Si consideramos soberanos de España a aquellos que rigieron desde que los Reyes Católicos unificaron sus estados, seis son los que pusieron fin a su reinado mediante una abdicación, sin contar algunos casos más complejos que analizaremos al final. De esa media docena, la mitad había nacido en Italia.

Nacido en Portici, provincia de Nápoles, Carlos IV hubo de renunciar a la corona tras 20 años de reinado, después de que su hijo, príncipe de Asturias y futuro Fernando VII, se amotinara contra él en Aranjuez. Posteriormente, la recuperaría al devolverla Fernando, obligado por Napoleón, pero don Carlos no la retendría, ya que había pactado cederla al emperador francés, que se la entregó a su hermano, José I de España, iniciándose así la Guerra de la Independencia.

Cuando la contienda acabó con la derrota gala, Fernando VII fue repuesto en el trono, por lo que Carlos IV marchó definitivamente al exilio en Roma, donde falleció en 1819.

Éste fue el primer rey de España italiano. El segundo fue un joven piamontés de 25 años al que las Cortes Generales eligieron rey el 16 de noviembre de 1870. Nacido en Turín, Amadeo de Saboya, a la sazón duque de Aosta, no reinó ni tres años, y hubo de renunciar ante la imposibilidad de regir un país en plena efervescencia revolucionaria que ya se había ventilado a una reina madrileña y que acabaría regalando el trono al hijo de ésta tras experimentar por primera vez con una república en el país. Sin ningún apoyo en la corte, Amadeo I terminó por arrojar la toalla y volver a Italia no sin antes definir al país que dejaba como “una jaula de monos”. Era el segundo rey de España italiano, y también éste moriría tras haber entregado la corona, concretamente el 18 de enero de 1890 en la misma Turín que lo vio nacer.

Y los españoles ya no volveríamos a tener un rey italiano hasta cien años después, en 1975, cuando la muerte del dictador Francisco Franco provocó la restauración de la monarquía tras 44 años de ausencia de la familia Borbón, que regresó de la mano del nieto del último rey y que pilotaría la transformación del país de un régimen autoritario a otro constitucional similar al de sus vecinos europeos. Ése fue Juan Carlos I, nacido en Roma en 1938 y educado desde niño para ser rey bajo el paraguas de un sanguinario general de voz aflautada. El romano tuvo la inteligencia de legar su poder a un sistema democrático que garantizó su supervivencia en el trono durante casi cuatro décadas, hasta que el deterioro de su salud física, sus inoportunas cacerías en África en medio de una crisis atroz para España y los escándalos de corrupción de su hija y su yerno lo obligaron a abdicar en Felipe VI y cumplir así la tradición de que todo rey español nacido en Italia renuncia a su trono antes de morir.

Si tres fueron los transalpinos que renunciaron, otros tres más fueron los reyes españoles que tampoco terminaron sus días reinando. El primero, Carlos I, flamenco soberano que en 1556 dividió su imperio entre su hermano y su hijo y se retiró al monasterio de Yuste en espera de lo inevitable. El segundo, Isabel II, a la que una revolución obligó a marcharse en 1868 y presenciar en vida cómo reinaba su hijo, Alfonso XII. El tercero, el vástago póstumo de éste, Alfonso XIII, a quien otro levantamiento popular sacó de España, en este caso para proclamar la malograda II República.

Al margen de aquello, quedan casos curiosos como el de Felipe V, nacido en Francia e introductor de la dinastía Borbón en España, quien sí murió en el trono en 1746, a pesar de haber abdicado en 1724, pues recuperó la corona ocho meses después, con la muerte de Luis I, su hijo y primer sucesor. El otro rey que murió con la corona a pesar de haber abdicado fue Fernando VII, pues tras quitarle el trono a su padre, hubo de devolvérsela en Bayona (Francia) ante las presiones de Napoleón Bonaparte, aunque la derrota de éste en 1814 le supondría el regreso al Palacio Real de Madrid hasta su fallecimiento en 1833. El hombre que le usurpó el trono entre 1808 y 1813, José I Bonaparte, sí habría de morir lejos de su corona, concretamente en Florencia, después de pasar un largo exilio en los Estados Unidos de América.