Un pedazo de pan, un rayito de sol
en la rubia corteza del pan.
Un rayito de vino en medio del pecho
y en el antiguo comedor obrero.

Después volvían a la fábrica,
al desgano secreto, subversivo, al tiempo
del trabajo comprado y la vida robada.
En una claraboya envejecía el cielo.

Con el cansancio, el fin de la jornada.
Con el atardecer, el silbato.
Triste, mecánica cigarra patronal,
y aun así les cantaba.