El ser humano cargado de potencial creativo, imaginativo, científico, tecnológico… explora los mares, el universo y realiza logros de los que él mismo se sorprende, sin embargo no ha sabido evolucionar hacia una sociedad donde las personas puedan sentirse seguras y aspiren a ser más o menos felices.

Guerras, revoluciones, crisis, calamidades, corrupción política, desigualdad en la distribución de la riqueza, de los recursos… parece que no hayan enseñado nada al hombre que ahora está a prueba más que nunca porque las “cloacas del mundo” que ha creado están ya en la superficie. Un hecho este al que todos podríamos dar posiblemente la misma respuesta. El problema es que esta contestación no está arraigada en la región hipotalámica del cerebro humano como la necesidad de satisfacer el hambre, la sed, la reproducción… porque en caso contrario no continuaríamos empeñándonos en que nuestro entorno social y natural nos oprima cada vez más.

Profetas, iluminados y el propio Isaac Newton dejó escrito que el mundo sufriría un cambio radical más o menos en esta época, eso sí, precedido de grandes hecatombes incluida por supuesto la económica.

Pero no es necesario pensar en el insigne y clarividente científico para reflexionar y ser conscientes de que no estamos haciendo las cosas bien, y que tampoco se han hecho correctamente en tiempos pretéritos. Una actuación repetitiva por parte de aquellos que sí poseen poder económico y político y que sin embargo lo utilizan en su propio beneficio.

La humanidad necesita metamorfosearse para alumbrar un mundo mejor, pero este no vendrá tampoco de la mano del avance científico y tecnológico.

Hoy Podemos elegir un hijo a la carta y asimismo en el futuro inmediato se podrá intervenir al ser humano para mejorar su memoria, su inteligencia, su capacidad motriz o lo que nos venga en gana, todo por el empeño de algunos en mejorar la especie; ¿pero qué especie mejorará?, seguro que la de quienes puedan acceder a ese nivel de selección.

La sociedad la conformamos todos aunque esté perfectamente estructurada, y esta tendrá sólo una oportunidad si aprendemos a pensar colectivamente.

La vuelta a la infancia no es posible, pero algunas veces uno siente nostalgia por una época donde la inocencia protegía de la cruda realidad,  y la confianza en nuestros padres era el seguro de nuestra existencia. Una confianza que cada vez tenemos más minimizada en lo referente a esos “padres” que elegimos, allí donde es posible, con la esperanza de ver un nuevo amanecer. No obstante suelo cerrar los ojos, por estas fechas mucho más, e imaginarme que sean reales los que vienen de lejos o el que entra por la chimenea del planeta, y no les pido que dejen cerca de mis zapatos aquello que me convierta en alguien superior o más rico porque les ruego que nos regalen una nueva conciencia y sobre todo que se la den a los poderosos que sí tienen en sus manos la posibilidad de que un mundo mejor sea factible. Únicamente de ese modo, sin excepción, la codicia, la injusticia y el ansia de poder podrán ser sustituidos por  la dignidad, el amor y la libertad. Palabras estas fáciles de pronunciar pero que han sido y continúan siendo el  talón de Aquiles de toda la humanidad.

Asimismo me gustaría que fuese real Supermán y otros héroes similares para que obliguen a repartir la riqueza de los que a pesar de todo persistan en su actitud,  y velen para que no exista una persona cuya dignidad sea pisoteada, cuya demanda de justicia no sea atendida y cuya libertad esté enjaulada porque de lo contrario nunca podremos hablar de sociedades evolucionadas como sinónimo de justas.

 

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