La revista Challenge publica el indicador anual de las 500 fortunas de Francia, del que sobresalen algunos datos que quizás vayan van más allá del exclusivo interés hexagonal. De acuerdo con esa clasificación, desde 1996 en que aparece por primera vez, los más ricos han multiplicado sus riquezas por cuatro, mientras el PIB francés solo se ha duplicado en el mismo período. El conjunto de su riqueza está valorado en 330.000 millones de euros, mucho más que los presupuestos generales del Estado. En proporción, 16% del PIB y el 10% del patrimonio financiero del país. También lo pueden leer en los mismos términos en que lo sugiere la revista: 500 personas detentan el 10% de la riqueza de Francia.

No vayan a creer que ser millonario en Francia supone un estatus común. El escalafón también cuenta, porque no son lo mismo los 64 millones de euros de patrimonio del último clasificado y los 24.300 millones  del número uno, Bernard Arnault (propietario del grupo LVMH). Entre la aristocracia del dinero existe un club de príncipes, formado por 55 personas, los milmillonarios, que este año incorpora 10 nuevos fichajes.

Las cifras aportadas son globales. Se sabe que algunos ricos franceses han perdido mucho dinero en los últimos tiempos. La familia Peugeot prácticamente el 70%, en el contexto de crisis de la industria automovilística. También la gran distribución o el laboratorio farmacéutico de Jacques Servier, al hilo del escándalo en torno al Mediator.

Quizá por eso los grandes números permiten también ver corrientes generales. Con independencia de los casos particulares que pierden, la crisis solo ha venido a acentuar una tendencia que se remonta a más de una década anterior hacia el aumento de las diferencias de ingresos.

Lo pueden ver de esta otra manera: la captura de las rentas por una minoría; o, de una manera más aséptica, el trasvase de ingresos de una parte a otra de la escala social.

Hagan un recuento de lo que ha pasado en los últimos 15 o 20 años en el nivel político: todas las leyes, decretos, discursos sobre eficiencia productiva, sobre ortodoxia económica y tradúzcanlo a un cuadro muy simple: ¿Quién gana y quién pierde?

Naturalmente, hablamos de Francia.

Luis Miguel Tornero

 

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