Así, en quechua se le llama cachum, xachum; en aimara kachuma; en español pepino dulce (Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile), mataserrano (Perú, regiones central y meridional,), pera-melón (islas Canarias).

Las representaciones del pepino dulce en diversos objetos de cerámica de las culturas precolombinas Moche, Chimú y Paracas constituyen pruebas de que se trataba de un cultivo  de amplia aceptación e importancia.

Algunos vestigios hallados en la costa peruana hacen presumir que ya era cultivado hace 6.000 años.

Crece desde el nivel del mar hasta los 3.300 m y se produce todo el año.

El pepino dulce puede pesar entre los 150 y los 400 gramos, y su tamaño rara vez supera los 20 cm de longitud.

Tiene  formas y colores variables, es muy jugoso y su sabor siempre es agradable, debido a su balance de azúcar

Por su contenido de vitaminas A y C, y bajo nivel de carbohidratos, es ideal como diurético y dietético.

Su consumo se realiza generalmente en forma directa como fruta fresca, pero también puede ser excelente partícipe en ensaladas, en zumos o postres más elaborados.

Usos medicinales

Contiene vitaminas A, B1 y C. Respecto a los minerales, nos aporta potasio, fósforo, calcio, hierro, sodio y azufre, por lo que resulta muy apropiado como antioxidante, eliminando los radicales libres.

También como antiinflamatorio, ayuda a eliminar el colesterol, reduciendo los riesgos de padecer enfermedades cardiovasculares y regulando la hipertensión.

Facilita el sueño, regula el tránsito intestinal, reduciendo problemas de estreñimiento e incluso los riesgos de padecer cáncer de colon.

Fortalece el sistema inmunológico, ayuda a regular los niveles de azúcar en sangre y reducir o evitar cálculos renales, así como la acidez estomacal.

Mejora y mantiene la visión, retrasando los efectos de la edad sobre la vista, además de aliviar los síntomas de la bronquitis, catarros y estados gripales.

Leyenda “negra”

Durante la Colonia, el virrey Melchor de Navarra, conde de la Palata, prohibió el consumo de esta fruta y se le otorgó el insinuante nombre de “mataserrano”.

Esta denominación se le dio en aquella época ante la falsa creencia de que su consumo excesivo podía provocar la muerte, porque la fruta es “fría” y a las personas de la sierra (“serranos”) les pueden dar cólicos cuando comen esta fruta.

Incluso hoy, en la costa Norte del Perú (valles de Virú y Moche), existe la creencia entre algunos lugareños de que el consumo de pepinos dulces después de haber bebido licor puede causar la muerte.