Me encuentro en Florencia, cuna del Renacimiento y una de las ciudades más visitadas de Italia. Soy un turista más. Camino desde su impresionante duomo, rumbo hacia la Piazza della Signoria. No es la primera vez que estoy en la ciudad, así que sé a qué atenerme. Cuando acceda a la plaza, me toparé con un ingente número de visitantes como yo. Ya casi puedo ver el tumulto, pero algo no encaja. La plaza está atestada, es cierto. Sin embargo, el humo que asoma del centro no es normal. Algo está pasando. Podría tratarse de un atentado, dados estos tiempos, y de algún modo lo es. Una felonía aplicada por un fanático. Allí está, supervisando el fuego desde una especie de tribuna junto a la pira. Su hábito dominico lo delata: es Girolamo Savonarola.

De un rápido vistazo a la concurrencia confirmo que no he viajado en el tiempo. La gente no sólo luce ropajes del siglo XXI, sino el atuendo propio de turista: gorras de baseball, gafas de sol, mochilas… Si yo sigo en 2018, entonces es Savonarola quien ha cambiado de época. Cómo es posible.

Definitivamente, o es un sueño o un relato de ciencia ficción. Con mi curiosidad propia del ser humano, o la deformación profesional del periodista, me aproximo hacia la fogata mientras veo la mirada desquiciada del dominico. Si él está aquí, tal vez se haya traído desde el siglo XV a sus piagnoni o llorones.

Y ahí están, acarreando combustible para la hoguera, una nueva hoguera de las vanidades. Observo uno de los libros que se consumirán entre las llamas, Lolita de Nabokov, también hay algún cuadro, creo distinguir a Hylas y las ninfas, de Waterhouse. El destello de un CD arrojado al fuego me llama la atención. El avance tecnológico no le garantizaba mucha vida, pero no arde por eso. La nueva moral llegada del siglo XV no dejará cantar a Loquillo nunca más una canción que diga La mataré, aunque el título esté totalmente sacado de contexto.

La hoguera no da abasto, hay vanidades que deben esperar para ser reducidas a ceniza, entre ellas, una torre de DVDs con la filmografía de Woody Allen, una suerte de papa Borgia contemporáneo.

Ya no sé si estoy ante Savonarola o Torquemada, porque también veo herejes aguardando a ser relajados por el fuego. Juraría que la primera es Catherine Deneuve, y junto a ella Arturo Valls y hasta un futbolista que osó hacer un comentario que en otras circunstancias hubiera sido un chiste de bar más sobre tópicos sexistas. No cabe el humor en esta cruzada por la igualdad y lo correcto. Los piagnoni aplastarán a los arrabiati, también a los humoristas y a cuantos no juren lealtad a Savonarola y su restaurado régimen.

Con lo que amo Florencia, no veo el momento de marcharme. Ya me cansé de esta distopía de viajes en el tiempo. Espero que al poner punto final a estas líneas, Savonarola sea sólo un recuerdo del pasado que veo en la pantalla de mi ordenador gracias a la Wikipedia.