La sociedad actual prima unos valores y escatima la recompensa a aquellos que se han pasado gran parte de su vida adquiriendo conocimientos. Y al hablar de conocimientos cabe preguntarse si los alumnos de hoy poseen más que los de antaño, y si la respuesta es negativa habría que ser muy duro contra la clase política que ahora arroja el guante del fracaso escolar como si ellos no tuviesen culpa de nada.

Pero la realidad es bien distinta porque las constantes reformas que han provocado los cambios de contenidos y cómo explicarlos no están ahí por arte de magia, y han sido las mismas que han llevado el barco educativo hasta el arrecife.

Otra vez se habla del particular y estrepitoso fracaso en varias materias y nos comparamos con sistemas educativos de diferentes países que asimismo fracasan.

Las matemáticas han sido y son el caballo de batalla, pero la solución no está en más de lo mismo: horas, refuerzos, tareas…, o incluso profesores particulares para domarlo.

La experiencia de estudiar una unidad temática en un libro de texto, que está redactado por matemáticos y no por lingüistas, puede llegar a ser frustrante sobre todo por las cuestiones que hay que resolver, ya que estas no están acorde frecuentemente con lo que se ha estudiado y, si lo están, quedan los conceptos tan solapados que al escolar le es difícil identificarlos. Pero claro, tú eres el tonto ya que el propio texto, la redacción de los enunciados de los problemas, que a veces son galimatías, y la capacidad del docente para transmitir los contenidos no se pone en duda.

Parece que los matemáticos estén empeñados en que su materia sea y continúe siendo el ombligo, el hueso a roer por miles de generaciones de sufridos escolares. ¿Es que todos son ignorantes? La realidad es que sí demuestran tener razonamiento abstracto, que sí sobresalen en otras asignaturas y que no son tan “cortitos”  para entender un mensaje cuando el emisor y el canal  son claros.

También otro caballo desbocado es la lengua porque nuestros alumnos no saben expresarse e incluso leer. Aquí, asimismo se proponen muchas medidas pero la realidad es que los escolares no leen porque no existe un plan global que incentive ese hábito desde la infancia y si existiera, ¿cuándo dispondrían de tiempo para abrir un libro por puro placer? Por supuesto que no en el seno de un sistema que introduce rápidamente la calificación y por ende se hace competitivo, y no deja apenas espacio para que se aprenda jugando.

Un sistema que por otro lado no pone fin al abuso que hagan los profesores de los deberes cuando además la ley no lo permite, y que  parezcan que estén dirigidos a los padres.

Un sistema que prima lo memorístico y que a pesar de las reformas sigue basado, en la práctica, casi exclusivamente en los exámenes.

Un sistema que no profundiza para fortalecer la imaginación y la creatividad porque desdeña aquellas asignaturas que sí inciden directamente en este aspecto de las capacidades humanas.

No nos engañemos. La verdadera revolución de la enseñanza está por llegar, y en mi modesta opinión no será hasta que la sociedad entienda que sus hijos no deben estar tan presionados por un sistema educativo que dista mucho, por ejemplo, del que hay en los países nórdicos.

El alumno necesita tiempo para divertirse, para leer, para desarrollar sus hobbies y sus capacidades más allá del aula. Necesita no estar pendiente de la nota…, y necesita sobre todo que el aprendizaje no sea tan convergente y sea mucho más divergente. Ellos dividen pero no saben qué es en realidad dividir; aprenden que dos por dos son cuatro pero no saben por qué; acumulan datos pero ignoran para qué sirven…

Y después de todo el “calvario”, ¿a cuántos les gusta estudiar? Después de elegir el camino más allá de lo obligatorio se acaban realizando másters para engrosar la lista de los que tienen que buscarse el presente y el futuro en el extranjero porque todo el organigrama queda en punto muerto ante la realidad social que no sabe, no quiere o no puede articular un sistema paralelo donde ese sacrificio personal y económico tenga su recompensa o por lo menos sea capaz de acoger a aquellos que pusieron sus esperanzas en que el conocimiento les brindase algo más que una satisfacción personal.

La realidad es que en España se seguirán promulgando leyes educativas, y se seguirán realizando huelgas.

Los políticos tienen que comprender que se debe preguntar y escuchar a los maestros y profesores, que son los que están a pie del cañón, y por supuesto a los que tengan más experiencia y no a teóricos, a sindicalistas o a cualquier persona ajena a las aulas. Y sobre todo tienen que afrontar un verdadero cambio sustancial, y facilitar los recursos para que los docentes deseen continuar con su profesión y no ansíen prejubilarse, prematuramente, agotados y hastiados de una enseñanza que además de ser un fracaso en sí misma produce gran cantidad de analfabetos funcionales.