Conocí a José Manuel Lara Bosch a principios de los años setenta. Entonces ya era un audaz joven que, junto a su hermano Fernando, estaban destinados a proseguir el negocio editorial que había iniciado su padre José Manuel Lara Hernández, un andaluz que se enamoró de Barcelona pese a llegar como capitán legionario de las tropas franquistas. El hombre se estableció en la ciudad creando el que luego sería el grupo editorial más importante de España. José Manuel Jr. heredó de su padre dos cosas: el empuje y un carácter fuerte, irascible en ocasiones. A diferencia de su progenitor, el hijo aprendió a controlarse mucho mejor.

Como les contaba, fue en el año 71 o 72 del pasado siglo, cuando tuve la ocasión de conocer al editor. Trabaja yo por aquel entonces en Hispano Olivetti, en la llamada sucursal de Grandes Clientes de Barcelona, como especialista comercial de maquinas contables y equipos electrónicos, embriones de las futuras computadoras electrónicas y ordenadores de sobremesa. Editorial Planeta era uno de esos “grandes clientes”. Por aquel entonces teníamos en catálogo un equipo de facturación llamado Programma-203, un eficaz equipo de bellísimo diseño del arquitecto y diseñador italiano Mario Bellini.

Dentro del grupo Planeta había una división de muy reciente creación denominada Planeta Internacional. Desde allí se organizaba la red de Planeta en Hispanoamérica, y frente a esta división internacional estaban José Manuel y Fernando Lara. Recuerdo la entrevista que sostuve con ambos hermanos y que terminó con la adquisición de un par de Programmas 203. En pocos meses a las facturaciones  de Argentina, Méjico o Colombia se fueron añadiendo la de otros países donde Planeta iba instalando sucursales, como Chile, Venezuela o Ecuador, lo que llevó a la firma a la adquisición de nuevas unidades de la P-203.

Mis visitas y conversaciones con José Manuel Lara se hicieron más numerosas, también las ventas, y durante dos o tres años pude conocer al poderoso empresario que se escondía tras aquel joven de edad parecida a la mía. Por eso no me extrañaron ni los enfrentamientos con el fundador de la dinastía ni el arrollador progreso de Planeta cuando, a la muerte de su hermano Fernando en un desgraciado accidente, él se hizo cargo del grupo editorial y lo condujo al éxito que todos conocemos.

El pasado sábado José Manuel Lara Bosch se marchó hacia el planeta que, tarde o temprano, nos acogerá a todos. No sé si allá tienen periódicos, radio y televisión, pero si así no fuera, les aseguro que pronto los tendrán.