Uno de los primeros hospitales en ser construido fue el llamado Hospital de San Martín de Tours en Buenos Aires. La fundación de este hospital se basaba en una serie de leyes y normativas establecidas ya durante los reinados de Carlos V y Felipe II. En base a estas disposiciones surgirá este hospital que fue el primero de toda Argentina.

Las leyes españolas referentes a ordenación de hospitales en América.

¿Hubo alguna legislación que ordenara la edificación de hospitales a comienzo del siglo XVI para los pueblos hispanos?. En verdad que la hubo desde el primer paso dado en suelo americano por los conquistadores, sabían que tenían órdenes por cumplir. La misma era muy clara, ya que no sólo debían construir un hospital en cada pueblo que se fundara sino, además, debían administrar los recursos, seleccionar los profesionales idóneos y mantener la preservación del edificio asignado. Así leemos en la Recopilación de Leyes de los Reinos de India:

Ley 1 de las Leyes de Indias del 7 de Octubre de 1541 señalaba : “Que se funden hospitales en todos los pueblos de Españoles e Indios. Encargamos y mandamos a nuestros Virreyes, Audiencias y Gobernadores, que con especial cuidado provean, que en todos los pueblos de Españoles e Indios de provincias y jurisdicciones, se funden hospitales donde sean curados los pobres enfermos, y se ejercite la caridad cristiana…”. Carlos V a 7 de julio 1541 en Fuenzalída.

Ley II: Cuando se fundare o poblare alguna ciudad, villa o lugar, se pongan los hospitales para pobres enfermos con enfermedades que no sean contagiosas junto a las iglesias, mientras que los enfermos con enfermedades contagiosas en lugares levantados y para que ningún viento dañoso pasando por los hospitales vaya a herir en las poblaciones. Felipe II a 13 de julio de 1573.

Ley III: Mandamos a los Virreyes del Perú y Nueva España que cuiden de visitar algunas veces los hospitales. Felipe II a 19 de enero de 1587.

Cuando Felipe II dicta sus famosas ordenanzas sobre la fundación de los pueblos, declaró también de imprescindible ejecución, el establecimiento de hospitales, junto a la iglesia y por claustro de ella para que cuidara a los pobres enfermos. Esta función humanitaria de socorrer al enfermo fue consecuencia de las grandes ideas que anidaron en el espíritu de Felipe II, quien entendía que un buen monarca para alcanzar la felicidad de su pueblo debía promover la buena salud del mismo.

Fue sin duda alguna el natural sentimiento de conmiseración para los que sufren y sobre todo la caridad cristiana lo que impulsó, a los conquistadores y colonizadores españoles, a esta nobilísima preocupación por la dolorosa situación de los enfermos.

En los comienzos de 1580 Juan de Garay intenta una nueva Fundación, no trae médicos, pero cuando ordena la ciudad en manzanas elige una para un futuro hospital. Este hospital va a estar regido por el Cabildo por administradores nombrados por el Cabildo y a pesar de que las órdenes para construir hospitales eran órdenes reales, quienes eran responsables económicos de su construcción y mantenimiento eran los pobladores a través del órgano de gobierno de ellos o sea el Cabildo.

Sin embargo, pasaron muchos años antes de edificarse el nuevo hospital, mientras tanto debió funcionar en casas de particulares. La existencia de libros capitulares dan testimonio que se rentó la casa de Francisco Álvarez de Gaitán en 1591, para el funcionamiento del hospital. Andrés de Vallejos es designado por el Cabildo como el primer mayordomo (acuerdo de López del 9 de julio de 1590). Vallejos fue uno de los 63 primeros vecinos pobladores que acompañó a Juan de Garay en la segunda fundación de Buenos Aires en junio de 1580. En el reparto de tierras se le adjudicó un predio en la esquina de San Martín y Bartolomé Mitre y una estancia de 400 varas sobre la costa del Río de la Plata por una legua de fondo.

Por actas del mismo Cabildo se sabe que hasta el 7 de enero de 1611 no se había fundado ni edificado el hospital. Diversas razones obraron para que se cambiara de ubicación. En efecto, en la sesión del 7 de marzo de 1611 se consideró que el sitio asignado para su edificación resultaba incómodo y estaba fuera del lugar de comercio. Se decidió el traslado al camino del Riachuelo, por considerarse la calle donde entra en la ciudad la gente que viene por la mar y es por donde vienen, además, la mayoría de los pobres enfermos. El nuevo terreno asignado no pertenecía al gobierno, sino que era propiedad de cuatro vecinos; a saber, Antonio Hernández Barrios, Francisco Muñoz, Antón Igueras de Santana y Pedro Izarra, con quienes se trocarían sus tierras dándoles otras en compensación. La nueva manzana elegida para la edificación del primer hospital se ubicó entre las calles que, actualmente, son llamadas Defensa y Balcarce, México y Chile, hoy ocupada por La Casa de Archivos Militares. Estos acuerdos del Cabildo fueron presididos por el gobernador Don Diego Marín de Negrón, quien habría ordenado la fundación efectiva del nuevo hospital de San Martín. Así, es considerado como su iniciador y fundador, ya que contribuyó con su propio dinero para llevar a cabo dicho emprendimiento. Podemos concluir que la fundación del primer hospital de Buenos Aires fue una tarea claramente definida por este gobernador.

San Martín de Tours: Primer hospital de Buenos Aires.

Juan de Garay proyectó en 1583 el Hospital San Martin. Por lo tanto esa calle se llamó “San Martin” en el siglo XVII, ahora esta calle no ha cambiado de nombre desde esa época, es la misma que parte de Plaza de Mayo y termina en Retiro hoy en día. Es decir que esta calle del centro porteño no es por el padre de la patria José de San Martin, sino por el patrono de la ciudad.

bah1Plano fundacional de Buenos Aires. Jorge E. Hardoy, Cartografía urbana colonial de América Latina y el Caribe, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano,1991

El plano se ajusta al modelo de ciudad que Jorge Enrique Hardoy denomina «clásico», que no es en realidad sino el alargado reflejo de “Los diez libros de Arquitectura” de Marco L. Vitruvio. El característico trazado en damero consigna «las manzanas reservadas para la plaza, el fuerte, los conventos de San Francisco, Santo Domingo, Santa Úrsula y para el hospital, un solar para el Cabildo y la cárcel y otro para la iglesia mayor».

bah2Plano de la ciudad de Buenos Aires. Juan de Garay, 1583.

No se conoce el nombre de ningún médico que acompañase a Juan de Garay, algo no muy difícil de creer, debido a que por esos tiempos Buenos Aires representaba una ciudad pobre con pocos comercios, calles sin empedrar, contaba con una pequeña iglesia y una choza como si fuera un hospital. En cumplimiento de las reales leyes españolas, realiza la división de la ciudad en 250 manzanas, designando para la construcción del primer edificio del hospital a la manzana número 36, que actualmente corresponde a la ubicada entre las calles Sarmiento y Corrientes, Reconquista y 25 de de Mayo, situada a cien metros del Monasterio de la Merced. Se designa por sorteo al patrono de la ciudad, siendo elegido San Martín de Tours y el mismo nombre se extiende para el nuevo hospital que pasa a llamarse Hospital de San Martín. La posesión de la tierra fue la base socio-económica de los primeros tiempos y tuvo un papel preponderante en la jerarquización social.

Buenos Aires fue por mucho tiempo un pueblo de pequeñas dimensiones, en donde el lujo era solo para unos pocos, el comercio solo rondaba entre el tráfico de esclavos para Potosí y unas pocas mercaderías. No había mucha diversión, la vida era bastante monótona y aburrida. Como es costumbre en cualquier pueblo de origen español, el día festivo por excelencia es la fiesta de su patrono, en Buenos Aires no era la excepción.

Llama la atención la similitud con la época actual en cuanto a responsabilidades y organización médica de la ciudad, y no es esto un juicio de valor, solo una observación sobre un hecho que por lo menos debería mover a la reflexión. Esto da lugar a que, al ser pequeña la cantidad de vecinos, la salud era relativamente buena, a que los recursos eran escasos y a que las costumbres hacían que fuese suficiente con algún “médico” que concurriera a la casa del enfermo a realizar curaciones que no se sentía la necesidad imperiosa de construir el hospital. Para los vecinos: los cirujanos. Para los humildes y necesitados: el hospital.

En época de la primera etapa de Buenos Aires, los enfermos eran tratados de sus enfermedades y curaban o morían en sus propios domicilios. Los partos, con muchos peligros para la parturienta y los neonatos, eran patrimonio casero de las comadronas. Con estas consideraciones, toda empresa destinada a la salud social debe ser tenida en cuenta y constituye un atisbo de lo organizado con posterioridad.

El primer hospital de Buenos Aires se inaugura oficialmente el 11 de noviembre de 1614, según se constata en el siguiente documento:

“ El 11 de Noviembre de 1614, con motivo del solemne traslado de la imagen del Santo de San Martín desde la Iglesia Mayor hasta el hospital, situado en el cruce de las actuales calles México y Defensa ( en la manzana que completaban Balcarce y Chile) se inaugura oficialmente el Primer Hospital de Buenos Aires, para beneficio de los 930 habitantes con que contaba la ciudad en eso momento…”

Así que finalmente se designa un hospital, aunque sea en otra manzana de la acordada inicialmente. En la misma época el Cabildo contrata con una muy buena asignación a Manuel Álvarez como “zurujano”, ya que esta tarea las personas pudientes preferían que se realizara en sus casas. El hospital estaba pensado como lugar de estadía de soldados heridos, pobres, indios o enfermos que carecían de sustento, pero en todo caso personas a las que no consideraban como formando parte del mismo vecindario.

Así pues, a comienzos del año 1614, Buenos Aires ya contaba con su primer hospital y podemos conocer su fisonomía arquitectónica, gracias a un profundo estudio realizado por el Dr. José Luis Molinari, donde describe que la superficie que ocupó su edificio medía 109 varas de frente por 88 de fondo, con material elaborado con tierra y techos entablados. Se erigió, entonces, el hospital de San Martín, que no era más que una pequeña iglesia o ermita, de 34 varas de largo, 8 de ancho y 5 de altura, teniendo una enfermería, verdadera sala de asistencia de 36 varas de largo por 7 de ancho, y como servicios accesorios y auxiliares, habitaciones para religiosos y esclavos.

Los recursos con los que contó el Hospital San Martín durante los primeros años fueron muy escasos, según testimonios de una carta del Gobernador Góngora que mencionaba lo siguiente:

“El entretenimiento del Hospital era pues, miserable cuando su encargado debía acudir a estos extremos, porque no hay renta, y las limosnas son cortas y no alcanzan para poder sustentar enfermos si no es sólo alguno, y aunque en la ciudad hay muchos enfermos, pobres indios y españoles, no se puede curar por no haber renta, médico ni barbero”.

La situación financiera y de captación de personal para el nuevo Hospital de San Martín no era fácil al inicio del s. XVII. José Ingenieros, hace una excelente y bien documentada investigación de la situación de los vecinos de Buenos Aires, en ese momento, respecto al pago por los servicios del médico o cirujano:

“ En enero de 1605, se presentó al Cabildo el sujeto Manuel Álvarez, “Médico Zurujano esamynado”, ofreciendo sus servicios por un salario anual que pagarían a escote los vecinos; el Cabildo cerró con él formal contrato el 7 de marzo, obligándose Álvarez a servir “en esta ciudad a toda ella, a los vezinos y moradores y yndios esclavos dellos, en todas sus enfermedades que tubiesen de cualquier género que fuesen y sangrarlos y ventosearlos, pagándole el estipendio lo que buenamente fuesen para su sustento, aparte del salario anual que el Cabildo le pagaría en frutos del país”.

El incauto sangrador intentó ausentarse a los dos meses, pero el Cabildo le ordenó permanecer en la ciudad, por el año de su contrata; no lograba Álvarez cobrar su estipendio, reclamándolo en vano el 11 de julio, y volviendo a reclamarlo el 27 de febrero de 1606 . Desapareció de la ciudad, y en diciembre de 1608, el Procurador General pidió al Cabildo que “al vien de los vezinos y república, convenía se asalariase a Francisco Bernardo Jijón, médico que reside en esta ciudad por tiempo de un año”. A poco de atender su tareas, advirtió Jijón que le era imposible vencer la competencia de los frailes y curanderos, que le disputaban la clientela; Juan Cordero, Francisco de Villabánez, Jerónimo de Miranda y Francisco Bernardo, curaban “de zixuxía y medizina” sin haber presentado sus cartas de examen ni pedido licencia.

El 30 de marzo de 1609, el Cabildo defirió a las quejas de Jijón y los conminó a presentar sus títulos y justificaciones. El 13 de abril exhibió Jijón los suyos, que eran muy buenos, y el Cabildo los aprobó; pero le haría poca gracia el ver que en la misma sección autorizó al “herrador y albeitar”, Juan Cordero Margallo, para que “cure lamparones”, enfermedad en que le consideró especialista. Se habría marchado Jijón, que estaba en la ciudad por un año, cuando el Cabildo entró en alarmas, porque amenazaba ausentarse al Brasil el “barbero y zurujano” Antonio Navarro, desamparando a los que precisaran de sus lancetas y sanguijuelas; y en el acuerdo del 9 de enero de 1612, resolvió obligarlo a quedar, pidiendo al Gobernador que le impidiera embarcarse. Así vivía la aldea, sin más médico ni botica que algún arribado con las tropas o en buque de registro, no hallando modo de conseguir que ninguno permaneciera; y era tal la común pobreza, que los mismos sangradores y ventoseros que por acá llegaban, huían hacia el Perú o el Brasil, en busca de mejor acomodo. Sólo curandeaba algún pícaro, y de tiempo en tiempo el Cabildo necesitaba conminar a los fingidos “zurujanos”, para que presentaran sus títulos y pidiesen licencias, lo que bastaba para ahuyentarlos.

El Hospital San Martín, formado en 1611, seguía sin enfermos y quemando cera en la capilla, consagrada a Nuestra Señora de Copa Cabana; sólo algún infeliz se atrevía a refugiarse en él, seguro de no hallar quien le asistiera, ni con qué. El vecindario creyó que mejoraría su situación cuando llegó a la ciudad un franciscano, Fray Polaino, que parecía estar examinado en medicina y cirugía, titulándose “especialista en ebacuaciones”. Venía de España y pidió licencia al Cabildo para curar, la que le fue acordada el 24 de febrero de 1620; al mismo tiempo se acordó tratar con él sobre el tiempo que podría quedarse en la ciudad para asistir a los enfermos. Le prometieron buscar algunas limosnas “para las medicinas”; y como se cumpliría con él lo mismo que con su antecesores, Fray Polaino dejó la aldea en busca de mejor suerte.

Los vecinos de Buenos Aires, estaban remisos a realizar los gastos que resultaban del mantenimiento de un hospital cuando los recursos y la población todavía eran escasos pero por otro lado ocuparse de la salud pública no era un tema que preocupara a la Corona. Pero si es importante como antecedente de la situación sanitaria actual que la institución que pasaba a hacerse cargo de estos temas era el Cabildo, que no sólo no representaba a las autoridades de la Colonia sino que era el órgano de poder de los vecinos que representaba la descentralización del poder de la Corona y que incluso con el correr del tiempo la autonomía se transforma en oposición así que comienza a destituir virreyes para cambiarlos por otros y finalmente, durante los sucesos de Mayo, los cambia por un gobierno independiente de España. En esos años el Cabildo regula con distintos individuos las autorizaciones para que estos “ practiquen el arte de curar ya sea con ventosas, sangrados y otros menesteres que fueran necesarios.” .

El Cabildo debió recurrir a lo que sería una primitiva mutualización para que los vecinos aportaran una cantidad de bienes y dineros para los médicos a fin de que estos prestaran atención a ellos y sus familias. Mientras tanto el Hospital presta atención solo con una especie de encargado o enfermero. En 1634, con la ciudad a punto de contar con 2000 vecinos, Fray Alonso de Benavides Cadena, Vicario Provincial de la Orden San Juan de Dios, trata de llegar a un acuerdo con el Cabildo para traer religiosos al hospital a fin de mejorar las tareas asistenciales, pero la Corona le niega autorización al Cabildo para que se entregara o se construyera un nuevo Hospital con dinero de la Hacienda Real y que en todo caso encontraran la forma de mejorar la atención sin afectar los recursos. En 1642 se derrumba el pequeño rancho de paja y adobe donde funcionaba el Hospital San Martín y es reconstruido para uso de soldados accidentados y presos enfermos y sanos. En 1663, con 3000 habitantes en Buenos Aires, asume José Martínez de Salazar con intenciones de cuidar los intereses de las autoridades de la Colonia luchando contra el contrabando, para esto debe acrecentar la guarnición y por lo tanto ocuparse del Hospital que formaba parte de las estructuras y necesidades militares.

Salazar escribe al Rey solicitando su ayuda para implementar una reestructuración completa de la atención sanitaria, pedía enfermeros, cirujanos y hermanos de la Orden de San Juan de Dios, quería lograr una solución más integral al problema. Pretendía transformar el Hospital Militar en General y obtener el apoyo de la población.  En su pedido detalla incluso las necesidades materiales, (2 cajas de medicinas y cirugía, sábanas, mantas, y el personal: un sacerdote, dos cirujanos, practicantes y un enfermero). En 1665 el Consejo Real le niega autorización para llevar adelante su emprendimiento, en 1667 Salazar, con el apoyo del Cabildo, insiste con un informe que sorprende con el detalle que ha planificado todos los aspectos de su propuesta. El Consejo de su Majestad responde que no consideraba oportuno tomar ingerencia en el asunto y recomendaba resolver las cosas conforme a los propios recursos y posibilidades de la ciudad. De este modo el Hospital pasaría a ser casa de religiosos y luego nuevamente hospital, de acuerdo a los gobiernos de turno de la ciudad.

En la etapa histórica que estamos considerando los vecinos de Buenos Aires veían en el Hospital parte del aparato y el poder colonial y de su poder económico policial al controlar el puerto, por lo que la opinión pública se sumaba a la idea de suprimirlo como institución. El Obispo de Buenos Aires en una carta de enero de 1692 dirigida al Rey, plantea la inutilidad del hospital del cual dice los vecinos desconfían y en su defecto defiende la caridad con que se aplica la medicina casera.

En los siglos XVI y XVII, los hospitales constituían prácticamente albergues destinados a aislar a los enfermos contagiosos, a los dementes y a los indigentes. Las medidas que se adoptaban en salvaguarda de la salud de la población eran escasas y habitualmente conllevaban un fin utilitario, tal como el que se impondría posteriormente en los inicios de la Revolución Industrial, cuando el valor de la salud de un hombre devengaba en horas productivas de trabajo.

Por otro lado, el establecimiento de las instituciones médicas de España en América, coincidió con el periodo más brillante de la medicina española. Debido a su vigor inicial, el Nuevo Mundo no sufrió tanto el colapso científico de España durante el siglo XVII; antes bien, las fundaciones hospitalarias, la enseñanza médica y la práctica médica, continuaron floreciendo hasta alcanzar su más alto nivel durante el reinado de Carlos III, a finales del siglo XVIII.

El Hospital  San Martín en el s. XVIII, nuevos hospitales bonaerenses y el protomedicato.

Es así que a principios de siglo XVIII, las autoridades bonaerenses convirtieron en beaterío y escuela de niños al único hospital existente, pero el Rey al recibir informes de lo sucedido ordenó que no se desnaturalice su primer objetivo. Sin lugar a dudas lo que más contribuyó a dar vitalidad y sobre todo continuidad a los hospitales fueron dos fenómenos que sucedieron para esas épocas: el primero, el aumento de las tropas y segundo, la presencia de los padres betlemitas, hospitalarios por vocación y profesión dedicados tiempo completo al cuidado de los enfermos. Los betlemitas dieron a los hospitales regenteados por ellos seriedad y eficiencia. Esta institución de origen americano fue fundada en Guatemala en 1660, por Egregio Varón Pedro de Betancourt, que después de dedicarse a la enseñanza entre niños pobres, extendió su benéfica acción a los hospitales, fundando la hermandad Betlemítica. A causa de usar barba estos religiosos, se los designa con el nombre popular de barbones. Debido a esto en 1720 el alférez real pide al Cabildo que el hospital de San Martín fuera puesto bajo la dirección de la orden hospitalaria de los betlemitas. Solicitado por el Cabildo de Buenos Aires, llegaron al país el 4 de noviembre de 1727, haciéndose cargo del Hospital San Martín, y más tarde de los hospitales de Córdoba y Mendoza de donde salieron expulsados en 1817 aproximadamente, acompañando al Ejército de Los Andes. Por Real Cédula del 23 de Septiembre de 1745, en San Ildefonso, el Rey concede su licencia para que el Hospital San Martín, que estaba destinado a los militares, se organice nuevamente como un hospital general a cargo de la Orden Bethemita sin otras rentas y recursos financieros de la Real Hacienda que las ya asignadas dotaciones que la Corona consideraba suficientes para atender las necesidades del nuevo hospital general. Disponíase que los Betlemitas no podrían fundar otro hospital.

Tres años después, el 20 de diciembre de 1748, se hizo entrega del hospital San Martín a la orden de padres Betlemitas y pasó a llamarse Hospital de Betlemitas o de Santa Catalina Virgen y Mártir. El arduo trabajo realizado con total dedicación, infinita caridad y solidaridad para con los enfermos, alcanzaría aproximadamente más de 80 años.

 bah4Plano de la ciudad de Buenos Aires (1713). Principales zonas de la ciuda A) Plaza Mayor. B) Cabildo. C) Iglesia Mayor. D) San Francisco. E) Hospital e Iglesia de San Martín. F) Santo Domingo.

Es preciso reconocer el arduo trabajo realizado por las instituciones religiosas o de beneficencia que obraron en la época colonial; su fervorosa devoción por los más necesitados, pobres y enfermos se vio reflejado en la fundación de los primeros hospitales. Como podemos observar dan testimonio alguno al estudiar los comienzos del hospital de hombres como así también lo fue el hospital de mujeres. La fundación de este último se debe a la magnífica iniciativa de la Hermandad de la Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, cuyo nacimiento en Argentina lo realizó el presbítero Don Juan Guillermo Gutiérrez Gonzáles y Aragón, con el sano objetivo de dar sepultura a los cadáveres de los pobres, que fueron víctimas de una terrible epidemia sucedida en el año 1727. La Hermandad de la Caridad fue aprobada por el Rey el 16 de octubre de 1754 en una petición realizada por el Gobernador Zavala. El lugar asignado fue una capilla situada en la calle Bartolomé Mitre entre Suipacha y Esmeralda, bautizada nada menos que con el nombre de Arcángel San Miguel y bajo el patrocinio de Nuestra Señora de los Remedios. Este lugar sería el comienzo para una gran tarea de beneficencia por esta hermandad ya que fundaría más tarde un colegio de niñas huérfanas y finalmente contiguo al mismo un hospital para mujeres. La fecha exacta para la fundación del mismo es controvertida, todavía existen dudas al respecto. Parece que primero comenzó funcionado una sala con 10 camas destinadas al cuidado de mujeres enfermas, que estaba ubicada contigua a la Iglesia de San Miguel. Tardarían aproximadamente 25 años para que en una carta enviada por el hermano mayor Altolaguirre al Obispo Azamor y Ramírez, se informe que el Hospital de mujeres se fundó en el año 1766. Más tarde comprarían modificaciones esta gran obra a causa de tan noble objetivo. Se decidió dos casas vecinas para extender las salas de enfermas, cuyo dinero salió de limosnas hechas a la ciudad; finalmente de esta forma el nuevo edificio quedó terminado el 4 de julio de 1784. Está perfectamente documentado en los Archivos Generales de la Nación el movimiento que existió en el hospital durante esa época, tanto del número de pacientes internados, como la cantidad del personal, hasta el nombre del capellán del hospital y la descripción de un reglamento estricto que debía cumplir todo el personal.

Los fondos que disponía el hospital eran muy escasos y provenían de limosnas que los hermanos pedían en las calles o suscripciones de los vecinos más pudientes que existían en la ciudad. También contaba con una entrada fija de dinero que provenía de las ventas de vacas en un campo situado en la ciudad hermana del Uruguay. Para esta época, contaba con dos hospitales la pujante ciudad de Buenos Aires, el mencionado hospital de Belén para hombres que contaba con unas 200 camas y el hospital de la Caridad para mujeres.

Pasarían muchos años para conseguir una real orden expedida por Carlos III para la fundación definitiva del Protomedicato de Buenos Aires, con jurisdicción en todo el Virreinato del Río de la Plata, la misma ocurrió el 19 de julio de 1798. El virrey Vértiz otorgó el nombramiento para protomédico al Doctor Miguel Gorman, quien había llegado con la expedición de Cevallos y se radicó en Montevideo en 1777 con el encargo de organizar la asistencia médica. Su verdadero apellido era O’Gorman ya que había nacido en Ennis en la Provincia de Munster, Irlanda, alrededor del año 1748. Cursó sus estudios en las Universidades de Reims y París. En 1770 se puso al servicio de España debido a una gran amistad establecida en su etapa universitaria con un español cercano al Rey. Se desempeñó en puesto de primer médico en la expedición a Argel. Luego fue destinado a formar parte de la magna expedición de Cevallos a América y fue señalado para primer médico en el departamento de medicina teniendo a sus órdenes a otro médico, Jaime Menos y Llanos, y a siete practicantes, mientras que al frente del departamento de cirugía se encontraba Don Francisco Puig.

El virreinato del Río de la Plata tuvo una trascendencia en la historia colonial de Argentina, por su acción constructiva y por el fermento que dejó en el país.

Durante el transcurso de sus 34 años de existencia, se implantaron instituciones que sobrevivieron mucho después de la independencia; así la Aduana, el Consulado, las Intendencias, gravitaron indiscutiblemente después de la independencia.  En la organización sanitaria de Buenos Aires durante el virreinato, es menester distinguir la obra hospitalaria.

El Protomedicato, creado por Vértiz en 1798, continuó su acción de gobierno sanitario después de 1810, hasta que fue suplantado, décadas más tarde, por el tribunal de medicina y el consejo de higiene. La instauración del Protomedicato es uno de los primeros antecedentes, si no el primero, de una estructura administrativa oficial autónoma en tiempos de la colonia. Fue creado por el virrey Vértiz en 1798. Una de las funciones del Protomedicato era la instalación de una escuela de medicina, la misma también estuvo a cargo del Doctor Gorman y el catedrático en cirugía José Capdevilla. Este último debió declinar su cargo al poco tiempo de asumido a causa de su deteriorado estado de salud.

bah5Monumento en la Ciudad de Buenos Aires, en la calle Junín, se recuerda a los científicos Argerich, Gorman y Fabre.

Además, los protomédicos inspeccionaban los hospitales y todas las casas particulares que atendían heridos, a fin de inquirir de los mismos enfermos respecto de la regularidad de su asistencia, con el encargo de comunicar, en cualquier caso, todo lo necesario para la mejor atención de los enfermos y heridos.

El Protomedicato y la administración de los hospitales trascendieron el período colonial y la Revolución de Mayo, para servir finalmente de base a las estructuras sanitarias surgidas con la organización nacional. Este se había instituido en el Río de la Plata con total independencia del de Perú y aún del de la propia España, justificando Vértiz ese punto de vista, que luego se confirmó en la práctica, nada menos que con el argumento de que si a mil leguas desde Lima no se podía manejar la salud menos era posible controlarla desde España; iniciativa que, si se extendía a otros aspectos administrativos, configuraba por lo menos un orden autonomista.

Hubo más tarde cirujanos, catedráticos y farmacéuticos, aunque, en general Buenos Aires fue una ciudad atrasada en materia hospitalaria, en relación con Lima y otras hispanas de América. Extrañaba a las autoridades españolas el poco esfuerzo que al parecer se hacía por mantener hospitales que funcionaran regularmente. Según el padre Furlong y sus fuentes, dos serían las razones principales de ese abandono: la primera que la salud era general por el régimen de vida, la alimentación sana, la vivienda aireada, la abundancia de árboles y plantas y la acción del pampero que, según se decía, podía contrarrestar con éxito la falta de higiene; la segunda, la aversión de los porteños por los hospitales, ya que, como lo expresa el obispo San Alberto, las gentes de entonces no simpatizaban con la idea de llevar sus enfermos a los hospitales y hasta recibían complacidos en sus casas a enfermos extraños antes que verlos ir a un hospital.

Por lo tanto, hasta la creación del Protomedicato del Río de la Plata, los hospitales sostenidos por los Betlehemitas y por la Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo (Hospital de Mujeres) fueron la única expresión de una asistencia pública organizada.

La situación bélica ocurrida durante la independencia (1810-20) exigió la creación de nuevos hospitales llamados hospitales militares. Así fue que el convento de San Francisco se convirtió en hospital con las deficiencias de la improvisación, subsanadas por el espíritu de sacrificio de los padres betlemitas y los hermanos de San Juan. También Manuel Belgrano contó con un hospital ambulante con excelentes médicos y cirujanos para realizar su expedición. Terminada la guerra en 1820 y por orden del Gobernador Rivadavia pasó al cuidado del Hospital General de mujeres una sociedad de beneficencia. Mientras que en el Hospital General de hombres (Belén) se expulsaron a los padres betlemitas después de incautar sus bienes. El hospital es encomendado a una comisión llamada Protectora. El Tribunal de Protomedicato, que tanto había contribuido con el funcionamiento de los Hospitales, también cambió de nombre por el de Tribunal de Medicina.

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