra y al fin se detienen en la bahía de Guanabara hoy Río de Janeiro, siendo recibidos por los nativos con muestras de afecto e intercambiando mercaderías con ellos, Pigafetta escribe:

Hicimos también ventajosísimos cambios: por un anzuelo o por un cuchillo nos dieron cinco o seis gallinas; por un peine, dos gansos; por un espejito o un par de tijeras, el pescado suficiente para comer diez personas; por un cascabel o por una cinta los indios nos traían un cesto de patatas, nombre que dan a los tubérculos que tienen poco más o menos la figura de nuestros nabos, y cuyo sabor es parecido al de las castañas. Cambiamos asimismo a buen precio las figuras de los naipes: por un rey de oros me dieron seis gallinas, y aún se imaginaban haber hecho un magnífico negocio”.

No podemos ver este intercambio con los ojos de hoy día ya que los indígenas no conocían ni los espejos, ni las tijeras o los cascabeles, que para ellos tenían gran valor aunque para los castellanos eran cosas nimias, a cambio les dan comida cosa que los marineros necesitaban. Pero además Magallanes que conocía perfectamente el interés de los hombres de aquellas tierras a donde se dirigían, no solo embarco cascabeles y cintas, también llevaban textiles, sillas decoradas y talladas o copas de cristal doradas que se ofrecían como regalos oficiales, Pigafetta lo menciona tantas veces que sorprende la capacidad de los navíos y que hubiera espacio para los tripulantes.

Esto demuestra el conocimiento que portugueses y españoles tenían del comercio de la zona y del interés de sus nativos, en 1698 una expedición escocesa fracaso al intentar formar una colonia comercial en Darién, Panamá, aparte de las enfermedades, los indígenas aunque pacíficos, rechazaban comerciar con ellos pues llevaban para intercambiar sombreros de piel y otras prendas de lana, pipas de cerámica, biblias, calzados etc., productos que nadie quería en aquel clima tropical. La estancia en Brasil es un periodo de paz y relajación de las tensiones dentro de la expedición.

El 27 de Diciembre de ponen rumbo suroeste llegando el 10 de enero de 1520 al cabo de Santa María, tras él se abre la desembocadura del río de Solís, este había sido descubierto por Juan Díaz de Solís que murió en 1516 a manos de los caníbales, lo que no saben es que han llegado al estuario del río de la Plata, creyendo haber llegado al estrecho que unía ambos mares comienzan a recorrerlo hasta que se dan cuenta de que el agua es dulce siendo el estuario más grande que han visto, tras reconocerlo durante días llegan a un promontorio que bautizan como Monte Vidi, lo que más tarde será Montevideo. El diario del piloto Francisco Albo dice así:  “Martes del dicho (mes de enero de 1520) estábamos en derecho del Cabo de Santa María (actual Punta del Este), de allí corre la costa leste (este) oeste i (y) la tierra es arenosa i (y) en derecho del cabo ai (sic) una montaña hecha como un sombrero al cual pusimos nombre Monte Vidi”.

El motín                                                                                                                          

Por fin, dándose cuenta de que no es el estrecho continúan hacia el sur. Poco a poco las tensiones vuelven a aparecer ya que Magallanes había asegurado conocer la situación del paso, pero avanza dando palos de ciego recorriendo todas las entradas y recovecos de la costa esperando encontrar el anhelado estrecho, por fin decide detenerse en una bahía que encuentra apropiada y que considera que es lo suficientemente buena para pasar el invierno, la bahía de San Julián. Apenas llegan a San Julián, los capitanes castellanos de tres de los navíos  liberan a Juan de Cartagena y se alzan contra el capitán general. Magallanes parece acceder a pactar con ellos y cuando están reunidos los reduce en una emboscada muriendo en ella Luis de Mendoza; entre los amotinados estaba el propio Juan Sebastián Elcano.

Tras el motín se hace un juicio sumarísimo en el que 44 hombres son condenados a muerte, a Cartagena por ser noble y veedor del rey y al capellán Pedro Sánchez de Reina por ser eclesiástico no se atreve a ejecutarlos.

El capitán Gaspar de Quesada es decapitado por su propio escudero, que lo hace a cambio de la propia vida ya que ningún otro lo haría, su cuerpo fue descuartizado, así como el de Luis de Mendoza para que sirviera de escarmiento a los demás. Pero Magallanes necesitaba a los todos los demás hombres para poder manejar las embarcaciones, así que conmutó la pena al resto, eso sí dándoles los trabajos más duros en San Julián y así encadenados calafatear los barcos y construir cabañas para pasar el invierno ya que en las naves sería imposible soportarlo.

Entran en contacto con los indígenas del lugar que describen como gigantes, hombres de gran tamaño a los que llaman patagones por las grandes huellas de dejan al andar, denominando al lugar Patagonia.

Envía a la carabela Santiago a reconocer la costa; esta navega hacia el sur encontrando un golfo al que llaman Santa Cruz, entonces se desata una fuerte tormenta que hace encallar la carabela aunque la tripulación consigue saltar a tierra y ponerse a salvo, sobreviven a duras penas rescatando lo que pueden de la nave que el mar va devolviendo y cazando focas, dos de los marineros deciden ir a San Julián andando en busca de sus compañeros que ya los daban por perdidos y muertos, al enterarse que siguen vivos Magallanes rápidamente envía por ellos rescatándolos a todos aunque la carabela está perdida y no se puede salvar.

El Estrecho       

Cuando por fin Magallanes se vuelve a hacer a la mar han pasado catorce meses desde que partieron de Sevilla y la mitad de este tiempo han estado parados en condiciones adversas y durante un invierno muy frio con las provisiones disminuyendo día a día. Como no se atreve a ejecutar a Juan de Cartagena pero si lo lleva consigo aunque preso sería una fuente de problemas, lo deja abandonado en una isla de San Julián junto con el capellán Pedro Sánchez de Reina condenándolo a una muerte segura. Retoman la exploración y Magallanes que no se quiere volver a equivocar actúa cautamente, envía a las naves por delante de él pero con instrucciones de que cuando encuentren algo regresen inmediatamente a comunicarlo.

Por fin el 21 de octubre entran en un canal que sería el ansiado paso pero ellos todavía no lo saben, dentro de este, dos canales más se han abierto y Envía a la Concepción y al San Antonio a explorarlos. Hay que tener en cuenta lo difícil que es aun hoy día navegar por el estrecho de Magallanes, pareciéndose a una ría gallega o a un fiordo noruego, sin ver horizonte de mar por la proa y solo tierra a ambos lados con numerosos entrantes que no llevan a ninguna parte. El piloto Esteban Gómez conjurado con el resto de la tripulación del San Antonio, arrestan al capitán de la nave  Álvaro de Mesquita (Álvaro de Mezquita) primo de Magallanes y dan la vuelta para regresar por donde han venido, regresando a España en mayo de 1521. Hechos presos como desertores, tras los interrogatorios realizados por los oficiales reales, todos son puestos en libertad menos Mezquita.

Tras la deserción de la nao San Antonio, Magallanes sabe que si esta regresa  con bien a Castilla, los hombres que antes estaban bajo su mando harán acusaciones muy graves en su contra y que va a necesitar algo más que un gran descubrimiento para salir airoso, entonces cambia totalmente de aptitud y ordena al escribano hacer una circular en la que pide la opinión de los demás capitanes y oficiales de las naves de seguir adelante con la misión o regresar a España, exigiendo que le den respuesta por escrito, los oficiales temerosos de la ira del capitán dicen estar con él y seguir adelante. Mientras se adentran en el estrecho ven en tierra unas grandes hogueras que encendían los nativos para calentarse, llamando a este lugar Tierra de Fuego. Continúan avanzando a lo largo del canal y el 27 de noviembre de 1520 por fin ven la salida, la alegría es inmensa, el primer objetivo está cumplido, hay un paso al mar del sur.

El Pacifico                                                                                                                             

Salen a mar abierto y comienzan a subir por la costa de la actual Chile, las provisiones escasean pero no tocan tierra, a la pregunta de ¿Por qué? No hay respuesta escrita, se piensa que Magallanes en un error de cálculo cree que están muy cerca de las islas a donde se dirigen sin saber que acaban de entrar en el océano más grande de la Tierra que ocupa las tres cuartas partes del globo. Al despejarse el cielo de nubes observan que las estrellas han cambiado y no es el mismo que conocen, la estrella polar no está y en su lugar hay otra formación en forma de cruz, la Cruz del Sur. También observan dos nubes de estrellas que en realidad son dos galaxias que más tarde serán denominadas, las nubes de Magallanes y que Pigafetta nos describe en su diario.

Ponen rumbo noroeste y el océano los recibe con un tiempo en calma, tan es así que lo llaman Pacifico, esto se debió a un fenómeno que no se logró estudiar hasta el siglo XX, “el niño” y que actuó a su favor, pero los días van pasando sin ver tierra y la situación se hace cada vez más desesperada, las provisiones escasean y la enfermedad empieza a hacer mella en la tripulación. El propio Elcano cae enfermo.

Sin embargo, esto no era todo. Nuestra mayor desgracia era vernos atacados de una especie de enfermedad que hacía hincharse las encías hasta el extremo de sobrepasar los dientes en ambas mandíbulas, haciendo que los enfermos no pudiesen tomar ningún alimento. De éstos murieron diecinueve y entre ellos el gigante patagón y un brasilero que conducíamos con nosotros. Además de los muertos, teníamos veinticinco marineros enfermos que sufrían dolores en los brazos, en las piernas y en algunas otras partes del cuerpo, pero que al fin sanaron.” Pigafetta.

El escorbuto, enfermedad que fue una plaga para los marineros hasta finales del siglo XVIII y como hemos visto Pigafetta nos la describe perfectamente, no fue lo único que ataco a los hombres de la expedición, el hambre debido a la falta de víveres y la falta de agua que escaseaba más y más a medida que la travesía se prolongaba por el Pacifico.

La galleta que comíamos ya no era más pan sino un polvo lleno de gusanos que habían devorado toda su sustancia. Además, tenía un olor fétido insoportable porque estaba impregnada de orina de ratas. El agua que bebíamos era pútrida y hedionda. Por no morir de hambre, nos hemos visto obligados a comer los trozos de cuero que cubrían el mástil mayor a fin de que las cuerdas no se estropeen contra la madera… Muy a menudo, estábamos reducidos a alimentarnos de aserrín; y las ratas, tan repugnantes para el hombre, se habían vuelto un alimento tan buscado, que se pagaba hasta medio ducado por cada una de ellas”. Pigafetta.

Continúan hacia el noroeste traspasan el ecuador y la longitud 165º la línea de demarcación que separa la zona española de la portuguesa firmada en el tratado de Tordesillas, lo que constituye un serio revés para el objetivo de la expedición, aun así continúan adelante, viendo como lo que pensaban que era un mar pequeño se presenta inmenso. Siguen navegando hacia el norte aunque Magallanes sabe que las islas de la especiería están en latitud sur, ¿por qué lo hace? No se sabe con certeza parece que por el viento y la corriente prefiere ganar por el norte para luego descender.

Las islas de los Ladrones y San Lorenzo                                                                

Tras tres meses y veinte días de travesía al límite, arriban a la isla de Guam en las Marianas, es la primera isla habitada que encuentran, los nativos que se denominan “chamorros” en cuanto ven las naves se acercan rápidamente en unas canoas muy rápidas y manejables, parece que llevan comida como regalo u ofrenda, pero los españoles recelan y los rechazan, entonces ágilmente suben por la borda y una vez en la nave comienzan a coger lo ven en cubierta, los marineros repelen el supuesto ataque y rápidamente los nativos la abandonan dejando cestos con frutas y animales, pero hábilmente desatan el esquife que va a popa de la nave capitana. Magallanes no está dispuesto a perder más material tras el hundimiento de la Santiago y la deserción del San Antonio y envía a un grupo de hombres para recuperarlo, recibidos a lanzazos responden abriendo fuego y los nativos huyen asustados dejando nueve muertos, pasados unos días los chamorros vuelven a las naves pero sin subir a bordo e intercambian alimentos por hierro. A los pocos días las tripulaciones se empiezan a recuperar, ellos no lo sabían, pero al tomar alimentos frescos y sobre todo vegetales y frutas con vitamina C, se van curando del escorbuto y tras descansar y aprovisionarse nueve o diez días Magallanes abandona estas islas a las que llama “islas de los ladrones”.

Tras diez días de navegación avistan unas nuevas islas a las que bautiza como islas de San Lorenzo, han llegado a las Filipinas.

Enseguida se da cuenta que se encuentran muy cerca de su objetivo pues Enrique el esclavo malayo de Magallanes es capaz de entenderse con esta gente ya que la lengua malaya es la lengua franca de la región. Arriban a la isla de Luzón de aquí pasan a isla de Leyte en donde encuentran oro y de aquí a Cebú. Al entrar en el puerto de Cebú, con un vistazo se da cuenta de los nativos son más cultos y civilizados y de que ha de tratar con un gobernador o un rey, el “Rajá”. Este de nombre Humabon conoce bien el comercio pues llevan años de intercambios con los chinos y los árabes. Magallanes se percata de que no puede tomar posesión de tierras interesantes para Castilla ya que carece de fuerza para hacerlo y además no están en la demarcación castellana, entonces decide hacer pactos y tratados con los rajás indígenas haciéndolos vasallos del rey de Castilla.

Humabon les indica que han de pagar el consabido impuesto portuario si quieren entrar y comerciar con ellos y para atestiguarlo les presenta a un mercader musulmán que acaba de llegar de Siam, este al reconocer a los cristianos se pone tenso y le susurra al rajá que tenga cuidado ya que son los mismos que saquearon y conquistaron Calicut, la India y Malaca. Enrique que había entendido lo que el mercader dijo al rajá, añadió:

que su rey era aún mucho más poderoso, tanto por sus ejércitos como por sus escuadras, que el de Portugal, a quien el siamés se refería; que era el rey de España y Emperador de todo el mundo cristiano, y que si hubiese preferido tenerle por enemigo más bien que por amigo, habría enviado un número bastante considerable de hombres y de naves para destruir su isla entera”.   Pigafetta.

Humabon responde ha de consultarlo con sus consejeros y que dará una respuesta al día siguiente. Tras convencerse el rajá y sus asesores de que es mejor aliarse, Humabon y Magallanes hacen un pacto de sangre y este último se convierte en aliado y vasallo del rey Carlos. También convenció al rajá de que si se bautizaban y se hacían cristianos, serían más amados y mejor mirados. Humabon fue bautizado con el nombre de Carlos en honor del rey y su mujer con el nombre de Juana en honor de la reina madre, convirtiéndose poco a poco toda la población y las islas de alrededor.

La muerte del Capitán General                                                                                                  

Al lado de Cebú hay una isla llamada Mactán, donde sus gentes se resistían a ser cristianizados así que Magallanes manda algunos hombres que incendian una aldea a modo de escarmiento, Mactán estaba gobernada por dos “Datu”  uno de ellos Zula envía a su hijo con dos cabras como presente y se escusa diciendo que hubiera llevado más, pero que el Datu con el que compartía la isla Lapulapu, se lo había impedido y les explicó que la aldea que habían quemado en Mactán era de Lapulapu que además se negaba a reconocer la autoridad de Castilla. Magallanes cree haber llegado el momento de hacer ver su autoridad. Zula le ofreció guerreros para luchar contra Lapulapu pero Magallanes rechazo la oferta; la decisión de luchar no fue bien acogida por los capitanes Serrão y Barbosa que desaconsejan la acción e incluso se plantean el buen juicio del capitán, pues convertir nativos está bien pero la misión era llegar a las islas de las especias. El capitán se negó a escucharlos aunque permitió que los barcos se mantuvieran alejados de la costa y redujo el número de soldados a un mínimo de 60.

La noche del 27 de abril de 1521 se echan a los botes y avanzan en busca de Lapulapu, el primer error ya se ha cometido al despreciar la ayuda de los rajás aliados, ahora la suerte se vuelve contraria pues la configuración de la playa rodeada de rocas coralíferas y bajíos hacen que los botes se queden lejos de la orilla perdiendo la ventaja de las armas de fuego y las ballestas. Olvidándose de la retaguardia, segundo error, saltan al agua que les llega a la cintura, cubiertos con la pesada armadura han de cubrir la gran distancia que les separa de la playa lo que aumenta el cansancio de los hombres. En la playa les esperan los indígenas en gran número, que al ver la ineficacia de las armas de fuego intentan envolver a los españoles atacándolos por los flancos y por el frente a la vez. Magallanes ordena incendiar las cabañas que no hace más que enfurecer a los nativos que se lanzan por millares contra ellos, entonces el  capitán herido en una pierna ordena retroceder pero casi todos huían en desbandada, solo siete u ocho quedan con él.

Esta lucha tan desigual duró cerca de una hora. Un isleño logró al fin dar con el extremo de su lanza en la frente del capitán, quien, furioso, le atravesó con la suya, dejándosela en el cuerpo. Quiso entonces sacar su espada, pero le fue imposible a causa de que tenía el brazo derecho gravemente herido. Los indígenas, que lo notaron, se dirigieron todos hacia él, habiéndole uno de ellos acertado un tan gran sablazo en la pierna izquierda que cayó de bruces; en el mismo instante los isleños se abalanzaron sobre él. Así fue cómo pereció nuestro guía, nuestra lumbrera y nuestro sostén”. Pigafetta.