O te sometes a las directrices neoliberales –Obama no lo ha hecho- o más aguda será una situación que favorecerá la huida de los capitales.

Veamos algunos títulos de los últimos días: “Las dudas sobre la economía lastran a la banca y golpean duro a las bolsas”; “La UE alerta a España del riesgo inminente sobre su economía”; “Bruselas avisa del riesgo de la alta deuda pública en España”; “Prima de riesgo económica”…

Parece ser que nos hemos habituado a la mayoría absoluta de tal forma que, después de cinco años de “leyes rodillo”, ya nadie sabe en realidad lo que es una democracia genuina.

Por fortuna, la “mayoría absoluta” ya ha pasado y no debería nunca más volver, porque la palabra “absoluta” es, precisamente, la antítesis de democracia.

La democracia es el difícil arte de representar fidedignamente la voluntad popular. Y consiste en procurar –por encima de partidos y nombramientos- cumplir los objetivos que pueden beneficiar al pueblo. Pues por eso votaron. No se atrevieron a hacer frente a las intimidaciones de sistemas en declive que han sustituido el multilateralismo democrático por grupos plutocráticos y los valores éticos por los bursátiles.

Reúnanse, presenten sus proyectos concretos, lleguen a conclusiones propicias para una acción relevante e inmediata porque, en caso contrario, “cuando las horas cruciales pasan es inútil después correr para alcanzarlas”. Desoigan a los unos y a los otros porque, como ha advertido Amin Maalouf, “situaciones sin precedentes requieren soluciones sin precedentes”.