Porque si algo ha caracterizado a Mariano Rajoy durante el Debate sobre el Estado de la Nación es la arrogancia y el desprecio con el que se ha dirigido al pueblo español a través de sus representantes. Arrogancia a la hora de mirar por encima del hombro a los portavoces de la oposición, burlarse de sus críticas y permitirse el lujo de juzgar si dan la talla para ocupar o no la Jefatura del Gobierno cuando, evidentemente, él no la ha dado. Y desprecio por cuanto ha tomado a los ciudadanos por estúpidos al pretender que con burdas promesas realizadas a matacaballo y en vísperas de varios procesos electorales evitará el merecido castigo del vulgo.

Bien es cierto que todos los gobernantes caen en el mismo vicio. El último Debate sobre el Estado de la Nación antes de unas elecciones generales es siempre aprovechado por el presidente de turno para hacer grandes anuncios, casi siempre relacionados con dispendios económicos asociados a medidas sociales que buscan el aplauso fácil de los votantes y su posterior refrendo en las urnas. Sin embargo, en esta ocasión resulta más sangrante, pues se producen tras tres años de inmisericordes recortes contra todos los derechos sociales y la calidad de vida de los españoles, muchos de los cuales han experimentado en este trienio una pérdida de poder adquisitivo tan brutal que ha disparado el número de familias bajo el umbral de la pobreza, a pesar de que el Ministerio de Hacienda se ofusque con la ONG Cáritas que presenta estos informes.

Durante los tres años en los que se ha cercenado la Ley de Dependencia o se han restringido las prestaciones para los parados de larga duración, nada ha hecho tambalear el fuerte compromiso del Gobierno con la reducción del déficit. Ningún sufrimiento humano conmovió lo bastante al Ejecutivo como para plantearse una dación en pago que mitigara en parte el drama de los desahucios. Ningún joven sin recursos ha sido capaz de sensibilizar a una Administración que recortó como nunca en becas y medios para las universidades.

Y sin embargo, todo eso ha cambiado de golpe. Alguna mente sucia podrá pensar que se trata de baratijas electoralistas para congraciarse con el electorado antes de que lleguen los comicios en Andalucía en marzo, o en el conjunto de municipios y gran parte de las comunidades autónomas en mayo, o en Cataluña en septiembre, o en las Cortes Generales a finales de 2015 o principios de 2016. Por suerte, siempre habrá quien se crea eso de que gracias al trabajo bien hecho de los que mandan y al heroico sacrificio del pueblo español ahora es posible lo que antes resultaba impensable, aumentar el gasto público en beneficio de la sociedad.

Si al menos no tuviéramos que desayunarnos cada día con un nuevo escándalo vinculado con el partido que sustenta el Gobierno del señor Rajoy, como sedes pagadas con dinero negro, tesoreros con cuentas en Suiza o, este mismo lunes, un presidente balear que exigía una comisión del tres por ciento para cada concesión administrativa, quizá entonces no nos resultara tan repugnante la bochornosa actuación del jefe del Ejecutivo en el Congreso de los Diputados.

Para terminar este artículo, no se me ocurre mejor manera de hacerlo que recordando las palabras que en esa misma cámara le ha dirigido el diputado de IU Alberto Garzón: “No le ha faltado piel, señor Rajoy, le ha faltado vergüenza”.