En una reciente entrevista, refiriéndose a los recursos disponibles de la naturaleza, Mendes da Rocha comenta:“…El arquitecto tiene que conocer los recursos de construcción como un poeta trabaja con las palabras. Para la arquitectura de hoy no hacen falta infinitos recursos. Estamos lejos de la realización de los deseos humanos sobre el hábitat, la ciudad está tan lejos de cumplir los deseos, que lo bueno sería contar con pocos recursos y una gran visión sobre los deseos y los ideales humanos. Lo que falta es satisfacer el deseo aislado.” El premiado encarna al humanismo, condición necesaria pero no suficiente de un buen arquitecto, al representar la materialización construida de una mirada al hombre desde el entendimiento de sus ilusiones, necesidades, su complejidad y diversidad cultural. Con un gran conocimiento de la técnica constructiva, probablemente influida por la tradición familiar cercana a la ingeniería y a la docencia (su padre fue director de la Escuela Politécnica de Sâo Paulo), hace realidad constructiva esa reflexión ensoñadora cuyo epicentro es el hombre en todas sus condiciones. El ejercicio desde hace cuarenta años como profesor universitario en Sâo Paulo le permite encontrar en los jóvenes las mejores influencias para dar respuesta a su obra. Encuadrado en el llamado bru talismo del “movimiento paulista” obras destacadas suyas son el Club Atlético Paulitano, el Museo brasileño de escultura y el Centro cultural Fiesp.

Recae el premio en un creador que ha sabido, con la humildad del gran maestro, poner la técnica al servicio de una idea arquitectónica que recoge con sabiduría los anhelos de una sociedad que no mande a los pobres a vivir en la calle o en la periferia. Establece un paralelismo entre nuestro momento histórico en el que sitúa la presencia de una conciencia sobre la naturaleza producto de lo que define como nueva cultura popular mundial y aquella que movió al mundo en los inicios del Renacimiento.

La arquitectura contemporánea debe “organizar la habitabilidad humana del planeta, no hacer monumentos…,la idea de la ciudad es monumental” y “el grado de civilización no se mide por los monumentos o palacios sino por cómo son las casas, por la ciudad” son conceptos con los que trabaja asiduamente. Lo anterior nos lleva a la idea que la ciudad no es la consecuencia de la excelencia de algunos pocos arquitectos, ingenieros, promotores, etc… que acometen obras singulares aisladas; sino el resultado del esfuerzo humano continuado en el tiempo de muchos, de aquellos que saben trasladar a las obras las necesidades humanas así como transformar la naturaleza en espacio habitable.

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El otro Pritzker

Oscar Niemeyer tiene en su haber obras de extraordinaria relevancia de las que citaré unas pocas que confirman la talla de este genio en el uso del hormigón armado – aprovechando su libertad plástica, su adaptabilidad a las formas curvas y su asimilación al mundo de las fantasías. En edilicia señalar dos colaboraciones que entiendo significativas: una en sus inicios como arquitecto con su amigo Lúcio Costa y Le Corbusier en el Ministerio de Educación y Sanidad de Río de Janeiro (1937) y otra de nuevo con Le Corbusier en el edificio de la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas en New York (1947). Su preocupación en el tema de la vivienda social tiene en el Edificio Copan en Sâo Paulo un ejemplo interesante. Mendes da Rocha lo sitúa como el supremo ejemplo de habitación contemporánea en una ciudad para todos, donde la diferencia de tamaño de los pisos no mide la riqueza o la pobreza de la gente. El valor de la vivienda está en el uso y no en su valor de mercado.

Hablar de Brasilia también es hablar de Lúcio Costa y Oscar Niemeyer. En 1957 reciben el encargo del entonces Presidente de la República Juscelino Kubitscheck de construir una nueva capital, una ciudad como expresión de la grandeza y el progreso de Brasil. En 1960 se inaugura esta nueva ciudad que define Niemeyer como una flor del desierto sobre una tierra solitaria. En 1964 como consecuencia de un golpe militar en Brasil se desplaza al viejo continente y recibe muy pronto nuevos encargos.

El influjo de Niemeyer y la aproximación que hace con su arquitectura a la ciudad lo pude experimentar recientemente en Funchal, capital de la isla de Madeira. El audaz juego de contraposición de escalas en una ciudad de pendientes, la generación de un espacio público abierto y el interés en mantener la visibilidad hacia el mar son algunas características notables del conjunto arquitectónico que no pueden pasar desapercibidas al ciudadano paseante. Además, como parte habitual de su retórica y plástica, están presentes las formas curvas, la estructura sobre pilotis, las grandes luces… La forma de enfrentarse al proyecto la resume en cinco escuetas hojas, donde el maestro desgrana sus planteamientos respecto a cómo debe ser el edificio. Es interesante advertir como se puede reflejar en unos pocos bocetos iniciales la totalidad del conjunto arquitectónico. Algo similar a lo que se percibe en los dibujos del arquitecto finlandés Alvar Aalto, donde existe una gran coincidencia entre la realidad final construida y la idea inicial materializada en los mismos.

En un texto testimonial donde Niemeyer explica su arquitectura, a modo de corolario defiende, en relación al problema social de la pobreza, que no se deben buscar respuestas en la arquitectura o encontrar en el urbanismo la solución demagógica y paternalista que algunos proponen sin fundamento ideológico. La arquitectura exprimirá al progreso técnico y social del país donde se realice. Entiende que lo importante, si se le quiere dotar del contenido humano que le falta, es participar en la lucha política.

Nuevos proyectos en España

Ha coincidido la fortuna que ambos arquitectos hoy tengan por vez primera proyectos en nuestro país. Oscar Niemeyer recientemente presentó un anteproyecto en Avilés para el futuro Museo de los Premios Príncipe de Asturias, del que por cierto es también uno de los galardonados (1989). Valora esta obra como la de mayor magnitud de las suyas proyectadas en Europa: una gran plaza pública donde “la sorpresa de la arquitectura y el placer de la cultura estén abiertos a todos los hombres y mujeres del mundo”. Dos edificios, el uno destinado a exposiciones y el otro a los eventos que organiza la Fundación Príncipe de Asturias, estarán interconectados por una pasarela serpenteante y una torre mirador sobre la ría. Paulo Mendes da Rocha, en colaboración con el arquitecto vigués Alfonso Penela, está desarrollando el plan maestro de la ciudad tecnológica de la Universidad de Vigo, ciudad orientada al mar y a su navegación. Construyen un paisaje artificial, una geografía de calles elevadas. Estamos de enhorabuena, están ya cercanas nuevas lecciones que vienen de Brasil.