Irena trabajaba como administradora superior en el Departamento de Bienestar de Varsovia cuando Alemania invadió el país en 1939.

Bajo su influencia, los comedores sociales no sólo proporcionaban comida, asistencia financiera y otros servicios para huérfanos, ancianos y pobres, sino que también entregaban ropa, medicinas y dinero.

En 1942 los nazis crearon un gueto en Varsovia e Irena horrorizada por las condiciones de vida en que se vivía allí, se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos, Zegota. Siempre portaba un brazalete con la Estrella de David, como signo de solidaridad.

A pesar de ser consciente de lo peligroso que podía resultar para ella, a lo largo de un año y medio consiguió rescatar a 2.500 niños por distintos caminos para encontrarles cobijo en casas, orfanatos y conventos. Para evitar las inspecciones, eran registrados bajo nombres católicos ficticios y con enfermedades muy contagiosas como el tifus o la tuberculosis. Irena codificaba el nombre de los niños y sus nuevas identidades y guardaba sus notas en frascos que enterraba.

En octubre de 1943 fue descubierta por la Gestapo. Fue brutalmente torturada y condenada a muerte, pero en ningún momento desfalleció.

Los miembros de Zegota detuvieron su ejecución mediante el soborno a los alemanes.

Al finalizar la guerra, Irena desenterró los frascos y utilizó sus notas para encontrar a los niños. Los reunió con sus parientes diseminados por toda Europa, pero la mayoría había perdido a su familia en los campos de concentración.

En 1965 la organización Yad Vashem de Jerusalén le otorgó el título de Justa entre las naciones y la nombraron ciudadana honoraria de Israel.

En noviembre de 2003 el presidente polaco le otorgó la más alta distinción civil: la Orden del Águila Blanca y en el año 2007 fue presentada por Polonia como candidata para el premio Nobel de la Paz, aunque cosas de la vida, el premio recayó en Al Gore.

En su recuerdo y en el de todas aquellas mujeres que lucharon por un mundo mejor.