Los hombres del coronel Muamar el Gadafi perpetraron ataques indiscriminados contra los manifestantes libios, considerados “crímenes contra la humanidad”, mientras que las torturas, secuestros y detenciones arbitrarias supusieron “crímenes de guerra”. Los leales  al régimen aguantan todavía los ataques de los rebeldes en sus bastiones de Bani Walid y Sirte. Con la huida de Trípoli de Gadafi  y  la desaparición de sus familiares y generales, como suele suceder, el dictador hacía una llamada hasta la victoria final. En el frente de Bani Walid permanecen unos 600 hombres leales, dispuestos a dar su vida por él.

Los responsables de la terrible represión del pasado, 42 años de Gadafi en el poder, deben responder ante la justicia.

Son acusados, entre otras muchas cosas, de utilizar indiscriminadamente contra la población: morteros, misiles, artillería y tanques.

Por otra parte, se acusa a los rebeldes de: secuestros, detenciones arbitrarias, torturas y asesinatos. De los linchamientos y muertes del principio del levantamiento se pasó a los ataques organizados de grupos que actúan impunemente.

En medio de estos contratiempos, el Consejo Nacional de Transición intenta transmitir mensajes alentadores. El primer ministro, Mahmud Yibril informó recientemente que ya se ha retomado la producción de petróleo sin dar detalles de la cantidad ni en qué refinería por temor a posibles ataques. De hecho, a las pocas horas de su conferencia de prensa, las tropas de Gadafi asesinaron a 17 guardias rebeldes en una refinería próxima a Ras Lanuf.

A pesar de todo lo acontecido, el nuevo Gobierno sigue ganando batallas en el terreno de las relaciones internacionales. China ya ha reconocido oficialmente al Consejo Nacional de Transición como “autoridad gobernante”.

El líder de los rebeldes libios, Mustafá Abdul Yalil, realizó recientemente un discurso ante 10.000 personas, prometiendo la construcción de un Estado basado en las leyes de “un islam moderado”.

Yalil ha pedido a sus seguidores que no caigan en la tentación de vengarse con violencia por la represión ejercida por el extinto  régimen autoritario durante más de cuatro décadas. Advirtiendo que las nuevas autoridades libias no aceptarán que se instaure en el país árabe un extremismo ideológico.

El líder de la nueva Libia también ha asegurado que la mujer abandonará su histórico ostracismo y volverá a desempeñar un papel relevante en la sociedad.

Así mismo, ha agradecido el apoyo de Gobiernos como el francés y el inglés a la causa revolucionaria desde el principio del conflicto.

Yalil ha insistido en que la ley llamada “sharia” será la fuente principal de la legislación. Esto implica: apertura de los tribunales para aquellos que han dañado al pueblo libio y que ante todo, impere la ley.

Aún así, después de todo lo expuesto, Amnistía Internacional acusa a los dos bandos libios de crímenes de guerra y pide a las nuevas autoridades que persigan con la misma actitud los abusos de las dos partes. Continúan diciendo que la situación ha degenerado en un “vacío institucional y de seguridad” que puede sumir al país en una cadena de asesinatos y torturas. Por todo esto, ha pedido a las autoridades del Consejo Nacional de Transición que persigan la violación de los derechos humanos para que sean la primera línea de batalla del nuevo Gobierno.