Pero la desacertada dominación y la desconexión del hombre con la naturaleza, nos ha dejado graves consecuencias de contaminación y agotamiento de recursos, que amenaza su propia existencia. Siendo la civilización industrial una demandante inagotable de recursos naturales y su generalización territorial que resulta insostenible en el tiempo.

Luego de la revolución del siglo XIX la industria ha ido en constante desarrollo, constituyéndose su índice de crecimiento en parámetros de la calidad de vida de su población bajo el enfoque del “desarrollo económico”. Las grandes ciudades son una evidencia del crecimiento económico y mejoras obtenidas en las condiciones de salubridad y habitabilidad, que posibilitaron su enorme crecimiento, y que se consiguieron generalmente a costa de acentuar la explotación y el deterioro de otros territorios.

En la actualidad el “espectacular” desarrollo del comercio y de la globalización, que han conseguido cuadruplicar en los últimos años la inversión privada en países en vías de desarrollo, los cuales han dado un gran impulso a sus industrias pero sin tener en cuenta el impacto ambiental. Las nuevas tecnologías utilizadas tampoco ayudan a mejorar en los sectores agrícolas, con uso indiscriminado de agroquímicos; y qué decir de los impactos ambientales y sociales de la minería, que favorecen una rápida explotación de los recursos, originando serias alteraciones en los hábitats naturales. Otro problema son los monocultivos extensivos, que se han expandido a su antojo distorsionado totalmente el medio ambiente, porque basan en gran medida su expansión en la deforestación de la tierra.

El problema en la actualidad es que existen una serie de trabas que entorpecen la gestión respetuosa y adecuada de los recursos naturales. El Estado no tiene capacidad para controlar a las empresas e industrias que contaminan las fuentes de agua y llegan a producir ecocidios; y todo esto sin el debido control por parte de las autoridades, debido a una marcada falta de interés de los funcionarios de gobierno en políticas serias, equitativas y responsables; y todo por el problema de la corrupción. Que es una característica de los políticos demagogos, que utilizan la política como un medio para enriquecer.

Ahora bien, también por la ineficaz “preocupación” de los países industrializados en el daño medio ambiental y del ecosistema, que es provocado por la constante contaminación y que se ha venido manifestando recientemente en todas partes de la tierra; en la década de los 70 se aplicó el concepto de “gestión ambiental”. La evolución de los enfoques ambientales ha ido desde la aplicación de métodos y control de mitigación, las estrategias preventivas, las autoridades ambientales, hasta la aplicación de la filosofía del desarrollo sostenible; o sea, desarrollar la vida humana adaptándose a las posibilidades del entorno, entendiendo este término como aquel que permite satisfacer nuestras necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas, o sea, “un desarrollo sin crecimiento”, que nos plantea el reto de crecer sin crecer.

¿Cómo entonces podríamos aplicar una economía de desarrollo competitiva y sostenible? A simple vista es una alternativa un tanto contradictoria, puesto que el desarrollo competitivo se basa en búsqueda de la maximización de ingresos, a corto plazo, predominante en la civilización industrial; ya que para maximizar ingresos se debe obtener materia prima a bajos costos, lo mismo que la mano de obra e incentivar al consumismo. Cómo entonces sería posible hacer sostenible este tipo de economía, si para ello se tendría que reducir el consumo. Tendríamos que cambiar los modelos de desarrollo, en modelos de sostenibilidad simple; adaptarnos a nuevos modos de vida que nos lleven hacia la autosuficiencia y la sostenibilidad. Un gran ejemplo lo tenemos en las comunidades y tribus indígenas, siempre han vivido en una inter relación íntima con el mundo que les rodea tomando de la naturaleza sólo lo indispensablemente necesario para mantener su propia vida. Situación que desafía nuestra capacidad de percibir de que todo lo que rodea al hombre merece respeto; tomando a la naturaleza como condición de vida de la humanidad.

En todo caso, como bien lo expresarían los expertos, tendremos que aprender a trabajar con los otros países vecinos solo con alternativas sostenibles que se encuentran en la naturaleza: la energía renovable que nos regala el sol, el viento, los ríos, los mares, océanos, y hasta la basura que tiramos. Pero aun así, para los estudiosos en esta materia, aunque llegáramos a realizar la transición a estas nuevas energías de forma gradual, tampoco van a permitir continuar con el modelo económico actual, ya que es el objetivo declarado de los gobiernos, encerrados en una visión reduccionista del ser humano en el que solo representan sus funciones económicas de producción y consumo, aplicando en consecuencia la “lógica” del crecimiento, o mejor dicho “enriquecimiento”, y “desarrollo” suponiendo que el mismo es esencial para la felicidad de todos. Sin embargo, es imposible generalizar una política de crecimiento económico en un planeta finito, basado en el crecimiento perpetuo. Eso es insostenible porque acelera el agotamiento de recursos no renovables de la tierra, y la alarmante variación global del clima de la Tierra.

La verdad, amigos lectores, es que estamos lejos de solucionar los problemas de contaminación y de agotamiento de recursos. Pues resulta más difícil e inconveniente entender las consecuencias que nuestras acciones provocan en el medio ambiente y todo el ecosistema. Vivimos en un mundo en crisis, desde todo punto de vista, en un planeta que estamos haciendo no apto para nuestra supervivencia y la de muchas otras especies. Y lo más triste es que frente a esta grave situación, los que tienen el poder de decisión a todos los niveles: económico, financiero, legal y político, están respaldados por una fe ciega en el mercado y en el consumo, este modelo actual, el mismo que dio origen a la crisis, implica el desarrollo y el crecimiento económico “infinito” y la acumulación ilimitada de propiedad y de capital. Por lo que es importante esforzarse en una acción real y racional del respeto a la vida. Las condiciones mínimas de nuestra existencia dependen de la naturaleza. De ahí la existencia de uno explica la existencia del otro.