Vivir la experiencia de ser atracado bien por secuestro exprés, por con pistola o arma blanca dentro de la panadería, la universidad, el autobús, rumbo a la casa, el trabajo o dentro de tu propia residencia, es el acto de sentir el miedo y el frio inmenso del terror correr por todo el cuerpo. A este acto, se dice “gracias a Dios, no nos pasó nada, porque lo material se recupera”.

En otros casos, la suerte no es la misma y nos cuentan los amigos, de los amigos, que perdieron un familiar  a causa de la delincuencia. Por otro lado, los medios resaltan los rostros de las familiares de las víctimas, que no se explican como por un teléfono, unos zapatos, pierden un familiar…

La otra cara de esta moneda, son esas madres que lloran ante los jueces, hacen inmensas colas en las policías locales, para ver sus hijos, pues insisten que ellos no fueron y estos, los que delinquen,  también a la hora de la detención se convierten en los seres más indefensos.

En ambos casos, todos somos víctimas del miedo, terror y las lágrimas que produce la creciente bacteria latinoamericana “la delincuencia”.

Una bacteria que no discrimina, que ataca tanto al que tiene dinero, como al que no. Políticos, actores, maestros, mujeres, ancianos, jóvenes, niños toda una sociedad afectada por tan terrible mal.

Una realidad que diariamente  se vive, con mas  o menos intensidad, en Latinoamérica,  desde el norte como al sur, mas allá de las guerrillas.

La delincuencia  común, que crece y opaca la majestuosidad y la bellezas naturales e inmensidad de riquezas minerales que poseemos.

De acuerdo al escritor y poeta Aldus Huxley (1894-1963) “El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente,  el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza, de verdad  y sólo queda la desesperación muda; al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma”.

Vocablos que se definen como  Miedo o Temor ,  son una emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro…se manifiesta tanto en los animales como en el ser humano. La máxima expresión del miedo es el terror.  Por otro lado el dolor,  es un problema físico, psicológico y social, que puede afectar el desenvolvimiento y conducta normal de un individuo.

Esos conceptos, se convierten en más que definiciones. Son realidades y todos los días, nosotros,  los ciudadanos y ciudadanas  de Latinoamérica, expulsamos angustia y cada vez  más estupefactos vemos como se violan los derechos humanos y en especial el derecho a la vida.

Porque surge este estado de miedo, dolor, angustia  y terror?

Porque  de manera intempestiva un joven te aborda apuntándote con una pistola para pedirte el celular, donde el miedo se hace presente y  normalmente invade un sistema de defensa, termina en la mayoría de los casos en heridos o hasta sin vida.

Porque el portador del  virus de la bacteria de la delincuencia e inseguridad, son jóvenes menores de 22 años.

El caso venezolano, la inseguridad es la tercera causa de muerte, superada por los problemas cardiacos, el cáncer y los accidentes de tránsito. Se suman a las estadísticas de otros países de Latinoamerica, como Mexico, Ecuador, Argentina, Colombia, Puerto Rico, entre otros.. .

Tanto es dañina esta bacteria, que la OEA  presento recientemente en el encuentro de El Salvador, el Informe de seguridad de la OEA que denomino  ‘Alertamericana’, donde dicen: “Se trata de un problema que no sólo atenta contra la seguridad, la salud, la integridad física y la vida de millones de habitantes de las Américas, socavando libertades individuales y derechos básicos, sino que afecta directamente a los fundamentos del desarrollo económico y amenaza la integridad misma del Estado y de las instituciones democráticas en muchos países de nuestra región”, señaló el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza”.

Por otra parte, los sociólogos dicen que son muchas las aristas que hay que tomar en consideración: Políticas y leyes más agresivas en contra de la delincuencia;  reformar las policías nacionales de los países; la crisis económica;  la distribución de la riqueza…en fin miles de variables que hacen de la inseguridad un tema urgente de tratar.

Pero desde el punto de vista del ciudadano común, a esa madre que llora a las afuera del hospital a la espera del cuerpo de su familiar o padre familia. De esa comunidad indefensa, que se siente invadida por rejas, puertas de seguridad, restricciones de convivencia familiar en sus propias casas, para evitar momentos de miedo, terror y angustia.

Para todos es más que un documento internacional o “echarle la culpa a los policías”, al gobierno de turno, al imperialismo o el capitalismo. Va más allá.

Por dónde comenzar?

Resolverlo comienza por casa, por la misma familia, además de acompañarlo por las políticas de estado y los acuerdos internacionales.

Es una realidad  que en las  familias latinoamericanas el clima es  disfuncional. Son centenares las niñas menores de edad, viviendo con sus padres, pero con otra realidad, su hijo como compañero de  juegos. Sistemas de hábitat, denominadas viviendas en situación de precariedad. Ausencia total del contacto familiar y la comunicación efectiva en todos los estratos sociales. Escases de ingresos familiares. La expulsión del joven de bajo rendimiento del sistema escolar formal.

En otras latitudes, exceso de beneficios a los hijos, que los hacen buscar alternativas de vida diferentes y  ser “delincuente” está de moda.

Instituciones educativas con metodologías no acorde a las exigencias de los jóvenes, lo que no hace atractivo el proceso formativo para ganar dinero, siendo el robo y la delincuencia “un sustituto de empleo rápido y se gana mucho dinero, más que siendo doctor”.

Por otro lado, el rol de las ONG, Fundaciones, Asociaciones y Comunidades Organizadas, en buscar y conocer sus realidades; trabajar en pro de un papel activo de formación preventiva, el fortalecimiento familiar,  de manera organizada y con características atractivas acordes a la época y al siglo en el que viven nuestros adolescentes y jóvenes.

Del otro lado, el papel de los gobernantes en crear una estructura interna, tipo empresa de servicio de seguridad, donde el empleado o trabajador, denominado “policía” se sienta pieza importante en ese servicio, con seguridad social, calidad de vida, respeto y dignidad.

Que los organismos protectores de la infancia, la familia, la mujer  hagan el papel de prevención, de consenso y cohesión para velar por los derechos de todos.

Crear sistemas de leyes y sentencias que velen por el agredido y no por el agresor o el policía que lo detiene. Combatir el narcotráfico con todo el peso de las leyes existentes en cada país de Latinoamérica. Apoyar el trabajo de los gobiernos, sin importar el color político, las ONG y Fundaciones capacitadoras tanto de la comunidad organizada, como de la familia y los jóvenes.

La inseguridad es un problema de todos y todas, así como tenemos miedo, terror y angustia, asimismo debemos luchar desde nuestros hogares en saber que están haciendo nuestros hijos, identificar el problema, no ocultarlo y acudir  a los organismos que orienten al inicio y no cuando el joven forma parte de una banda.

Hacer ver al joven, desde la escuela primaria la importancia de estudiar, tal vez no para doctor, pero si un oficio productivo, digno y honorable. Insistir que el crimen no paga.

Rescatar los valores hacia las personas, mejorar el discurso comunicacional, que en los últimos años, en algunos países, en los políticos se hacen frecuente y da mal ejemplo a nuestra juventud.

Cambiar la tristeza de esas madres, la angustia de esos secuestrados y el trabajo fácil de esos jóvenes, para convertirlos en ciudadanos que disfruten de un continente lleno de bellezas naturales,  humanas donde todos juntos hacemos que el “El amor ahuyenta el miedo …