El tiempo, dimensión fundamental del hombre, sobre todo en política, apremia.

Siempre, desde que el hombre es hombre, ha habido desencuentros y opiniones encontradas que se han resuelto de maneras diferentes; a saber: la lucha en guerras hasta la muerte o el arreglo de los intereses contrapuestos sin guerras propiamente dichas, pero con armas ideológicas y conceptuales que sobrevuelan a los adversarios, al uno y al otro, perdiendo algo que inicialmente se quería para sí, pero que se cede en un cambio negociado de políticas a seguir o valores a respetar. Los adversarios, enemigos acérrimos a veces, necesitan vencer y trasladar su éxito con la anulación del otro para ser aclamados por sus partidarios y no perder su calidad de líderes.

El liderazgo; consecuencia de su postura, de su capacidad de análisis, de su resolución, de sus soluciones acertadas, de su profesionalidad en el manejo de las armas, las que sean, de su carisma por fin .

Pero tienen distintos intereses en juego sobre el tema siempre discutible que les ocupa; extremos sin perdón. El poder siempre por delante.

El vencedor necesita el apoyo del Juez Máximo de la Justicia Suprema para ganar de verdad. En la vieja Roma el Emperador alzaba o bajaba el pulgar antes del golpe final. Así, en definitiva, terminar con el otro y seguir hasta vencer al próximo enemigo, del que no se sabe con absoluta certeza quién será, ni que argumentos presentará. Es el precio de la victoria.

Y esto ocurre en todas las situaciones que surgen en la urdimbre de las relaciones humanas, puesto que tenemos en cualquier rol que nos haya ubicado la vida -habilidades, características, posibilidades, conocimientos, historia, formación- formas de pensar y de hacer que nos determinan para responder a cualquier problemática, mediante la reflexión y la formulación de soluciones, particularmente en la acción política. Alejandro cargó y triunfó contra los Persas. Las huestes romanas vencieron a Cartago. Los Aliados ganaron las guerras al Ejército Alemán. David y Goliat. El fuerte y el flojo.

Mas y Rajoy. Los tiempos no están para guerras armadas, pero sí para consideraciones agresivas de cada uno frente al otro. Ambos detentan el poder político por obra y gracia de vertientes idénticas. Aún así están instalados en sus respectivos tronos.

Rajoy esgrime la Ley actual -única arma más a mano, que su grupo político en su momento no votó- como único elemento de la guerra, y juega con el Pueblo nacionalista español, que una vez le eligió en la creencia que siendo líder -sin liderazgo- era suficiente para resolver el problema de la gran crisis total que nos acosa, y por supuesto del divorcio España y Cataluña. Ese nacionalismo que incluye a Cataluña y que no quiere cortar, en la histórica contradicción de nacionalismos uno dentro del otro.

“Porque estos son los poderes en que fundo mi poder “, dice Cisneros, el regente de Castilla, señalando a soldados armados hasta los dientes, y cañones que atemorizan, en una escena de una obra teatral de José María Pemán, autor de quien no puede dudarse que responde a la línea ideológica inexorable que alimenta al actual Presidente. Es claro, la Ley hoy ocupa el lugar de los soldados y los cañones de ayer. La ideología es la misma y también la actitud, dados los argumentos de acudir a la fuerza contra Mas y Cataluña, llegado al caso de desobediencia.

Brava cuestión la de Rajoy que pierde apoyos imparablemente en su futuro político, inclusive los de sectores importantes de su propio partido. Lo de siempre: no asume la responsabilidad de un arreglo esencial entre España y Cataluña, siendo el encaje posible e históricamente existente .

Mas acude igualmente a jugar con el Pueblo, con las banderas y los colores, con una algarabía basada en el nacionalismo catalán, en un dilema político que no tiene solución si los dos nacionalismos no se integran de una buena vez en las formas de ser, superan las antipatías y los lugares comunes no compartidos; ya los pueblos se entenderán como hasta ahora, conservando sus identidades y compartiendo lo mucho en común.

Mas y Rajoy ignoran en su enfrentamiento estéril y destructivo, que Cataluña era un condado de la Marca Hispánica bajo el dominio sucesivo del Imperio Carolingio y de los Reyes Francos.

La unión dinástica del Condado de Barcelona con el Reino de Aragón hace más de diez siglos, originó que los territorios catalanes fueran parte integrante de la Corona de Aragón; el Rey casó a su hija Petronila con el Conde Barcelonés Ramón Berenguer IV, y que a finales del siglo IX el monarca Carolingio, Carlos el Calvo, designó a Wilfredo el Velloso para conducir los asuntos de la hoy Cataluña.

Mas no reconoce que Cataluña no existió como unidad histórica independiente, y que la convergencia con la corona de Castilla, base de la corona de España, lleva más de quinientos años de vida.

Es evidente que Mas y Rajoy no valoran las visiones del pasado en relación con estos territorios y grupos humanos conocido como “los españoles“. En el trabajo titulado “Las historias de España“, con la coordinación de José Alvarez Junco, se entiende España desde “la diversidad, a partir del eje Astur-Galaico-Leonés-Castellano, que fue el más antiguo, y el Navarro- Aragonés-Catalán, con sus consiguientes debates políticos entre la tradición laico-liberal y la católico-conservadora, pese a lo cual la Nación continuará siempre en el marco incuestionable del relato histórico y el sujeto preferente del mismo.”

Pero no, las broncas se enquistan; para uno con la toma de Barcelona por Felipe V, batalla que fue producto de una Guerra de sucesión entre las casas de Austria y de Borbón, y para el otro con la rigidez en castigo de la desobediencia de la Ley Constitucional que tiene apenas treinta y seis años y que hay que modificar con urgencia. Habrá que darle vida definitiva a todo aquello que significa y ha significado el pueblo de Cataluña en la construcción de la España actual, en lo político, en lo económico y en lo social.

Hace unos años, un Jurista muy versado me enseñó: cada acción humana contiene derechos y razones para ser realizada. Derechos y razones, síntesis de la Justicia. Rajoy y Mas adolecen, con todos mis respetos, de una tozuda y peligrosa visión política y falta de sentido de Estado. ¿Es que no existe una solución cordial y de consenso entre derechos y razones para el futuro?. Rajoy a caballo de su ideología católico-conservadora a ultranza, Mas sin ninguna ideología concreta y precisa que se conozca.

Liderazgos de cartón-piedra, sin carisma para atraer y seducir a los Pueblos, a la gente. Han renunciado a todo posible acuerdo en miras a hipotéticos y futuros resultados electorales, en pos de la inmediatez de su poder efímero.

Espectáculo lamentable y desalentador que no se vislumbra tenga un final muy feliz ni para España, ni para Cataluña. Puede que no sean capaces de intentar construir una Nación de verdad con Pueblos diversos. Veremos.